EL cráter

Antonio llegó a casa sudoroso y con la cara desencajada. El nerviosismo le recorría por todo el cuerpo, acelerado no sabía por dónde dirigirse todo estaba extrañamente en silencio.

-Necesito un cigarrillo -dijo para sí mirando a todas partes desconcertado.

Se dirigió con grandes zancadas hacía la sala, se puso delante del dispensador esperando que este le ofreciese un cigarro. Esperó un buen rato hipnotizado mirando a la máquina pero ésta no hizo nada. Desesperado empezó a dar golpes al aparato con el puño, intentó abrir la cajita del dispensador rascando las ranuras con las uñas de sus dedos. Estuvo varios minutos intentando abrirla de cualquiera de las maneras más no consiguió nada. Boqueando y con la cabeza gacha se sentó torpemente en una de las butacas, dirigió su mirada al techo y vio los led encendidos.

-Por lo menos ha vuelto la electricidad, ¿quizás? -susurró con cierto alivio mirando al dispensador de tabaco.

Dando un brinco se levanto de la butaca dirigiéndose hacía el dispensador, pero volvió a ocurrir lo mismo, no se abrió.

-¡Necesito un puto cigarrillo! -chilló desesperado dando patadas a la máquina.

Cuándo paró en su histérico frenesí con la respiración acelerada y el rostro totalmente desencajado se apoyó sobre la máquina cerrando los ojos, casi se le caían las lágrimas.

-Debo calmarme, así no conseguiré nada -pensó.

Miró a una de las butacas, anduvo hacía ella y sentándose intentó tranquilizarse. A medida que se iba relajando llegaban imágenes a su mente de cómo se había llegado a esa situación.

-No había nada de qué preocuparse, claro; todo seguiría igual, por supuesto; lo tenemos todo controlado, lo normal -masculló entre dientes con cierto tono de sorna.

Pasados unos minutos se abrió la puerta de casa, Elena, su mujer, entraba en el domicilio. Avanzaba pasito a pasito por la casa, Antonio oía sus sollozos desde la sala. Él se puso de pie esperando a que entrase en la sala, pero ella pasó de largo por el pasillo. Tenía la cabeza agachada con un ligero va y ven, la mirada también la tenía perdida. Antonio preocupado salió de la sala a su encuentro.

La Tierra nuestro hogar, cuidémoslo


-Elena, cariño. ¿Qué te pasa? -preguntó mientras la alcanzaba agarrándola por la espalda de los hombros cariñosamente.

Ella poco a poco se dio la medía vuelta y levantando la cabeza le miró a los ojos. Antonio asustado dio un pasó hacia atrás.

-Por el Santo Ohm -susurró Antonio, empezaron a caer lágrimas por la cara de Elena.

-Mira lo que me ha hecho una mujer en la peluquería … no hay derecho … me ha dejado horrible … -hablaba entre sollozo y sollozo, poco a poco la empezaba a entrar el hipo- ni siquiera me han hecho en el pelo mi corte natural … dicen que no podían, que nadie sabía … 

Antonio viendo el cariz que tomaba el asunto la abrazó con fuerza intentado tranquilizarla.

-Calma, calma, cariño -habló en voz baja mientras la besaba en la boca-. Saldremos de ésta no te preocupes, todo volverá a la normalidad.

Se quedaron varios minutos abrazados hasta que se calmaron los dos, después cada uno se dirigió a un lugar distinto de la casa.

La cena de esa noche fue un auténtico desastre, nada sabía como debía. Tardaron mucho más de lo normal en cocinar los platos. Aunque tuvieran electricidad, y menos mal que la tenían, los aparatos electrónicos no hacían su función cómo debieran. La mayoría de los aparatos de la casa estaban desconectados y los que funcionaban lo hacía defectuosamente. Desesperanzados se fueron a dormir, les costó mucho conciliar el sueño esa noche.

Días después y sin que apenas las cosas hubieran cambiado estaban en la sala discutiendo sobre si hacer el viaje que con tanta ilusión tenían previsto realizar desde hacía meses.

-Si cancelamos los billetes perderemos el setenta y cinco por ciento de todo, y si queremos volver a hacer un viaje similar debemos de volver a esperar mucho tiempo -comentaba Antonio.

-Ya lo sé, cariño -respondió Elena-. Pero ya sabes a lo que nos arriesgamos, nada funciona como debiera y tardará mucho tiempo en solucionarse. Además debemos de viajar en avión, mira lo que ocurre a los servicios de bus y trenes, es un completo caos. Todo lo manejan las personas, ¡es un horror!

Antonio tenía el gesto serio y reflexivo, cavilaba mientras se llevaba un cigarro a la boca y aspiraba por el. Antonio por su trabajo tenía que coger los servicios públicos de transporte, y ver que lo manejaba un ser humano le turbaba. Dirigió la mirada al suelo dónde todavía se encontraban los restos de lo que quedaba de la máquina dispensadora de tabaco.

-Por lo menos salvé los cigarrillos -pensó con cierta satisfacción.

