Ojos color miel. Capítulo 2.

 Capitulo 2.

Ana las miraba con cara de satisfacción también y con cierta tristeza.

-Gracias hijas, sois muy generosas. -empezó a charlar Ana-. Os voy a contar una historia que me sucedió hará algo más de ciento cincuenta años y que espero que os aclare vuestras dudas. Hace tanto tiempo que nadie viene por aquí … ja, ja, ja, ja, ja, ja -Volvió a reír.

Lorena y Elena se miraron extrañadas.

-Bueno, como os iba diciendo –siguió ya más tranquila-, ocurrió hace casi ciento cincuenta años. Yo era muy joven. Era un mes extrañamente caluroso, como estos días más o menos. Me encontraba fuera de la casa trabajando en el campo y preocupada porque hacia tiempo que no llovía. Cuándo escuché un gran trueno sobre mi cabeza. Miré al cielo y no observé ni una sola nube, me quedé extrañada. Seguidamente escuché otro trueno, y otro, y luego otro. Me asusté mucho dirigiéndome hacía la casa a coger la escopeta. -Cogió un vaso escanciando agua en el recipiente, bebió un sorbo.

Flores y ruinas.

No me miréis con esas caras, eran otros tiempos. Tener armas en casa para la caza o la defensa era algo habitual. Me dirigí con mucho miedo al sótano, cogí la escopeta y algunos cartuchos, otros se me cayeron de los nervios. Después volví afuera de la casa mirando al cielo observando lo que pasaba, y preparada para disparar a lo que viniese. No había una sola nube en el cielo, al poco rato observé un objeto que paulatinamente se hacía más grande. Tenía forma de cilindro redondeado en las esquinas y era de color marrón. Descendía a una gran velocidad, me dio la sensación que iba a  chocar contra el suelo cuando a unos metros frenó de golpe muy bruscamente, se estabilizo y se posó sobre la campa situada fuera de los límites de la hacienda. Levantó una gran cantidad de polvo y arrancó de raíz, árboles, hierbas, matorrales, todo lo que había en el suelo por el golpe. Se se veía humo, mucho humo -detuvo su charla y bebió otro sorbo.

Elena y Lorena se quedaron con la boca abierta no dando crédito a lo que oían.

-Ana, por aquel entonces no había ninguna clase de avión, aeroplano o lo qué sea que volase -observó Elena.

-Tranquila, joven, tranquila ya lo sé o mejor dicho ya lo sabía de ahí mi temor–respondió Ana mirando a las dos-. Después de éso aguardé unos minutos para ver que pasaba, no sé cuánto esperé y haciendo acopio de valor me dirigí hacía el lugar. Por aquel entonces no había empalizada y el paso era libre. Paso a paso y temblorosa fui acercándome apuntando con la escopeta, seguía saliendo mucho humo de ese sitio. Un humo muy negro y espeso.

Se quedó pensativa unos momentos queriendo recordar algo, al poco rato siguió con su relato.

-Cuando llegué a ver del todo ese objeto me coloque a unos cincuenta metros apuntando a ese cilindro enorme de color marrón, o éso recuerdo, caído del cielo. Despedía mucho calor ese extraño objeto cuando desde uno de los extremos empezó a emitir un sonido. Yo me dirigí atropelladamente hacía ese lugar tropezando con todo y apuntando como una loca a todas partes y a ninguna, ja, ja, ja, ja, ja, ja -empezó a reír desaforadamente.

-¿De qué te ríes Ana? -preguntó Lorena.

-Bueno, días después me enteré que no podía haberle hecho ni el más mínimo daño -respondió Ana pausadamente-, pero eso me costó mucho tiempo entenderlo. Como iba diciendo, ja, ja, ja –siguió Ana riendo- corrí hacía el extremo de ese cilindro, y cuando cesó ese sonido el extremo del cilindro se empezó abrir desde una zona que no tenía ranura alguna, estaba aterrada. Una vez abierto completamente se deslizó una rampa, estaba empapada en sudor y me dolían los brazos de tanto sujetar la escopeta. A continuación unos seres que no había visto en mi vida empezaron a descender por la rampa.

