Espejos. Capítulo 10.

Espejos.

Capítulo 10.

El regreso.

-Dos semanas, y no me han dicho nada de nada sobre el estado de Aedeon -habló con desesperación Antonio sentado en la sala principal mirando hacía la ventana.
La falta de información era absoluta, y no se había producido ninguna conexión con él desde la ultima vez que habló con Agurín. La puerta de la sala de curas permanecía herméticamente cerrada, Antonio se estaba preparando para lo peor.
-Tendré que tener unas palabras con la persona que contacte de nuevo conmigo …
-¿Qué palabras? -escuchó una voz que venía desde la entrada de la sala sobresaltándolo mientras hablaba en voz alta cortándole el argumento.
Antonio dio un bote en su asiento poniéndose de pies mirando hacia la puerta, había colocado la butaca de espaldas a la entrada. Tenso, se quedó mirando a la figura que veía en la puerta de la sala. Tardó en reconocer a la persona que veía.
-¡Aedeon! -gritó de júbilo Antonio.
Se dirigió hacía ella para darla un abrazo, pero ella con un gesto de la mano le detuvo.
-Calma, calma -habló Aedeon-. Me acabo de levantar, y no estoy para abrazos.
Tomando ella la iniciativa abrazó con cariño y calma a Antonio, después de este breve saludo se sentó en una de las butacas. Se la notaba cansada y dolorida, intentó acomodarse varias veces hasta que logró coger la postura adecuada. Antonio observó a una mujer bastante más delgada y débil con la piel muy blanca. Vestía una especie de bata blanca de hospital semitransparente que la cubría entera excepto los brazos, se percató que a la altura de la cintura tenía un vendaje bastante aparatoso. Se preguntó de dónde había salido todo eso, recordó que estaba en otro universo.
-¿Cómo te encuentras? -preguntó Antonio emocionado.
- Ummmmm … Bastante dolorida -respondió Aedeon respirando profundamente.
Antonio no sabía que decir ni que hacer. Estaba de pies mirándola embobado, todas las preguntas o comentarios que iba a realizar se le quitaron de la cabeza. Estuvo así un buen rato. Aedeon había cerrado los ojos mientras respiraba pausadamente, estaba saboreando el estar con vida.
-¿Qué pasó cuándo cruzamos el transportador? No recuerdo nada -preguntó suavemente Aedeon mientras entornaba los ojos.
Antonio hipnotizado por el repentino encuentro tardó en responder, Aedeon abriendo más los ojos y mirando inquisitoriamente a Antonio le conminó a reponder.
-Cruzamos el espejo de una manera muy violenta, al llegar me di cuenta que estabas inconsciente y herida -empezó a explicarse a Antonio-. Te cogí en brazos y te lleve a la habitación de curas. Contacté pidiendo ayuda, y una tal Agurín con la que después tuve una larga charla, lo puso todo en marcha. La expliqué la situación, pero de ti no he tenido noticias hasta que has aparecido. Cuándo ahora te presentaste en la puerta creí que eras una aparición, cómo me ocurrió en la fiesta.
Aedeon escuchaba con los ojos cerrados, su entrenamiento lograba que el dolor no la venciese y pudiese seguir con su labor.
-¿Qué fiesta? -preguntó extrañada.
Antonio se dirigió a una de las butacas sentándose no perdiendo de vista a Aedeon.
-En una fiesta que se hizo en mi universo cuando entregué la tesis, te vi.
Aedeon abrió los ojos mirándole sorprendida por lo que Antonio contaba.
-No llegó al minuto, pero eras tú -siguió hablando Antonio-. Vestías un traje de época y tenias un peinado de época también. Me asusté mucho entonces. Ahora pienso que me estabas vigilando, y que por alguna razón o error tuyo te logré ver. Fuiste como una aparición.
Aedeon miraba sin entender.
-Éso no lo hice yo -respondió secamente Aedeon.
-Estoy seguro de lo que pasó, eras tú.
-No vigilamos de esa manera -razonó Aedeon-. No podemos ir contra las leyes físicas de los universos, debemos de adaptarnos a ellas. Vigilamos, pero no aparecemos y desparecemos ante nadie. ¿Estás seguro de lo qué dices?
-Completamente.
Aedeon cerró los ojos quedándose pensativa.
-Nunca me has hablado de ese asunto hasta hoy -habló con calma Aedeon-. Pero bueno, ya aclararemos ése y otros temas más adelante. Ahora debo de recuperar fuerzas, y nada mejor que ponernos a comer. ¿Por qué no me preparas algo?
Antonio encantado por el comentario se levantó dirigiéndose a la sala que hacía las veces de cocina, al fin y al cabo en ese universo no tenía que cocinar. Todo era pensarlo, y te lo preparaban en el acto. Aedeon se quedó mirándolo con cara de severidad mientras salía por la puerta aunque él no llegase a notarlo.

