El accidente

El mundo en mis manos.

Abducciones II.

El accidente.


Miguel con la cabeza levantada miraba al cielo en todas direcciones con cierta desazón intentando encontrar algún atisbo de lluvia. Sabía de sobra que no servía para nada observar el cielo, pero éso es algo que los humanos hacemos muy a menudo. Aún así, dentro de sí imploraba una ayuda que no llegaba.

-Ni una sola nube en kilómetros a la redonda -musitó para sí -. Como ésto continúe así, no sé adónde vamos a ir a parar.

Una pertinaz sequía que duraba ya casi un año le tenía preocupado tanto a él cómo a sus vecinos de hacienda. Dejó de mirar al cielo para mirar al suelo, un suelo seco que se empezaba a agrietar por la falta de humedad. Dio unas patadas con la bota y lo único que sacó de ahí fue polvo y tierra reseca. Se pasó la mano por la frente para quitarse el sudor colocándose de nuevo el sombrero que llevaba en una de las manos. Continuó caminando con gesto preocupado entre sus trigales mirándolos con resignación, unos trigales mustios, débiles y descoloridos. Aquí y allí rompía unas hojas para intentar comprender que era lo que pasaba aunque lo sabía de sobra. Poco a poco fue llegando hasta la linde de su cultivo de trigo. Se detuvo justo en la separación con otros cultivos propios observando el mismo panorama allá hasta dónde le abarcaba la vista. Miró a su alrededor negando con la cabeza.

-O llueve pronto o todo ésto se va a ir a la mierda.

Empezó a caminar por la vereda que separa los distintos cultivos que posee, a cada paso oía como crujían sus botas en un terreno reseco y estéril sintiendo como el polvo que levantaba le entraba por la nariz. Al poco rato llegó hasta dónde había parado el ATV, un quad de uso agrícola mucho más robusto que el propio quad. Miguel había realizado algunas modificaciones al vehículo, a pesar de que él era lugareño para nada ignoraba las nuevas tecnologías ya que hoy en día para cultivar la tierra se necesita algo más que azada y tractor. Al llegar al ATV conectó el GPS del vehículo introduciendo unas letras que designaba dónde quería ir, levantó el asiento del ATV guardando el sombrero cerrándolo después. Agarró el casco que lo había dejado colgado del manillar colocándoselo en la cabeza. Se enfundó los guantes que le colgaban de la cintura sentándose en el vehículo. Miró el GPS que lo tenía en el centro del manillar, cuando vio que todo era correcto arrancó el ATV poniéndose en marcha.

Avanzó  por el camino que separaba sus distintos cultivos, para nada debía de meter el quad en los cultivos ya que destrozaría el suelo y puede que algún sembrado. Sin correr, evitando los acelerones bruscos y con las ruedas firmes en el suelo, siguió la ruta que le marcaba el GPS. Poco después llegó a su destino, una pequeña loma desde donde divisaba toda su hacienda. Una hacienda que era la herencia recibida de sus padres que se remontaban a varias generaciones en su árbol genealógico.

Apagó el ATV echando el freno, se quitó el casco de la cabeza dejándolo entre sus piernas, y recostándose sobre el manillar observó todo el horizonte hasta dónde le abarcaba la vista. Desde dónde estaba situado podía ver toda su hacienda y alguna hacienda más de algún que otro hacendado vecino.

-Que feo está todo -habló para sí-. Todo apagado y de color marrón. Malo, malo.

El verdor brillaba por su ausencia, algunos árboles que debían de tener un color verde hermoso tan solo mostraban algunas hojas y un ramaje que a la distancia parecía seco. Suspiró, y con las manos sobre el casco cerró los ojos. Solo notaba calor y polvo a su alrededor, era mayo y la cosecha ya iba a ser mala.