Ana paró su relato volviendo a beber agua, se volvió a llenar el vaso. Miró a la bandeja de bocadillos eligiendo uno, se lo sirvió een l plato empezando a comerlo. A pesar de su edad tenía una dentadura en perfecto estado. Lorena y Elena se quedaron estupefactas después de oír lo que decía.

-Ana, ¿estás segura de lo que nos estás contando? -habló Lorena muy sería-. Es un asunto muy peliagudo y extraño, es complicado de creer.

Ana apuró el bocadillo y se sirvió otro más como si no habría escuchado la pregunta de Lorena, siguió comiendo y bebiendo.

-Ana, esto … -quiso intervenir Elena pero Ana la cortó siguiendo el relato.

-Tenéis mucha impaciencia, niñas. Calma, calma, –rogó Ana-. Esperar a que acabe el almuerzo. No recordaba lo bueno que estaban estos bocadillos, cuanto tiempo … 

Siguió apurando el refrigerio mientras Lorena y Elena observaban otras partes de la casa, no era cuestión de mirar como una señora mayor come. Una vez que acabó siguió con el relato.

-¿Dónde me había quedado? -preguntó Ana mirando a las dos chicas totalmente satisfecha.

-Por la rampa bajaban … -comentó Lorena.

-¡Ah sí! -exclamó Ana siguiendo con el relato-. Bajaron cinco de ellos, yo los llamó así, ellos, desconozco que nombre tienen. Todos llevaban el mismo tipo de uniforme solo se diferenciaban por el color. Cuatro de ellos iban de verde de un pieza, uno de ellos concretamente el primero iba de color naranja. No tenían pelo, la piel era de color blanco muy pálido, ojos azules grandes y redondos no tenían iris ni cejas, bocas alargadas en el rostro y unas narices un poco grandes que se movían, eran todos muy altos. Yo seguía apuntando a todos y a ninguno, estaba al borde de un ataque de nervios. No sé como no empecé a disparar –se iba angustiando al rememorar esos recuerdos-. En un momento y sin darme cuenta el ser del uniforme naranja lo tenía justo delante de mi, me había quitado la escopeta. La tenía entre sus manos y me miraba de cerca, los otros cuatro estaban detrás de él.

Ana hizo una interrupción por el nerviosismo del relato.

-Me quedé paralizada de una pieza solo notaba mi respiración, entonces el ser del uniforme naranja empezó a hablar. No entendí nada de ese lenguaje, parecía un pájaro piando. Pero de un aparato que tenía en el hombro empezó hablar en nuestro idioma.

-No tengas miedo, tranquilízate -escuché.

-Los seres tenían unos cables que iban a su nariz y a sus oídos si es que se les puede definir así.

-Hemos tenido problemas de vuelo en nuestra nave, y necesitamos ayuda -continuó hablando-. A pesar de ser un planeta primitivo para nosotros en muchos aspectos seguro que puedes tener algo que nos pueda servir para arreglar la nave -acabó expresándose de esa manera.

Ana bebió un vaso de agua y se sirvió otro.

-Poco a poco me fui tranquilizando –siguió Ana–, aunque me costó mucho tiempo acostumbrarme. Les dije que vivía en esa casa señalándolos el lugar, pero no sabía en qué forma podría ayudar. Seguía temblando casi no podía sostenerme de la impresión.

-Y ellos, ¿cómo te entendían? -preguntó Elena.

-El aparato que llevaban en el hombro les traducía lo que yo hablaba -respondió Ana.

Hubo unos minutos de silencio.

-Bueno, y ¿qué pasó después? -preguntó Lorena con cierta impaciencia.

-Después nos dirigimos a mi casa –respondió Ana-. Yo iba delante, el de naranja detrás mio con la escopeta en una de sus manos de cuatro dedos, y detrás los cuatro de uniforme verde. Cuando llegamos al porche de la casa, la casa no era como es ahora, estaba con el de uniforme naranja, los otros cuatro se habían desperdigado por la granja buscando algo. Hablaban entre ellos y parecían interesados en el terreno. Sacaron unas bolsas y empezaron a recoger piedras, plantas, insectos y cosas así. El de naranja que no me perdía de vista me habló.

-En este planeta tenéis una fauna muy interesante. Pasaremos dentro de lo que tú llamas casa para ver que nos puede ser útil para reparar la nave.