La recuperación de Aedeon fue lenta, el veneno que tuvo que eliminar mermó mucho su salud. Antonio se desvivía en atenciones hacía ella, pero ella se sentía molesta por tanta atención.
-No seas pesado, me encuentro bien. Déjame tranquila, ¡y no me sobes tanto! -recriminaba de vez en cuanto Aedeon.
Todas las mañanas al levantarse Aedeon se recluía en la sala de curas para recibir la pertinente cura, pero no permitía bajo ningún concepto que Antonio estuviese presente. Pasados diez días la retiraron los vendajes, Antonio observó en su costado unas cicatrices muy feas y desagradables.
-¿Te quedarán esas cicatrices ahí? -preguntó.
-No, no te preocupes. El tejido regenerará limpiando las cicatrices sin dejar rastro alguno -respondió Aedeon.
Aedeon con el paso de los días fue recuperando peso, y esa piel blanca que tenía le fue desapareciendo progresivamente. A pesar de lo delicada de la situación, y de que no estaba para muchos trotes, siguieron con las clases solo desde el plano teórico.
-Esos seres que nos atacaron se pueden dividir en varios grupos o castas -explicó Aedeon-. Existe una casta superior entre ellos que jamás la hemos visto, pero que sabemos que existe. Podemos llamarla como “cerebros”, seres que lo gestionan y guardan todo. Esa casta es la que configura la estrategia y la organización, nunca hemos llegado hasta ellos. Luego vienen “los prácticos” como el anticuario, cómo tu lo nombras, que no son más que agentes como nosotros. Los últimos son los que obedecen siempre, “los ayudantes”. Algunas veces los que mandan pasan a ser los cerebros, pero los ayudantes siempre serán ayudantes. Ellos se definen y mencionan de otra manera, por supuesto.
-Son como las abejas -razonó Antonio-. Una reina abeja, las abejas y luego los zánganos.
-¿Qué son las abejas? -preguntó Aedeon confundida.
-Insectos -respondió Antonio.
-Ah, cómo el que activó el espejo. No en todos los universos hay insectos, me resulta complicado entenderlos.
-Bueno, no es lo mismo. El insecto del espejo era un solitario mientras que las abejas funcionan como una colmena, cómo te he descrito anteriormente.
-No veo ninguna similitud, pero si tú lo dices -comentó Aedeon sin entender nada de lo que decía Antonio.
-Bueno, déjalo -respondió Antonio- Volviendo al tema, ¿son humanos o no?
-No, no lo son. Adoptan las formas que necesitan para invadir los diferentes mundos de cada universo, hay más razas que universos. Piensa en lo qué me hicieron, ¿éso lo hace un ser humano? Es una raza totalmente diferente a las demás razas, por eso necesitan invadir mundos, y captar a seres de otras razas para poder expandirse por los demás universos.
-Claro -respondió Antonio-. Ellos no pueden acceder a los universos que los demás podemos acceder, de la misma manera que yo no puedo acceder a los universos a los que ellos acceden. El espejo así funciona.
-Así es.
-Por cierto -habló Antonio-. No he vuelto a tener contacto con esa jefa organizadora tuya, Agurín. ¿No quiere saber nada de mi? Tuve una conversación algo tensa con ella, por lo visto no están demasiado contentos de cómo se llevan las cosas por aquí.
Aedeon se quedó pensativa mientras se tocaba el costado que fue atacado por el anticuario.
-La situación no es buena, Antonio. Estamos muy justos de agentes y personal. Te estoy preparando para que cuando regresemos a tu universo sepas a qué te enfrentas, ya veremos si acabas en nuestra organización o por si el contrario debemos de desecharte. No todo el mundo sirve -habló Aedeon secamente y sin miramientos.
Antonio se quedó pensativo por la afirmación de Aedeon.
-¿Cómo se reproducen? -soltó de improviso Antonio.
-¿Quienes? -preguntó Aedeon.
-Los anticuarios.
-¡Ah! Pensamos que se reproducen mediante alguna clase de práctica asexual, al ser una raza distinta su reproducción es diferente a la nuestra. No sabemos cómo se multiplican, pero si sabemos  que no tienen diferenciación de sexos, son un único sexo. Eso les reduce mucho ciertos problemas, y les da bastantes ventajas -respondió Aedeon.
-Vaya aburrimiento que tendrán esos seres, no me extraña que lo invadan todo. Y de mientras, ¿por qué no nos reproducimos tú y yo? -preguntó Antonio jocoso.
-¡Antonio! -gritó Aedeon recriminándole la pregunta mientras le tiraba uno de los mandos del espejo que le rozó ligeramente a Antonio en un brazo, por suerte el mando no llegó a tocar el suelo.