-¡Que vengan aquí los que niegan el cambio climático! Sabrán …

No pudo acabar la frase, un bramido metálico proveniente del cielo le hizo salir de sus cavilaciones. Dirigió su mirada hacía ese lugar pudiendo observar que a cierta distancia un objeto volador iba generando explosiones a cada cuál más espantosa dejando un rastro de color negro a medida que descendía. Miguel observaba todo aquello con sorpresa e incredulidad, mentalmente calculó la trayectoria del objeto y con mucha preocupación observó que si seguía descendiendo de esa manera chocaría contra su hacienda entre algún lugar de sus sembrados.

-¡La madre que los parió! -exclamó incorporándose del quad-. ¡Malditos drones y quiénes los manejan! Estos señoritos de ciudad, ¡me tienen hasta los cojones!

Miguel que no perdía ojo del objeto observó la forma del aeroplano, se percató que tenía forma de dron aunque era bastante más grande que un dron de los usados por el ejército. Con horror e impotencia miró como el objeto caía sin remisión, y cada vez a más velocidad. Tras varios minutos de caída y a unas decenas de metros por encima del suelo, el objeto consiguió enderezar algo su vuelo y frenar su velocidad evitando un desplome en picado. Miguel vio como poco después de esta desesperada maniobra el objeto desplegaba algo debajo del fuselaje, el tren de aterrizaje quizás, y como levantaba el aeroplano su morro frenando algo más todavía su descenso en los últimos instantes. Finalmente y a una gran velocidad logró aterrizar de una manera muy violenta contra el sembrado de vides. Estuvo deslizándose durante unos cientos de metros generando un gran estruendo destrozando todo lo que encontraba a su paso. Finalmente se detuvo bruscamente envuelto en una nube de polvo, tierra y humo negro. Miguel con las manos en la cabeza no daba crédito a lo que veía, todo un sembrado arrasado de parte a parte y sin posibilidad de arreglo. Estaba que no cabía en sí de la ira.

-¡La madre que os pario!

Totalmente airado se colocó el casco en la cabeza arrancando el quad. Antes de partir echó un último vistazo al objeto que ya no se movía y tan rápido como le permitía el ATV se dirigió hacía el lugar. Mientras se dirigía hacía el lugar del accidente por la cabeza se le pasaban infinidad de barbaridades ya que el destrozo era mayúsculo. Cuando llegó a la vereda que delimitaba el sembrado de las vides se detuvo observando todo el estropicio, miró al fondo del cultivo el objeto ya quieto que despedía un humo negro. La quietud y el silencio eran absolutos, no se oía ni a un solo insecto, no corría el aire. Apagó el quad, se quitó el casco que lo tiró de mala manera al suelo y bajándose del quad anduvo rápido hacía la nave. Antes de llegar a la nave se detuvo dónde el objeto impactó más que aterrizó contra el suelo. Lo que pudo ver le dejo abrumado, un tremendo surco de varios metros de profundidad horadaba todo el sembrado levantando parte de la tierra por los lados del surco y en dirección a la nave. Iba a costar mucho rellenar el suelo, rasearlo y plantar de nuevo, probablemente ese terreno se quedaría inutilizado para posteriores siembras. Miguel cariacontecido siguió andando hacía la nave mirando de vez en vez el surco, a medida que se acercaba pudo ver que detrás de la nave había una gran cantidad de tierra con parte de la siembra producido por el aterrizaje del objeto.

Miguel al llegar a pocos metros del objeto se detuvo mirándolo detenidamente. Miguel no tenía la menor idea sobre tecnología aérea, pero pudo percatarse que ése no era un modelo de nave normal. Precavido, empezó a caminar alrededor de la nave fijándose con detalle en la forma del supuesto dron. No pudo dar la vuelta entera porque la acumulación de tierra se lo impedía así que volvió sobre sus pasos, realizó esta acción varias veces. La nave seguía echando cada vez menos humo por la parte de la cola, o eso pensaba Miguel. Se quedó mirando un tanto atontado a lo que pensaba que era la cabina de pilotaje, pero no pudo observar ninguna persona en su interior ya que parecía que tenia los cristales tintados. Se llevó la mano a la cabeza arrascándose el pelo. Se fijo en la parte baja de la nave esperando encontrar los típicos neumáticos de avión, pero lo que observó no fue el típico tren de aterrizaje de cualquier nave terrestre. Mas bien eran una especie de patines muy anchos que estaban situados dónde debían encontrase las ruedas.