-Seguía con la escopeta en la mano. Yo me quedé en el porche de la casa, no sabía que hacer -se le escapaba alguna lágrima de la ansiedad-. Poco después entraron los otros cuatro empezando a revolverlo todo. Se llevaron todos los alambres de metal que tenía en el sótano, palas, picos y todos los objetos metálicos, las armas, los cartuchos también se lo llevaron, solo me dejaron la comida y los enseres de la casa. ¡No entendía nada!

 -No te preocupes, ahora te protegemos nosotros. No tienes nada de que temer -me dijo el de naranja.

-Por supuesto en ese momento no le creí nada, mucho tiempo después lo entendí todo -paró la narración y se excusó para ir al baño.

-¡Como una regadera está la señora! –comentó Elena cuándo Ana desapareció-. ¿Por qué no nos vamos y la dejamos aquí con todo?

-Tenemos que quedarnos hasta el final para comprobar a ver a dónde llega con su narración –respondió Lorena-, además tenemos que saber como se mantiene ella y la casa.

Momentos después apareció Ana con más tranquilidad y reposo. Se sentó en una butaca que había en la sala, las chicas hicieron lo mismo en las otras dos butacas.

-Luego retiraré los platos –comentó Ana-, ¿necesitáis algo más? -preguntó interesándose por las dos mujeres.

-No, no, gracias estamos muy bien -respondieron las dos casi a la vez.

Ana suspiró y se quedó mirando a unas de las ventanas, al cielo.

-Poco tiempo me queda ya aquí, dentro de poco me marcharé -susurró-. Esa noche no pude dormir nada, venía un sonido amortiguado del cilindro que lo ocupaba todo. Me fue imposible conciliar el sueño, seguía muy intranquila. A la mañana siguiente seguía saliendo humo del cilindro, lo podía ver desde el porche de la casa y ese ruido que no cesaba. Estuvieron cinco días arreglando lo que denominaban su nave o eso supuse. Iban y venían, entraban y salían de la casa cogiendo cosas, solo me hablaba el de naranja.

-No se preocupe se lo restituiremos todo y con creces, nos está usted siendo de gran ayuda -me dijo en cierto momento.

-Al final del quinto día el ruido cesó y el cilindro dejó de echar humo. Pensé que ya se iban, pero no.

-¿No pudiste llamar a nadie, Ana? -preguntó Lorena.

-¿A quién? -respondió Ana-. Por aquel entonces esos cacharros en los que venís no existían, no había teléfono, aunque antes estábamos más cerca los unos de los otros. Lo más rápido que podíamos ir es a caballo, y yo no tenía ninguno. Eran caros de mantener y además ¿qué podían haber hecho? -preguntó encogiéndose de hombros-. No me creéis,¿verdad?

Las chicas seguían mirándola con cara de incredulidad, no supieron que responder.

-Bueno, esto no lo sabe nadie ni lo he hablado nunca con nadie pero os seguiré contando la historia total dentro de poco me marcharé de aquí –siguió narrando-. Prácticamente me dejaron la casa vacía, estaba desesperada. Vino el del traje naranja, luego me enteré que no era el mismo pero como no los distingo … en fin, vino y me preguntó.

-¿Qué le gustaría hacer? Podemos conseguírselo.

-Viajar -le contesté sin darme cuenta-. Entonces aquel ser se dio la medía vuelta sin decir una sola palabra y se marchó a su cilindro. Una hora después toda la hacienda se llenó de esos seres con los mismos uniformes de distintos colores.

-¿Qué pasó entonces? ¿Se la llevaron a la nave? ¿Vio el interior? ¿Viajó con ellos? -preguntó atropelladamente Elena, Lorena miraba a Elena como no entendiendo a qué venían esas cuestiones.

-No, no, nada de eso, al cilindro nunca me permitieron entrar. Cuando llegaron todos el del uniforme naranja se dirigió hacía mi y me volvió a hablar.

-Vamos a dejar su hacienda nueva y perdurable y a usted la vamos a curar, nos ha salvado la vida a todos, le estaremos siempre eternamente agradecidos.

