Carta a un padre.

Cuándo una persona se va después de convivir con ella durante toda la vida deja un gran vacío. Siempre he creído que la muerte es un paso obligatorio que todos tenemos que sufrir para iniciar el gran viaje, el verdadero viaje. Otra cuestión son las creencias religiosas de cada cuál, cielo o infierno, nirvana, inframundo, o lo que en cada época se halla creído. Sin una vida después de la muerte este paso por este valle de lágrimas sería un sin sentido, un engaño, un timo. Digo esto porque tú no eras una persona demasiado creyente, siempre andabas jurando y perjurando a todos los santos. Las iglesias y la Iglesia te daban alergia y todo lo relacionado con la religión, aún así celebramos el funeral.

Un ramo de flores que se llevará la marea.

Ver morir a un padre.

Sí, te vi morir junto a mamá. Esa eterna compañera incondicional que tuviste hasta la muerte, no te dejó ni en tu lecho de muerte. La noche de tú partida la llamaste por circunstancias que desconocemos, y que nunca sabremos, encontrándote mal. Luego mamá me llamó a mi para que la asistiera. Cuando llegué a la habitación ya no reaccionabas a ninguna de nuestras llamadas tan solo boqueabas con dificultad, tenías los ojos cerrados y estabas ausente. Inmediatamente llamamos a los servicios de urgencias. Minutos después mi madre y yo vimos como poco a poco dejabas de respirar quedándote inerte para no despertaste jamás. Los servicios sanitarios de urgencias llegaron rápido, pero solo pudieron certificar tu muerte. Moriste en silencio, sin sufrir, sin decir una palabra más alta que otra, en tu casa rodeado de los tuyos. Siempre temí verte morir, no creo que eso nos guste a nadie. Pues el destino, esa gran ramera, quiso que fuera testigo de tu fallecimiento presenciando como una persona con toda la dignidad del mundo se marchaba. Fue una muerte tan digna que ningún vecino se enteró de tu partida, mamá lloraba desconsoladamente a tu lado. No hubo aspavientos, ni grandes escenas de dolor, naturalmente que a mi se me escaparon las lágrimas, y me sigue pasando a ratos, aunque sé que eso a ti no te gusta demasiado. Fuiste educado en otras épocas y eso se nota. Horas más tarde los servicios funerarios te llevaron después de que mi madre y yo nos despidiéramos de ti. Hasta la vista viejo, buena suerte en tu viaje. Por cierto, decidimos incinerarte, por distintas circunstancias que no comentaré, te enterraremos en el nicho de tu madre tal y cómo querías cuando las circunstancias actuales mejoren.

Relación y vida.

No tuvimos unas relaciones fluidas ni intensas, no quiero decir que fuesen malas siempre hubo cierto distanciamiento. Supongo que debido a la educación que tuviste, o sufriste, no te atreviste jamás a darnos un beso o un abrazo a mi hermano y a mi. Nunca jamás nos levantaste la mano, ni a nosotros ni a mamá. No llegaste nunca borracho a casa, pero si sufriste de tabaquismo tu gran talón de Aquiles. El tabaco te llevó a todas las enfermedades que sufriste con posterioridad. Ni me he molestado en buscar una foto en la que estuviésemos juntos porque sé que no la tenemos, nunca fuimos una familia de fotos ni de historias de esas. Curioso que me arrepiente de ello ahora, lo hecho de menos. Siempre respetaste mi vida y mis decisiones aunque errase en la decisión. No eras personas de grandes consejos, pero si recuerdo lo que me dijiste una vez siendo un crio cuándo perdí una pelea con el matón de la clase. Me dijiste que te daba igual que perdiese o ganase, pero que pelease y dejase de llorar como una magdalena. En fin, pocos consejos, pero acertados. Mi afición por el fútbol y la lectura provienen de ti como otras muchas cosas. Eras serio y distante probablemente tímido, y según todas las mujeres que te conocieron en su día un hombre tremendamente guapo. Una pena no haber heredado eso.

Marcelino, mi padre.

He comentado en líneas anteriores el talón de Aquiles que tuviste, el tabaco. Cuándo tenías unos 45 años sufriste un ictus, por aquél entonces se llamaba trombosis, te dejó unas secuelas que arrastraste hasta el final del camino. No dejaste de fumar hasta que acabaste en una silla de ruedas. Prácticamente estuviste enfermo media vida, eso es algo que lastra a una persona y a la familia que sustenta. A partir de los 65 el rosario de complicaciones y enfermedades fue innumerable, acabaste siendo un enfermo polisintomático y crónico, tenias de todo y pasaste por todo. Peleamos por ti, sobre todo mamá. Tener una compañera incondicional de esa clase hoy en día es imposible, vivimos una época donde no nos aguantamos un peine. Es la persona que está llevando peor tu ausencia, pero poco a poco va remontando. Así como el tabaco fue tu mayor debilidad, tu salud fue tu mayor fortaleza. Con todo lo que tuviste y sufriste llegar a los setenta y seis años fue toda una proeza. Son fortalezas de otras épocas, si he heredado eso viviré hasta los ciento cincuenta años, espero que en condiciones. 