-¡Que cacharro tan extraño! -exclamó.

Cuando se dio la vuelta para seguir con su análisis se encontró de frente con tres personas que le observaban detenidamente, se quedó extrañamente descolocado ya que no le cuadraba que esas personas estuvieran antes ahí. Parecía que llevaban mirándole un buen rato, Miguel los observó con cierto cuidado. Los desconocidos no son bienvenidos en ningún sitio.

-Señores, ésto es propiedad privada. No pueden estar aquí -habló Miguel con firmeza caminado hacía ellos-. Deberán marcharse ahora mismo.

Una de las personas, la que estaba más cerca de la nave, levantó su brazo derecho señalando con un dedo la nave. Miguel se quedó mirando la nave y al ser alternativamente varias veces no entendiendo lo que quería decir. Se fijó en la parte lateral de la nave observando como dicho fuselaje permanecía abierto, o éso parecía, aunque lo que solo lograba ver era una gran puerta negra en la nave. El visitante bajó la mano.

-¿Han salido ustedes de ahí adentro? -preguntó Miguel deteniéndose enfrente de ellos a cierta distancia señalando la nave con la mano con cara de incredulidad, nadie le respondió.

La nave hacía un rato que había dejado de echar humo. Miguel no sabía lo que creer, observó detenidamente a los tres seres. Vestían los tres con el mismo uniforme, un buzo de color cian sin costuras que les tapaba todo el cuerpo desde el cuello hasta los pies incluyendo las extremidades. Las manos, que a parte de la cabeza era lo único que podía ver, eran algo más alargadas y delgadas que de costumbre, pero no necesariamente extrañas. Lo único que era algo diferente era la forma del rostro, todo lo que podía observar era con forma de angulo recto a excepción de los ojos que no diferían demasiado de los ojos humanos. Tenían un pelo muy oscuro y muy corto en forma de punta, por lo demás no llegó a observar ninguna pauta fuera de lo normal. Miguel avanzó unos pasos para poder hablar con esas personas.

-¿Saben ustedes el desastre qué me acaban de hacer? -gritó Miguel señalando el surco dejado por la nave-. ¿De dónde demonios han salido ustedes con esa nave? Voy a tener que llamar al seguro y a las autoridades para que me arreglen esta tremenda avería que me han hecho. ¡Vamos, digan algo! ¿Cómo van a sacar ese cacharro de mi hacienda?
Los tres seres miraban impertérritos a Miguel sin pestañear, se encontraban totalmente inexpresivos. Miguel miraba a los tres atónito esperando alguna clase de respuesta, solo encontró el silencio. Pasaron los segundos, el silencio entre los cuatro era total.

-A ver, veamos -habló Miguel pausadamente intentando mantenerse en calma-. ¿Cómo es posible que hallan estrellado su nave de ésta manera? Una nave muy extraña, por cierto. ¿De dónde vienen? ¿No serán espías chinos o rusos, quizás? No veo ningún distintivo ni bandera de ninguna clase en la nave.

Miguel empezaba a acumular cierto nerviosismo y alarma ya que las tensiones socio políticas con los dos gigantes iban en aumento. Dio un par de pasos hacía atrás, y recordó que siempre debía de ir armado con algún arma de fuego, así se lo habían recomendado. Por lo visto tenían razón. Los seres seguían sin moverse clavados en el suelo, sin pestañear, pero sin perder de vista a Miguel. Tenían distintas estaturas y parecían muy fornidos, no podía defenderse de ninguno de ellos si le atacaban.