-Yo, la verdad, no había hecho absolutamente nada y no entendí porque les había salvado la vida, pero no podía hacer otra cosa. Así que les dejé hacer –tosió un momento, bebió un poco de agua y siguió–. Entraron en la casa y la empezaron a reparar entera, sobre todo el sótano, a ese sitio entraban muchos de ellos. No dijeron ni una sola palabra, trajeron paneles y una serie de cacharros que no sabía lo que eran. Empezaron a montar la empalizada, estaban día y noche.

-Y mientras, ¿tú que hacías? -preguntó Lorena.

-Seguir con mis cosas hija, con la cosecha, sacando agua. Nunca me molestaban en mi que hacer diario, salvo un día en el que el de naranja se aproximándose me habló.

-Dentro de poco dejarás de hacer todo ésto, no te servirá para nada.

-Yo le miré extrañada sin entender nada, pero que razón tuvo. Días antes de acabar estuvieron un día entero analizándome. No sé lo que me pusieron, como siempre el de naranja se dirigió a mi.

-Te hemos curado de tu mal y además envejecerás muy lentamente. No podemos engañar a la muerte, pero podemos atrasar su llegada o incluso rejuvenecer el cuerpo o ambas cosas. Antes de nuestra partida te lo dejaremos todo perfectamente realizado.

-Estuve una semana malísima postrada en cama, me dolía todo. No entendía nada de lo que pasaba.

-¿Qué fue lo que te hicieron? -preguntó Lorena-.

-¡No lo sé! -chilló Ana- Lo único que sé es que un día me levanté de la cama sin dolores y como nueva, parecía una chiquilla y con el paso de los años me fui dando cuenta que envejecía lentamente.

Paró su relato brevemente unos minutos, no se oía nada en toda la casa.

-El día que se fueron vino el de uniforme naranja a despedirse.

-Nosotros nos vamos, debemos partir. Nuestro agradecimiento será eterno, en la habitación de debajo de este piso le hemos dejado todo preparado para poder viajar. Se trata de una máquina que puede llevarte a donde quieras. No necesita mantenimiento, solo se puede usar una vez cada 37 días de su planeta, sí durante 370 días deja de usarla la máquina deja de funcionar para siempre. Entonces vendremos a ver que sucede y haremos lo que tengamos que hacer. Está diseñada para que solo tú la puedas usar, no funciona con otros seres de su especie. El funcionamiento es sencillo. Abra la segunda puerta del sótano y póngase en el centro, relájese y viaje. La casa está acondicionada para auto sostenerse, no necesitará mantenerla. La hemos dejado unas instrucciones sobre como ha de vivir dentro de ella. La estaremos vigilando y controlando aunque te olvides de nosotros, cuando regresemos seguiremos con todo. Hasta entonces buen viaje.

-Esas fueron sus últimas palabras -apostilló Ana.

-El ser del uniforme naranja sin esperar ninguna respuesta mía se dio media vuelta y se dirigió al cilindro. Unos minutos después el cilindro despegó del suelo en absoluto silencio, tan solo se oía el aire sisear. Lentamente se fue alejando perdiéndose en el cielo quedándome de nuevo sola.

El silencio era total en la sala, las chicas no sabían que decir, finalmente Lorena habló. 

-Ana, ¿esos seres regresaron alguna vez?

-No -respondió Ana-. Pero me dijeron que iban a volver.

-¿Para qué sirve la empalizada? -preguntó Lorena.

-No lo sé, de verdad que no lo sé –repetía Ana con cierto tono de súplica-. Mirad hijas, no sé lo que me hicieron, no sé como funciona la casa, no sé para qué sirve la empalizada, solo sé como se mantiene la casa por si sola. Lo que sé es que he viajado mucho desde que se fueron, he viajado de una manera que no os podéis llegar ni a imaginar. Desde entonces lo he abandonado todo, al principio salia a comprar alguna cosa pero poco a poco he ido cortando relaciones con el mundo. Ya no salgo de la casa, mi única obsesión en todos estos años ha sido viajar.

-¿Y cómo viajas? -preguntó Elena-. Si no sales de la casa, ¿cómo te mueves fuera de aquí?

Ana se la quedó mirando fijamente.

-Simplemente entro en el sótano y me dejo llevar … -respondió Ana con una sonrisa.

Se quedaron las tres en silencio, momentos después Ana siguió con el relato.