Sufriste mucho por las enfermedades sobre todo los diez últimos años de tu vida, pero estuvimos contigo. Cada año desconectabas más de lo que ocurría a tu alrededor por la enfermedad, y este mundo de locos lo entendías menos. En cierta ocasión me preguntaste que era Internet cuando se iniciaba, yo te dije que era una conexión telefónica entre ordenadores, por aquel entonces no había fibra óptica. Me miraste con los ojos abiertos y cara de asombro respondiéndome que eso no podía ser verdad, qué como podía funcionar eso. No hablamos más de ese tema, entiendo que te superase todo eso. Nunca fuimos por ahí de juerga ni de fiesta, eras reservado. Lo que más me duele es que nunca sabrás qué es lo que estoy haciendo, tampoco preguntaste. Cuándo me inicié en esto ya estabas en un claro declive y tu salud iba a peor. A pesar de todo he podio seguir trabajando y peleando, tu consejo lo aplico día a día. Desde estas líneas te comento que soy un modesto astrónomo, escritor, poeta, bloguero, ensayista. Ya sabes, hago cosas extrañas. Nunca tuvimos ninguna conversación larga, pero no por tu culpa. La gente me dice que conmigo es imposible discutir, mis argumentos son demasiado sólidos.

Morir en tiempos de pandemía.

Lazo de luto.

Otra de las circunstancias de tu situación es que nunca te enteraste de la pandemía que está asolando el mundo. Te lo comenté, pero por tu más que larga convalecencia tu mente ya no coordinaba. No moriste por COVID-19, las causas fueron las naturales de un enfermo polisintomático. Tu corazón agotado y cansado dejó de latir partiendo de este mundo. A lo que iba, cómo hemos pasado de fase podemos hacerte un funeral en condiciones. Si habrías muerto hace dos semanas no se hubiese podido celebrar nada, ni un velatorio siquiera. Lo qué ocurre es que como mucho van a ir quince personas, un tercio del aforo. Estoy seguro que irían más, pero sintiéndolo profundamente en mi corazón no podrá ser. No dejó de sonar el teléfono durante la semana de tu marcha. Muchas personas nos llamaron para darnos el pésame, eras una persona muy querida por mucha gente.

Siempre tuviste estrella y carisma para todo a pesar de tu situación Moriste en casa rodeado de los tuyos, sin tubos ni sondas, pudimos despedirnos de ti y celebrar un modesto funeral. Lo triste de todo esto es que ha habido miles de personas en el país que no lo han podido hacer por la situación del Estado de Alarma. No han estado rodeados de sur seres queridos, no han podido despedirse las familias de sus fallecidos, no los han podido ver, tampoco han podido hacer un funeral enterrándolos en soledad con la compañía de como mucho tres personas dependiendo de las circunstancias del fallecimiento.

Las honras.

No se pudo hacer un velatorio por ley, pero si se pudo hacer un funeral. Por límite de aforo a la Iglesia fueron once personas al final, lo más representativo de la familia. Hubo un ramo de flores y un cirio que yo encendí al principio de la ceremonia, delante de toda la Iglesia. No hubo lloros ni aspavientos, pero si momentos de emoción. Las campanas de la Iglesia sonaron al inicio de la misa, se te mencionó a ti, a tu mujer, a tus dos hijos y a tus dos nietos. También se mencionó tu lugar de origen, Laredo, y dónde iban a reposar tus restos. El resto de la misa fue lo habitual con las homilías mencionándote a ti siempre como recuerdo.

Hasta la vista viejo.

El inicio del gran viaje.

Ahora entiendo que la gente hable bien de los que se van, al fin y al cabo se habla bien porque no hiciste ningún mal a nadie. Repasando tus actos me hiciste más bien que mal a mi y a todos. Aguantaste todo el dolor que pudiste, sufriste y sufrimos al verte así. Tan solo los últimos años fueron verdaderamente duros, pero no hay nada que reprochar. La vida viene como viene y hay que apechugar con ello. Desde estas líneas te comento que te echamos de menos, yo y todos. Por fin descansas allá dónde estés, ya me contarás cuándo te alcance dentro de muchos muchos años. Marcelino, papá, Descansa en Paz (DEP).

Creo que esta es la entrada más personal que he hecho hasta la fecha. Ha habido momentos en los que se me han saltado las lágrimas por la emoción. Pensé que iba a ser complicado, pero he tenido mucha fluidez a la hora de escribir. Si veis alguna gota en la pantalla son las mias.

Esto es todo, así es la vida. Un saludo a todos y hasta la siguiente entrada.

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