-Bueno, bueno, no nos pongamos nerviosos -comentó Miguel con una sonrisa socarrona-. Antes de nada, ¿se encuentran bien? ¿Hay alguien más dentro de la nave? ¿Algún herido?

Miguel se quedó mirando a los seres esperando alguna respuesta, pero no hubo ninguna clase de aclaración. Miguel, al que se le estaba formando un nudo en la garganta, se apartó de los tres seres acercándose a la nave intentando mirar si se encontraba alguien más dentro o por las cercanías. Al acercarse se apoyó en una de las alas de la nave para mirar con más comodidad notando un gran calor en la mano. La apartó instintivamente aunque no llegó a quemarse, se miró la mano y volvió a tocar el ala. Notó el calor que desprendía la pieza de la nave, miró de reojo a los tres personajes que no movían ni un solo músculo. Miguel seguía despistado y sin entender nada. Después de estar tontamente observando la zona de la nave  volvió a acercar a los tres seres con la cabeza ligeramente agachada y dando cortos pasos. Se quedó enfrente de ellos a unos tres metros les miró de nuevo, suspiró, miró al cielo y no vio ninguna clase de vehículo que viniese a socorrerlos, todo estaba en calma.

-Todo ésto es muy extraño -murmuró.

Miguel no tenía ni idea de lo que debía de hacer, estaba en su hacienda con una nave destartalada y tres seres que no soltaban ni una sola palabra de lo que ocurría. Levantó el dedo índice de la mano derecha queriendo preguntar algo, y de improviso el ser que estaba más a la izquierda de los tres avanzó decididamente unos pasos poniéndose delante de Miguel. Esta vez el que se quedó clavado al suelo con el dedo alzado y sin hablar fue Miguel, el ser estaba justo enfrente de él.

El visitante alargando uno de los brazos le ofreció la mano a modo de saludo, Miguel se quedó mirando la mano mientras seguía con su mano alzada. Tímidamente bajó la mano asiendo la mano del visitante, no fue un apretón muy fuerte ni efusivo aunque notó que la mano estaba muy caliente, más de lo normal. Miguel retiró la mano y se la quedó mirando unos momentos, no notó nada.

-PerDonhe nuestrrro zilEnzio -habló el visitante con un acento muy acusado y eligiendo una a una las palabras.

Miguel intentó reconocer el acento del visitante para poder situar de dónde venían, pero era un acento totalmente desconocido para él. Los otros dos compañeros seguían en su sitio sin moverse observándolo todo.

-Benimos de Mui lejos y hemoss sufriDho una …. ….. …. en nuEZTRho nava -volvió a hablar el visitante.

Miguel a duras penas le entendía.

-¿De dónde vienen ustedes? -preguntó Miguel, el visitante tardó en responder.
-De otro phalnettta -respondió mirando al cielo.

Miguel se quedó callado con los ojos abiertos de par en par después de oír la respuesta del visitante. Pasados unos momentos reaccionó sacudiendo la cabeza de un lado a otro no dando crédito a lo que oía.

-¿De dónde me ha dicho que vienen? ¿De otro que … ? Repítamelo, por favor -preguntó Miguel con cara de incredulidad mirando fijamente al visitante.
-De hoTro planHETa -respondió.

Se quedaron los dos callados mirándose mutuamente durante un rato largo. De repente Miguel levantando la cabeza lanzó una estentórea carcajada, algunas aves escuchando la atronadora risa echaron el vuelo. Estuvo durante un par de minutos riéndose de la afirmación del visitante, hora doblado, hora moviéndose de un lado a otro, hora mirando al cielo. Poco a poco se fue calmando la risa mientras se secaba algunas lágrimas que le brotaban de lo ojos, se volvió a quedar delante del visitante que no hizo ninguna clase de movimiento ni dijo una sola palabra.