-A los pocos días de marcharse ellos bajé al sótano, abrí la puerta, bajé las escaleras y me encontré con una puerta adicional que ellos habían puesto abajo. La puerta se abre por si sola sin más. Cuando entras al sótano está totalmente iluminado, lo recubrieron por completo del material que tiene la casa. Las paredes y el techo son perfectamente lisos sin ninguna clase de tacha. Cuando entro simplemente me sitúo en el centro del sótano cierro los ojos y … ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja -volvió a reír Ana.

Elena y Lorena la miraban como se mira a mujer trastornada.

-¿A dónde? ¿Por dónde? ¿Cómo? -preguntó atropelladamente Elena, Lorena la miró con cara de desaprobación por la interrupción.

-Simplemente es ponerte en el centro y aparecer en otro sitio y en otra época. Es vivir la vida de otra persona aunque la situación la manejes tú, en el primer viaje no entendí nada. Aparecí en un poblado de una época que se podría decir prehistórica, era hombre y estaba cubierto de pieles, salí con otros hombres del poblado a cazar con unas lanzas, podía ver, sentir, oler. Nos dirigimos a una manada de lo que después supe que eran mamuts, y nos pusimos a cazar a uno de ellos. Yo no sabía que hacer y me aplastó el más grande, me sentí morir. Cuando volví a abrir los ojos seguía de pies en el sótano. Estaba asustada, confundida y salí corriendo a respirar aire afuera de la casa. La verdad que por aquel entonces no entendía nada y me costó bastante aprender  en que consistía viajar para estos seres. A decir verdad, no me explicaron nada sobre el asunto, fui aprendiendo sobre la marcha -respiró Ana profundamente mientras miraba por la ventana con esos ojos melosos.

-Para estos seres viajar consiste en retroceder en el tiempo y experimentar lo ocurrido en épocas pasadas, o eso creo, viviendo la vida de otras personas -razonó Ana-. Experimentar sus miedos, amores, esperanzas y demás, como una persona normal. No puedes elegir lo que quieres ser, ni la época, ni la persona, ni la cultura, ni el lugar, todo es completamente aleatorio. He viajado a cantidad de sitios y épocas y solo me quedan los recuerdos -acabó Ana con congoja.

Quedó un profundo silencio en la sala, los ojos de Ana se empezaron a humedecer resbalando alguna que otra lágrima, de vez en cuando salía algún suspiro. Lorena y Elena la miraban confundida sin poder dar crédito a lo que oían, no tenían palabras.

-¿Podemos ver el sótano, Ana? -preguntó finalmente Lorena.

Ana secándose la lágrimas con un pañuelo la miró y respondió.

-Podéis ir pero no creo que podáis hacer nada, hace mas de quince meses que deje de usarlo y ya no funciona. Si ellos no me engañaron, estarán al llegar -respondió Ana.

Las dos mujeres se levantaron a la vez y fueron al sótano, llegaron abajo y vieron … un clásico sótano de casona lleno de humedad, polvo, suciedad, herramientas roñosas pero nada de nada de lo que la vieja había dicho.

-Como una auténtica regadera, loca como ella sola. Nos ha tomado el pelo -dijo Elena mirando a Lorena.

-Creo que hemos perdido el tiempo con ésto –respondió Lorena-. Vamos a hablar con ella y a acabar con esta tontería. Es una vieja con mucha imaginación.

Subieron a la sala y encontraron de pie a Ana que las miraba fijamente con esos ojos color miel.

-Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ¿Habéis visto algo? Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja …  -se tronchaba de la risa la vieja.

Lorena y Elena estaban en el pasillo, se quedaron quietas mirándola cómo el que mira a un loco, y en un arranque de ira Lorena cogió del brazo a Elena sacándola fuera de la casa.

-¡Vayámonos! - chilló Lorena cuándo salían por la puerta de la casa.

Seguidamente se fueron al vehículo mientras se oían las risotadas de una vieja que parecía perder la razón por momentos. Entraron en el vehículo, Lorena lo puso en marcha y se fueron por donde vinieron.

-Increíble lo de esta vieja loca, nos ha engatusado con una historia de extraterrestres –hablaba Elena–, y encima se ha reído de nosotros.

Lorena no respondió, pero también se la veía enfadada. Cuando consiguieron salir de la hacienda cogiendo la senda de regreso, se oyó  del cielo el ruido de un trueno. Luego se escuchó otro; y otro; y otro; pero ninguna de las dos hicieron caso de este hecho en un día completamente despejado.