Aedeon se fue recuperando con el paso del tiempo, poco a poco fue eliminado las toxinas que el anticuario le inoculó con sus garras. Mientras, Antonio pensaba que ya era todo un agente creyéndose que ya se encontraba preparado para acabar con los enemigos a los que se había enfrentado. Aedeon sabía en su fuero interno que no era así.
-¿Habéis matado alguna vez a algún anticuario o cualquier otro enemigo? -preguntó Antonio mientras comían juntos en la cocina del apartamento.
-Sí -respondió secamente Aedeon.
-¿Cómo? -volvió a inquirir Antonio.
Aedeon seguía comiendo pausadamente y con gran educación, parecía que no quería hablar del asunto.
-¿Usáis armas de fuego, láseres, plasma, bombas? -preguntó Antonio tomado un bocado del plato.
Aedeon interrumpió su colación mirando inquisitoriamente a Antonio, se había quedado con el cubierto a medio camino de sus sensuales labios. Antonio seguía comiendo como si nada. Cuándo levantó la cabeza y miró a Aedeon en la silla de enfrente de la mesa que compartían se quedó cohibido ante su mirada. Sabía que había dicho algo inapropiado, y cómo siempre no sabía el qué. Antonio tragó con dificultad como si no le llegase la camisa al cuello.
-Si te refieres a esos objetos que utilizáis en tu universo, y que se exhiben en ciertas series de olovisión, tengo que decirte que no sirven para nada contra este enemigo -respondió secamente Aedeon mientras sostenía el cubierto-. Creo que te he comentado que lo que hacemos es mandar a estos seres a ciertos universos dónde son automáticamente aniquilados ya que son incompatibles con su química orgánica. Creo que nunca me has visto armada, ¿verdad?
-Sí, es cierto. Esos universos, ¿son cómo una especie de universos prisión? -preguntó Antonio queriendo desviar el tema.
-No. Antonio tienes que tener claro que las armas convencionales no sirven contra estos seres -habló Aedeon-. Lo que hay que hacer es capturarlos entre varios, y desde ese lugar dónde te encuentres mandarlos a esos universos de donde no regresan jamás.
-¿Cómo lo sabemos?
-Sabemos que universos son incompatibles con su vida y con la nuestra. Simplemente los mandamos … …  y final -habló Aedeon con cierto tono de mofa y musicalidad en sus palabras.
Continuó comiendo como si lo dicho por ella fuese lo más normal del mundo. Antonio se quedó pensativo por sus palabras, no quiso realizar ninguna pregunta más.