-De todas la excusas que me han puesto ésta … ésta es la más rocambolesca de todas -habló Miguel casi sin contener la risa-. De otro plan ….

Miguel no pudo acabar la frase rompiendo a reír de nuevo. Los visitantes permanecían impertérritos mirándole, cuando acabó de reír de nuevo se fijó en sus visitantes que estaban totalmente serios. Al fijarse en la actitud de ellos Miguel decidió comportarse más adecuadamente, se acordó del surco de la nave y de los destrozos, y pasó a una postura más sensata.

-Seamos serios -habló Miguel enfrente del visitante gesticulando con las manos-. No hay naves extraterrestres en este planeta, se ha demostrado con creces que todo eso es una mentira absurda. Además, ustedes vienen de malas maneras y no como habitualmente deberían de llegar.
-No sabemhos de qué nos estÁ abLando -respondió el visitante que ha medida que hablaba perdía su acento, Miguel se percató de ello.
-¿Cómo que no? -preguntó exaltado-. Aquí no hay comité de bienvenida, ni ninguna carretera que les atraiga, es casi mediodía …
-Señor …
-Miguel, chaval. Llámame Miguel -cortó Miguel levantando la mano parando la charla al visitante.
-Migüel, nosotros shomos visiTantes de otro planeta. No enthendeMos de qué habla.
-Un momento, ¿por qué vas perdiendo el acento? Cada vez tienes menos, te crees que soy tonto. Me venís con esa nave y me pretendéis engañar con esta charla. Claro, con tal de no pagar el estropicio lo qué sea.
-Cada vesss hablo mejor porQe voy aprHendIEnDO a medida que hablas, y con ello Mish compÑÑÑeRRRRoss -acabó de hablar no sin un gran esfuerzo.

Miguel miró de soslayo a los otros dos que se mantenían detrás, no se creía ni una sola palabra.

-NechsitamHos alguna Ayyuda para reprar la nave y marcharnos.
-¿Y qué pasa con este sembrado? ¿Con todas las vides arrancadas y el terreno levantado? -gritó Miguel fuera de sí-. ¿De otro mundo? ¡Ja!
-No tendrá ningún Prhoblema en recuperar su terreno, se lo arrglharhemos. Pero antes debhemos arreglar la nave.
-Y si son de otro planeta, ¿por qué no llaman a los suyos? -preguntó Miguel socarronamente nervioso-. ¿Dónde están las lucecitas? ¿Y la musiquita? Además, ustedes siempre vienen de noche, ¿Por qué de día? Y su aspecto es muy humano, no tienen la cabeza enorme con ojos grandes negros y boca pequeña. ¡Parece que se han escapado de un baile de disfraces!

Miguel empezó a chasquear los dedos como intentado recordar algo.

-¡El quad! -chilló señalando al ATV en la distancia.

El visitante miró en aquella dirección totalmente inexpresivo, Miguel le miraba con la cara que se pone a una persona cuando le pillas en una mentira.

-Si sois de otro mundo, ¿por qué no se paró el quad? -preguntó Miguel-. Además funcionan todos lo aparatos electrónicos, y hay mucha normalidad en esta situación. ¿Dónde está toda esa parafernalia de luces y sonido? No la veo por ningún sitio. ¿Dónde está el silencio?
-No hacemos esas hacTuaciones, desconocemos lo qué nos dice -respondió el visitante.
-Venga, amigo. Seamos serios, díganme de dónde vienen y todo será más rápido y fácil. En una hora recibiremos ayuda y todos a casa tan contentos -dijo Miguel.

El visitante como por arte de magia, o porque Miguel no se fijó, tenia una especie de cilindro metálico del tamaño de un bolígrafo en la mano, pero un poco más grueso. Se lo mostró a Miguel que lo miraba con curiosidad, el objeto tenía una especie de circulo de color verde en el extremo superior y apuntaba a la frente de Miguel. Bruscamente se apartó dando unos pasos hacía atrás poniendo las manos delante de su cara intentando tapar el objetivo del objeto.