Meses después y habiendo entregado los informes y las grabaciones las llamaron de la oficina. Estaban sentadas delante del supervisor que las miraba con cara muy grave.

-Por eso hemos tenido que mandar a otro equipo de investigadores, tenemos que corroborar la información y han hecho fotos del lugar. Aquí las tenéis.

Entregó un sobre marrón de tamaño folio a Lorena, y ésta abriendo el sobre sacó las fotos. Empezó a mirarlas una a una mientras se las pasaba a Elena.

-Pero, pero, esto no puede ser -habló Lorena-. Os habéis equivocado de lugar, ¿y la grabadora? -preguntó mientras Elena miraba las fotos con cara de sorpresa.

El supervisor sacó del cajón una grabadora similar y la puso en marcha. Tan solo se oía un ruido de estática, nada de conversaciones ni palabras.

-Entenderéis que es un hecho muy grave inventarse todo esto –habló el supervisor-. Tendré que abriros un expediente, y ya veremos qué es lo que pasa -sentenció.

Lorena y Elena se levantaron abatidas saliendo fuera de la oficina.

Días después las dos estaban en la misma hacienda donde estuvieron hablando con Ana. Miraban los alrededores totalmente sorprendidas de lo que había allí. Para empezar la empalizada ya no existía, en su lugar había unos postes de madera quemada con otros que estaban tirados por el suelo. Los matorrales y matojos se habían reducido a cenizas como si un incendio habría arrasado toda la granja. Las dos dirigieron su mirada a la casa o lo que quedaba de ella. Ahora no era más que un conjunto de escombros derruidos que ya no se sostenían en pie. El tejado se había desplomado sobre el interior de la casa y tenía un aspecto de abandono desde hacía mucho tiempo.

-¿Tú habías visto ésto cuando llegamos aquí? No entiendo nada -habló Lorena echándose las manos sobre la cabeza.

-No, la verdad que no – respondió Elena -. Ana Prado 1.848 – 1.911 -leyó Elena en la lápida desgastada que tenían justo en frente a unos metros de la casa. Se quedaron en silencio mirando a su alrededor. El sonido de una llamada al teléfono móvil las sobresaltó.

-¡Joder! -chilló Lorena perdiendo su habitual compostura.

Se echó la mano al bolsillo del pantalón y sacó el móvil mientras sonaba.

-Dígame. Sí soy yo … … bien … … bien … de acuerdo, mañana nos vemos -y colgó, se guardó el móvil en el bolsillo de la chaqueta.

-Han llamado de la Agencia, era el supervisor. Nos quiere ver mañana a las 16:00 horas en el despacho –le dijo a Elena-, y ahora vámonos de aquí. No pintamos nada en este endemoniado lugar.

Las dos mujeres muy cariacontecidas se dirigieron al vehículo yéndose del lugar.

-Bueno -hizo una pausa el supervisor cogiendo un poco de aire-, hemos estado hablando con cierta persona de este asunto, y hemos decidido no tomar medidas contra nadie. Todo quedará como un fallo informático de fechas sin más. Vuestros informes serán destruidos, mejor dicho, ya han sido destruidos y serán los segundos informes que ha realizado una nueva incorporación a la Agencia los que queden finalmente archivados.

Lorena y Elena respiraron aliviadas

-Y ¿ahora qué? -preguntó Lorena.

-Simplemente ir las dos a la oficina y saludar a la nueva compañera, ya os avisaremos cuando tengamos algún trabajo. Es todo -remató el supervisor.

Lorena y Elena se levantaron saliendo fuera del despacho. Cerraron la puerta y se dirigieron a las oficinas que había en la planta baja de la Agencia. Preguntaron por la nueva compañera y se la presentaron, era una mujer alta, rubia, delgada, pelo liso, boca pequeña y labios finos que respondía al nombre de Anne. Extendió la mano a modo de saludo mirando a las dos mujeres.

-Hola, encantada chicas, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja …-y reía, reía , reía, mientras las miraba con sus ojos color miel.


Publicado en Bilbao el 19 de marzo del 2021.

Revisado en Bilbao el 8 de febrero del 2021.

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