-Tenemos que viajar por avión, con todo el peligro que conlleva eso en este momento -siguió hablando Elena-. Además, todavía no nos llegan noticias de nada. Estamos a ciegas, amor -acabó rematando, Antonio se quedó en silencio.

Las comunicaciones todavía no se habían arreglado, no funcionaba ni la radio ni la televisión y menos aún la telefonía inalámbrica. Los suministros esenciales empezaban a escasear aunque la situación no fuese preocupante, los repuestos de las máquinas electrónicas iban a tardar mucho en llegar porque hasta las mismas empresas de fabricación de esos componentes estaban afectadas. Era una decisión a ciegas.

Tras días de discusiones y disputas decidieron ir, la pérdida del dinero pesaba más que el temor al viaje.

El viaje desde el inicio fue un completo caos. Tardaron más tiempo de lo normal en embarcar, no solo por su vuelo evidentemente. El colapso de los transportes era mayúsculo, aeropuertos, estaciones de tren, puertos, todo manejado por personas. Hombres y mujeres que estaban más asustados que los propios usuarios y que no daban a vasto con su trabajo.

Llegaron tarde al destino, les perdieron las maletas, y les atendieron aún peor aunque la agencia de viajes les compensaría con más días de estancia gratuita que ellos aceptaron gustosamente ya que mucha gente había cancelado los viajes quedando mucho espacio libre en el hotel. Incluso les invitaron a una excursión sorpresa. Con un frío cada día más intenso y una ceniza que caía del cielo y que no sabían de dónde venía pasaron sus días de asueto la mayor parte del tiempo en la habitación. El mundo iba a peor y desconocían el por qué.

El día de la excursión salieron los dos bien tapados con ropa de abrigo que aunque no llovía el frio era muy intenso a pesar de la época del año. Les dijeron que se desplazaran al pequeño helipuerto que se situaba al lado del hotel.

-¿De qué crees que se trata, cariño? -preguntó Elena a su marido.

-No lo sé, amor. Es una sorpresa, a pesar de que casi no funcione nada -respondió Antonio con tono sarcástico.

Varios fríos minutos después apareció el helicóptero que hizo un perfecto aterrizaje enfrente de ellos. Acompañados por azafatas y otros clientes sin ninguna demora subieron al helicóptero. Minutos después estaban volando hacía un destino desconocido.

-Antonio, ¿qué es aquello que brilla en el horizonte? -preguntó Elena minutos después mientras señalaba con el dedo.

-No lo sé, Elena. Parece que es un volcán en erupción, pero es muy grande para qué sea un volcán. Además nadie nos ha dicho que esto fuera una zona volcánica activa -respondió Antonio con cierto tono de preocupación.

A medida que el helicóptero se acercaba la sorpresa era cada vez mayor, todos los ocupantes miraban hipnotizados hacia esa zona de la tierra. De una enorme cicatriz totalmente abierta que rajaba el suelo enormes columnas de humo se elevaban hacía el cielo. Grandes explosiones volcánicas expulsaban lava en un chorro continuo mientras polvo y cenizas se extendían por doquier. No se veía ninguna clase de cono volcánico, era simplemente una gran herida que atravesaba el suelo como si un gigante hubiese sajado la corteza terrestre con un cuchillo dejando los bordes levantados.

-Señores, nos dirigimos hacia el Cráter Garcy -se oyó una voz femenina en los cascos que llevaban los pasajeros en los oídos-. Pueden observar la actividad volcánica producida por el impacto del asteroide C-20789 / Garcy  que chocó contra la Tierra hace varias semanas.

Los ocupantes del helicóptero se encontraban en estado de shock, los únicos que actuaban con normalidad eran los pilotos y las azafatas de vuelo. Poco a poco se iban adentrando en una oscuridad producida por las nubes tóxicas que emanaban de dicho cráter, nadie decía nada. El helicóptero siguió su camino derecho hacía el cráter desapareciendo entre volutas de humo y ceniza , nunca más se supo nada del helicóptero ni de sus ocupantes.

El impacto del asteroide producido semanas antes creó un enorme cráter con los bordes levantados. El planeta poco a poco se fue oscureciendo envuelto en una fina neblina gris. Nadie se esperaba las consecuencias tan extremas a las que llegaría dicho impacto. Aunque las consecuencias no fueron inmediatas con el transcurso de los meses se notaron las variaciones climáticas. Durante varias décadas hubo un descenso brusco de las temperaturas lo que afectó a la vida sobre la Tierra. El impulso electromagnético que generó dicho impacto fue lo que dejó fuera de servicio a la mayoría de lo aparatos electrónicos en la superficie de la Tierra. Absolutamente nadie en el planeta se esperaba este efecto, pensaban que todo estaba debidamente protegido. Debido a esto todo volvió a ser manejado por mano humana, algo que no ocurría desde hacia siglos. Se tardarán muchas décadas, y probablemente muchas generaciones, en volver a la normalidad si es que se vuelve. Mientras y desde las estaciones espaciales situadas en la órbita terrestre el cráter de impacto se ve como un enorme herida en la superficie de la Tierra que sangra en forma de lava.

En Bilbao. 3 de mayo del 2022.

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