-¡Ah, no! ¡Tonterías de esas a mi, no! A mi no me vais a hipnotizar, o lo que sea, con esos cacharros seáis extraterrestres o miembros del gobierno, que para el caso me da lo mismo -dijo Miguel ciertamente alarmado.

El visitante bajo el brazo a lo largo del cuerpo con el objeto en la mano torciendo el gesto, miraba la reacción de Miguel que en un acto infantil se tapaba los ojos. Estuvo así durante un buen rato, poco después y mirando a través de los dedos mientras se tapaba la cara como un niño miraba a los visitantes. Pasados varios minutos y viendo que no sucedía nada volvió a cierta normalidad, como un animal asustado se fue acercando al visitante mirando todo el rato la mano que sostenía ese objeto. Cuándo se acercó lo señaló con el dedo.

-¡No me vuelvas a apuntar con eso! No quiero ni hipnosis, ni que me borréis la memoria, ni nada de esas tonterías que hacéis todos los grupos gubernamentales. Nada de lobotomizaciones del gobierno, o como se diga éso -habló Miguel con cierto tono de súplica en su voz.

El visitante le miraba, no pestañeaba ni él ni sus compañeros. Miguel miraba asustado a los tres en una situación que le empezaba a desbordar.

-Sois vosotros unos seres un tanto eXtraññños, este cilindro es un medidhor de vida. Lo usamhos para cuantificar la vida de todhos los serrres con que nos hallamdos en nuestros viajes.

Miguel miraba el objeto y al visitante no creyendo nada de lo que decía.

-Si quieres puedes pasar al interior de la naBe para ver nuestra tecnología -habló el visitante alargando el brazo invitándole a entrar.
-¡No! ¡Éso tampoco! -respondió Miguel alarmado-. Seguro que hacen alguna clase de experimento sexual de ésos conmigo, o alguna que otra cochinada. Mi ADN es mi ADN, y si son del gobierno me harán desaparecer, así que ni hablar. ¡Aquí me quedo!

De improviso uno de los viajeros que estaban detrás avanzó hacia dónde se encontraban Miguel y el viajero con el que hablaba. Al llegar a la altura de su compañero se acercó hablándole al oído. Miguel observaba la escena muy tenso, se fijó que tan solo movía los labios en un tono totalmente inaudible para él. Estuvo hablando al oído de su compañero durante varios minutos, para Miguel que no entendía nada se hicieron muy largos. Finalmente cuándo el segundo viajero acabó se quedaron los dos en silencio mirando a un lugar fijo de la nave con la mirada perdida. Miguel dirigió su mirada hacía ese lugar, pero no logró observar nada que le llamase la atención. Al mirar al fondo dónde se encontraba el tercer viajero no vio a nadie, sorprendido buscó por los alrededores no encontrando a dicho ser. Ahora tan solo había dos viajeros y él. Miguel se movía inquieto, había pensado salir corriendo hacía su quad para avisar, ahí tenía también su teléfono, pero viendo como se movían estas personas no tenía ninguna posibilidad. Tan solo tenía la esperanza de que alguien más hubiera visto el accidente y llamase, pero por el tiempo transcurrido creía que nadie había visto el percance.

Pasados los minuto los dos visitantes dirigieron su mirada a su interlocutor a la vez, Miguel observó dicho comportamiento dando unos pasitos hacía atrás temiéndose lo peor.

-Miguel, necesitamos su ayuda -habló el segundo viajero con un tono de voz muy similar al primero-. Nuestro tercer compañero se ha dirigido a reparar la avería que ha hecho estrellarnos.

 Miguel observaba desconfiado.

-¿Qué debería de hacer? -preguntó con cierto tono de angustia en la voz.

El segundo visitante extendió la palma de la mano enseñando una pequeña pieza.