Días después con Aedeon perfectamente recuperada, Antonio y Aedeon se encontraban sentados en la sala principal enfrente de la pantalla de olivisión. La pantalla encendida mostraba el rostro grave de Agurin, se encontraban reunidos para llegar a ciertas conclusiones y tomar decisiones.
-Hemos estado analizando las causas por las que tuvisteis ese encuentro sorpresivo con el enemigo -habló Agurin-. La conclusión a la que hemos llegado es bastante simple, ciertos agentes nuestros pasados a las filas del enemigo les pasaron información delicada sobre otros lugares a los que ya habíamos llegado, aunque ellos no. El resto fue cuestión de vigilancia y control. Tuvisteis mucha suerte para salir de esa situación.
Antonio y Aedeon escuchaban con atención.
-La decisión a la que llegamos es que no hay más tiempo para seguir formando a más agentes, debemos de empezar a movernos. -Miró a Aedeon fijamente-. Por lo tanto, deberéis volver al universo de origen del sujeto extraído de allí lo antes posible, Aedeon ya sabes cómo actuar. Una vez llegados allí los dos permaneceréis juntos a la espera de nuevas instrucciones. Creemos que no es seguro que permanezcáis más tiempo dónde estáis. Naturalmente cuándo os marchéis deberéis de anular el transportador de origen que aunque el enemigo desconozca su situación. Creemos que no tardará en hallaros, y el modo de llegar. Así anularemos la entrada a ese universo con ese transportador, algo es algo. ¿Alguna pregunta?
Hubo silencio durante unos segundos, seguidamente la pantalla se ennegreció dando por concluida la reunión.
-Vuelvo a casa -habló Antonio.
-Sí. Así que empieza a recoger alguna pertenencia o lo que te quieras llevar que a más tardar nos marchamos de aquí -ordenó Aedeon levantándose del asiento.
-Por cierto, ¿cómo os comunicáis entre vosotros de un universo a otro? -preguntó Antonio.
-Conectamos con los transportadores y enlazamos entre nosotros -respondió Aedeon-. No te puedo dar más detalles, no soy una experta en estos temas. Solo sé que funciona, nada más.
Antonio recorrió la casa intentando pensar que era lo que se podía llevar. No encontró nada que le pudiera interesar.
-De vacío he venido, y de vacío me marcho -pensó.
Se dirigió a la sala principal sentándose en una de las butacas esperando a Aedeon, pasó un buen rato mirando hacia la ventana. Aedeon apareció en la sala presurosa.
-¡Venga! ¡Vamos! -exclamó Aedeon-. ¿A qué esperas a recoger tus cosas?
-Estoy listo, tengo lo que necesito -respondió Antonio con cierta ansiedad.
-Bien, como quieras. Supongo que volver a casa te pone nervioso, de todas formas saldremos mañana. Si tienes que despedirte de alguien es el momento.
Aedeon totalmente acelerada iba recogiendo unos enseres de aquí y de allí llevándoselos a su habitación, Antonio impertérrito la observaba con detenimiento. Tenía cierto punto de tristeza el abandonar dicho lugar para no regresar jamás, observó como Aedeon se movía frenética de un lado para otro. Pensó que no poder volver al lugar de origen te desarraigaba demasiado dejándote como el eterno exiliado, una persona que nunca acaba de encajar en ningún sitio. Triste y algo melancólico se paseó por la casa, Aedeon de reojo le observaba.

Al día siguiente Antonio se encontraba con lo puesto en la habitación del espejo, estaba esperando a Aedeon. Tranquilo y con el mando del transportador en la mano aguardaba a que llegase. Ya había usado el espejo mandando la maleta de Aedeon con sus pertenencias a su universo. Pausada y hermosa, o eso le pareció a Antonio, apareció en la habitación.
-No tenía ni idea que se pudiese trasladar objetos por el espejo -dijo Antonio a Aedeon.
-Si te das cuenta no viajamos desnudos, la ropa que vistes también viajaba contigo aunque al llegar al destino se adapte -explicó Aedeon-. La diferencia es que debes de poner la dirección correcta para luego ir después.
-¿Nos vamos? -preguntó Antonio.
-Sí. No te olvides de anular este transportador cuando salgamos de aquí.
Antonio tecleó en el mando las instrucciones pertinentes, los dos se pegaron el uno al otro, y el espejo se activó transportándolos por última vez desde ese universo al universo de Antonio. Cuando acabó el transporte el espejo que dejaban atrás se ennegreció quedándose sin reflejo, el espejo había quedado inutilizado aunque ellos no pudiesen comprobarlo.

