De vecinos y escaleras.

Estaba en la planta baja del edificio donde yo resido esperando en la entrada del ascensor para subir a mi domicilio, vivo en un barrio de Bilbao en un edificio de siete plantas con dos manos izquierda y derecha, cuando por la puerta que da acceso al portal para salir a la calle apareció un hombre al que no conocía. Tenía poco pelo y lo poco que le quedaba estaba peinando canas, cara delgada y arrugada, era más bajo que yo pero se le veía ágil en el andar, se me presentó <<Hola soy Antón>>, nombre figurado por mi, <<Soy el nuevo vecino del quinto derecha>>, yo haciendo lo mismo me presenté y nos dimos un ligero apretón de manos. Entramos en el ascensor y entablamos una pequeña conversación de ascensor hasta que cada uno se apeó en su piso deseándonos un buen día.

Escaleras.

Cuando abría la puerta de casa empecé a cavilar sobre aquellas personas que son tan importantes como nuestra familia y aunque parezca mentira son los vecinos. Llevo viviendo toda la vida en el mismo edificio, 48 años, así que he visto pasar a mucha gente e irse también, unos porque buscaban algo mejor y otros porque la parca les visitaba. Parece mentira pero tener unos vecinos correctos y educados es algo esencial en nuestras vidas inclusive más que nuestra propia familia, poner la música o la televisión a muy alto volumen en horas intempestivas, oír broncas de matrimonios o ciertos gemidos cuando hacen lo que hacen, niños que lloran cuando lloran y da igual la hora, animales que ladran, maúllan o cantan en cualquier momento del día es un auténtico suplicio para el que lo sufre por no hablar de que te pueda tocar con algún desequilibrado en tu escalera o en una escalera colindante, lo he vivido. Sé que la convivencia entre semejantes es complicada ya que cada uno es de su casa pero tener un entorno más o menos equilibrado con gente equilibrada es fundamental para poder vivir con calma.

Otro tema es lo que conocemos de nuestros semejantes y hablo desde una perspectiva personal, el vecindario de mi comunidad ha dado un cambio enorme en los últimos años y me explico. De la vieja guardia que había en el edificio solo queda mi madre y una vecina algo mayor que ella, todos los demás o han fallecido o los han tenido que llevar a residencias, y hablo de aproximadamente siete domicilios en el edificio por lo menos lo que hace un 50% del vecindario. Ahora sinceramente no sé quién vive en el edificio, igual me encuentro a alguien en algún local o por la calle diciendo que vive en ese portal y yo sin conocerle. De otros vecinos que han llegado en los últimos años apenas les veo dos o tres veces al año, verdaderamente cada día sé menos de lo que pasa en mi propio vecindario, no sé quién va o quién viene, quién se queda o quién es propietario, aquí nadie se presenta y nadie te dice nada.

Las causas pueden ser muy diversas pero creo que hay una que supera a todas y es el ascensor o elevador incluso llamado también en algunos sitios el montacargas. Colocamos el ascensor en el edificio hará unos veinte años y esa máquina del averno que nos ha vuelto cómodos en nuestro ir y venir por el edificio ha roto los lazos que teníamos antes, porque antes del advenimiento del elevador tenias que patearte todas las escaleras hasta llegar a tu domicilio llegando a encontrarte con vecinos y entablar una conversación provechosa, los descansillos eran el típico lugar de conversación entre nosotros. Ahora el ascensor te lleva de arriba a abajo sin ningún esfuerzo no encontrándote con nadie a menos que te lo cruces en el portal como es el caso inicial de esta entrada.

Caso aparte son las relaciones de cercanía con los que llevan mucho tiempo en el vecindario, tengo ciertos vecinos a los que podría considerar amigos, en cambio, tengo justo en la otra mano del piso donde yo vivo a un hombre que nos conocemos de toda la vida al que tan solo habré hablado diez veces con él en cuarenta años nos saludamos y punto, es de esa clase de personas con las que no logras conectar de ninguna de las maneras, vamos que ni me llevo ni no me llevo.

Por otro lado, también vivimos unas épocas donde no nos molestamos demasiado por darnos a conocer a los demás, no sé hasta que punto nos estamos volviendo insensibles con el prójimo o que simplemente nos movemos por interés. El caso es que llegará el día donde no conozca a nadie en mi propia escalera, todos llegarán a ser unos extraños o tal vez puede que yo sea el extraño en ella ya que puede que me convierta en el último de la vieja guardia.

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