-Debe de colocar esta pequeña pieza hallá dónde le digamos en la parte exterior de la nave -habló el segundo enseñando firmemente la pieza.

Miguel miró la pieza extrañado, parecía un pequeño circuito eléctrico de los que se usaban en las antiguas computadoras.
-¿Pero éso no podéis ponerlo vosotros? -preguntó Miguel confuso mirando la pieza-. Ésto me huele a cuerno quemado.
-No entendemos esa expresión -habló el primer visitante-, pero la zona dónde se debe de colocar es una zona muy peligrosa por la emisión de cierta clase de ondas perjudiciales para nosotros. Por ello hemos tennnido que salir de la nabe.
-¿En el exterior habéis dicho? -preguntó Miguel que se frotaba la palma de las manos en los costados de las piernas de los pantalones como queriéndose limpiar.

Miguel extendió la mano y el visitante le hizo caer la pieza en su mano. El primer visitante extendió el brazo señalando la parte posterior de la nave, por lo menos eso creía Miguel que así era.

-Allí encontrará un hueco donde podrá colocar diccho emememnto -habló el segundo visitante.

Miguel no sabiendo muy bien el por qué comenzó a andar en esa dirección para colocar el aparato, los visitantes se quedaron como estatuas mirando al frente sin ni siquiera observarle. Al llegar a la zona que le habían dicho los visitantes Miguel se quedó observando la zona de la nave, allí encontró un cuadro al descubierto con una pequeña apertura del tamaño de la pieza. Mirando al suelo para no tropezarse se dirigió hacía el lugar, se detuvo delante de la pequeña apertura comparando la pieza con la apertura. Observó un momento el hueco, y con la pieza en la mano la encajó dentro de la apertura. Mientras miraba por curiosidad siseando se deslizó una pequeña ranura tapando el cuadro con la pieza dentro, delante de sus ojos percibió como el cuadro se fusionaba con el fuselaje no dejando ninguna clase de ranura. Miguel dio un par de pasos hacía atrás. Miró hacía dónde estaban los visitantes no hallando a nadie, corrió desconcertado hacía el lugar mirando en todas las direcciones buscándoles. No pudo hallar a nadie.

De improviso sonó un ruido desconocido proveniente de la nave, observó como la nave se enderezaba cuál ser vivo que se despereza dando la sensación que se despertaba después de un mal sueño. Se dio la media vuelta empezando a correr tropezando aquí y allí, cuando ya llevaba varios metros la nave a sus espaldas empezó a levantar el vuelo con firmeza arrancando todavía más vides y terreno. Parecía que se estaba quitando de encima toda la herrumbre acumulada en el aterrizaje. Miguel paró su loca huida mirando hacía atrás, hacía donde estaba la nave, la vio por encima de su cabeza sosteniéndose por si sola. Suavemente empezó a avanzar sin alzar más el vuelo, pasó por encima de Miguel que se tiró al suelo haciéndose un ovillo y tapándose la cabeza en un acto instintivo.

Cuando la nave se encontraba ya a unos metros Miguel levantó la cabeza para ver dónde se encontraba. Como vio que se alejaba y ya estaba a cierta distancia se incorporó poniéndose de pies sin perderla de vista, se sacudió la tierra que tenía en la ropa.

-Serán hijos de puta -masculló Miguel entre dientes.

De improviso, y a pesar de su vuelo majestuoso, mientras avanzaba la nave empezó a subir y bajar en forma de ese rozando el suelo y arrancando todavía más terreno y sembrado.

-¡Hijos de la gran puta! ¡Desgraciados! -chilló como un loco Miguel.
Empezó a correr como un loco desesperado en dirección a la nave y cogiendo restos del sembrado o lo que pudiera los lanzaba en dirección a la nave a la que naturalmente no alcanzaba. La nave ahora se enderezaba y volaba majestuosa, ahora daba tumos haciendo eses arriba y abajo, y vuelta a empezar. Llegó a aterrizar en distintos sembrados destrozando todavía más la cosecha, Miguel gritaba desesperado viendo lo que sucedía. Se quedó sentado con lágrimas en los ojos observando como le destrozaban la hacienda, se la estaban dejando como la superficie de la Luna, llena de cráteres.