Cuando llegaron a su destino, el viaje solo duraba un instante, se encontraron en un lugar oscuro, pequeño, sucio, mal iluminado, con cierto olor a humedad y mal ventilado. Antonio se sobresaltó alarmándose por el cambio.
-¿Me he equivocado de destino? -habló asustado mientras miraba el mando, Aedeon estaba a su lado.
-No, todo es correcto -respondió Aedeon-. Hemos llegado a nuestro destino, es tu universo.
Aedeon le dio un beso a Antonio en la mejilla, Antonio se sorprendió por la explicación de Aedeon.
-Pero, ¿no íbamos a volver directamente a mi casa? -preguntó Antonio.
Aedeon anduvo unos pasos cogiendo la maleta que anteriormente habían mandando, la miró observando que todo era correcto. La cogió con la mano derecha alzándola, y haciendo un gesto a Antonio le invitó a que le acompañase. Antonio se guardó el mandó, y acelerando el paso alcanzó a Aedeon. Anduvieron unos metros alejándose del espejo, Aedeon estaba tranquila como era su costumbre mientras que Antonio no entendía nada. Aedeon abrió la única puerta que había en una de las paredes y accedieron a unas escaleras que ascendían igual de demacradas que el lugar de dónde salían.
-¡Un sótano! -exclamó Antonio-. El espejo está en un sótano.
Aedeon le miró cómo quién mira a un niño.
-Este espejo, transportador, está situado en un lugar que solo nosotros conocemos totalmente resguardado de las manos del enemigo -explicó Aedeon mientras subían las escaleras con Antonio detrás-. Tu transportador probablemente esté vigilado, y nos estén esperando … ¡Antonio! Separate unos escalones más que la escalera es muy estrecha y solo pasamos de uno en uno, ¡y no me mires tanto el culo!
Antonio se separó un par de escalones, pero no perdía de vista las caderas de Aedeon.
Después de estar un buen rato subiendo llegaron a la puerta de salida. Aedeon abrió la puerta saliendo los dos a la calle. Antonio cuando pisó la acera se detuvo no reconociendo el lugar aunque si la gente y los modos. Se alivió de sobremanera al darse cuenta que estaba en su mundo, pero desconocía en que lugar.
-¿Dónde estamos? -preguntó con lágrimas en los ojos.
-Estamos cerca de tu casa, pero a unos kilómetros de distancia de allí -respondió Aedeon-. No sé si reconocerás estas calles, pero te aseguro que estamos en tu mundo. Ahora vamos al piso.
Aedeon se puso a caminar con paso decidido, Antonio que tardó en reaccionar la seguía. Varios minutos después de caminar juntos llegaron al portal de la vivienda, Aedeon abrió la puerta accediendo los dos al interior.

-Sí, son ellos. Los hemos visto caminando juntos, pero no les hemos seguido para no levantar sospechas -habló el anticuario por el teléfono de la tienda.
Escuchó lo que le indicaban desde el otro lado de la línea.
-No sé por dónde han accedido ni dónde estarán ahora, tampoco sabemos dónde está el transportador. Lo que si tengo claro es que debemos de vigilar la vivienda del hombre sin llamar la atención lo más mínimo, es lo más seguro por ahora. Los dos son muy peligrosos sobre todo la mujer.
Siguió escuchando.
-A saber la cantidad de transportadores que habrán inutilizado -habló nervioso-. Debemos intentar que no destruyan los de este mundo, no podemos replicar esa tecnología. Pondremos la vigilancia necesaria, debemos ser cautelosos. No se nos deben escapar ninguno de los dos. Estaremos en contacto.
El anticuario colgó el teléfono. Volvió a descolgarlo y esperó contestación, habló en un idioma totalmente ininteligible para la raza humana realizando unas vocalizaciones y movimientos de mandíbula que no eran humanos. Cuándo acabó de hablar, colgó el teléfono quedándole una sonrisa maliciosa.

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