-¡Vaya unos marcianos de mierda! -gritó Miguel mientras se secaba algunas lágrimas de los ojos-.

Esto no ocurre en las películas, no. Menuda avería, cuando contacte con el gobierno se van a enterar. Finalmente la nave volvió a aterrizar verticalmente en otro de los sembrados suavemente quedándose quieta. Miguel no la veía, pero sabía donde estaba. Finalmente se tumbó mirando al cielo, poco después cerró los ojos.

No llegó a saber cuanto tiempo había estado tumbado, pero por la posición del Sol ya empezaba a anochecer. A duras penas se levantó temblando de la impresión, miró a su alrededor y lo vio todo destrozado hasta allá dónde le llegaba la vista. Andado se dirigió hacia donde había dejado el quad, al llegar lo encontró aplastado debido a uno de los aterrizajes de la nave. Cariacontecido se quedó mirando varios minutos el amasijo de hierros que era ahora su quad, levantó la vista hacía dónde estaba la nave y con paso cansino comenzó a andar hacía esa dirección. Mientras caminaba miraba hacía los lados viendo solo destrucción, prácticamente no había quedado un solo cultivo sano.

Poco a poco se fue acercando y cuando ya la tenía a la vista se detuvo. La nave estaba quieta, daba la sensación de parecerse a se un ser vivo que está descansando. Observó que de los costados de la nave salían una especie de listones que se clavaban en el suelo, volvió a acercarse para observar con más detenimiento. A cierta distancia se paró y miró esos listones, lo que pudo observar es que se trataban de tubos transparentes que parecía que introducían un líquido al terreno.

-Ahora me introducen mierda en la tierra -habló airado.

Miguel que miraba derrotado ya no sabía que hacer, así que se sentó y esperó. Tiempo después y antes de que el Sol desapareciese los tubos se retrajeron hacía la nave, Miguel se puso de pies esperando algún movimiento. El silencio era absoluto, parecía que toda la tierra estuviese expectante. Poco a poco la nave se separó de la tierra y fue levantando el vuelo, totalmente vertical e impertérrita se elevó hacía un cielo azul despareciendo de la vista de Miguel. Miguel que se quedó mirando a cielo que ya casi era oscuro agachó la cabeza y con las manos en la cara lloró amargamente.

No supo cuanto tiempo tardó en llegar a su casa allí en la hacienda. Llamó a las autoridades para dar parte de lo sucedido. Cuándo llegaron se quedaron asombrados del tremendo destrozo que vieron en la hacienda. Miguel a durás penas pudo dar explicaciones de lo ocurrido, ante ésta situación las autoridades abrieron una exhaustiva investigación. Tuvo que ir a distintos juicios por los destrozos causados al medio ambiente, tuvo muchos problemas para que las aseguradoras le pagasen los daños ya que pensaron que todo lo había hecho él para cobrar el seguro. Poco a poco fue superando todo, y con el tiempo todo volvió a la normalidad.

Cinco años después del incidente el mundo le mira con asombro, una enorme sequía que azota el mundo desde hace más de un lustro no evita que sus cosechas fuesen abundantes y de gran calidad. Los científicos atónitos estudiaban lo que ocurría en su hacienda ya que todo ese esplendor se producía sin apenás una gota de agua. Mientras que los alrededores de su hacienda se iban transformando en auténticos eriales y más allá avanza el desierto, sus sembrados eran verdes y abundantes. Miguel orgulloso miraba al cielo de vez en vez y desde su interior daba las gracias.

Publicado el 12 de octubre del 2019.

Revisado el 24 de febrero del 2021.

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