Espejos. Capítulo 9.

Espejos.

Capítulo 9.

Curando las heridas.

Instantes después el espejo les devolvió a su universo base siendo escupidos de una manera muy violenta cuando regresaron. Lanzados a lo largo de la habitación, cayeron de bruces violentamente golpeándose varias veces a lo largo del cuerpo. Segundos después el espejo se desconectó como de costumbre volviendo a su funcionamiento normal. Ambos se quedaron tendidos en el suelo durante unos momentos, Antonio dolorido y todavía consciente se giró mirando hacia dónde había caído Aedeon que permanecía inmóvil. La sensación de mareo y vértigo que tenía Antonio era espantosa, pero aún así empezó a arrastrase con un gran esfuerzo dirigiéndose hacía dónde permanecía Aedeon tirada boca abajo aparentemente inconsciente. Al llegar dónde estaba Aedeon la dio la media vuelta sujetándola la cabeza.
-¡Aedeon! … ¡Aedeon! -gritó muy nervioso Antonio-. ¡Por favor! Dime algo … dame una señal …
No hubo respuesta de ella y ni la más mínima mueca, permanecía inerte e inconsciente. A pesar del fuerte mareo Antonio recordó la sangre en la mano, y rasgándola el vestido por el costado que había tocado él anteriormente buscó alguna herida. Lo que encontró le asustó en demasía, tenía tres heridas profundas de las que brotaba sangre. Parecía un zarpazo limpio hecho por una fiera, por lo menos era lo que le pareció a Antonio en ese momento. La pelea por lo visto no fue tan a favor de ella como creyó en un primer momento, de todas maneras debía actuar rápido.
Cogió a Aedeon en brazos llevándosela a trompicones a una de las habitaciones que hacía las veces de sala de curas. Antonio no era precisamente un hombre fuerte, y Aedeon pesaba demasiado. Entró en la habitación de curas con cierta dificultad dejándola encima de la mesa de curas mientras ella sangraba por el costado, dejó un reguero de sangre desde la habitación del espejo hasta la mesa. Allí acabó de desnudarla del todo desgarrando todo el vestido para observar si tenía alguna otra herida, pero no encontró ninguna herida más. A pesar del momento Antonio se turbó por el hermoso cuerpo de Aedeon.
-No es el momento de pensar en estas cosas, tengo que actuar rápido -habló Antonio para sí.
Se conectó desde la misma habitación en la que estaba mediante una pequeña consola que se encontraba allí, realizó una llamada de urgencia o por lo menos eso era lo qué él pensaba que estaba haciendo. Esperó ansioso la respuesta, poco después apareció en la pantalla la imagen de una mujer ya entrada en años que le miraba sorprendida. Estuvieron unos momentos mirándose desconcertados sin decir nada.
-¡Por favor! -habló Antonio muy nervioso-. ¿Puede ayudarme? Tengo a mi mujer herida, y no sé que debo de hacer.
Antonio señalaba con el dedo hacía dónde estaba Aedeon, la mujer de la pantalla miró hacía otro lado en dónde estaba ella quedándose muy sorprendida por lo que llegó a observar. Empezó a teclear unas ordenes en su consola, y acto seguido la mesa dónde estaba tumbada Aedeon empezó a funcionar.
-No puede permanecer ahí, salga de la sala para que pueda actuar con más eficiencia -ordenó secamente la mujer.
Antonio comprendiendo el mandato salió de la sala sin antes dar un beso a Aedeon, quizás no la llegase a ver nunca más. Se dirigió a la sala principal de la vivienda dónde se sentó en una de las butacas, intranquilo se hizo un ovillo y esperó.

Pasaban las horas, de vez en vez se dirigía hacía esa habitación golpeándose levemente la cabeza contra la puerta en un gesto de impotencia. No le llegaban noticias, y no sabía a quién recurrir. Todo estaba en calma y silencio, un silencio que al él le parecía sepulcral. Esa mujer había pasado de ser una mentora a ser una gran amiga, y dentro de las vanas ilusiones que se hacía cualquier hombre quizás con el paso del tiempo pudiera llegar a ser algo más. Tenía los ojos húmedos de la emoción y la tensión, pasado el tiempo y viendo que no llegaban noticias se dirigió a la habitación del espejo dónde lo habían dejado todo tirado horas antes. Recogió los enseres tirados por el suelo de la habitación que habían recogido desordenadamente en su atropellada huida y los fue guardando en su sitio; las dos tabletas que controlaban los espejos, y de las que ya sabía bastante de su utilidad, los dejó en la sala principal. Los restos de sangre se limpiaron por el sistema automático de limpieza que había en las viviendas de ese universo, a pesar de lo escandaloso de la situación nadie llamó, nadie preguntó. Acabada su labor se sentó en la butaca con las piernas cruzadas, y sin darse cuenta se quedó dormido.

Antonio abrió los ojos levemente encontrándose con un gran resplandor, el brillo que salía de la ventana de la sala le cegaba.
-¡Menos luz! -ordenó, y la venta se fue oscureciendo paulatinamente hasta alcanzar una luminosidad soportable.
Se incorporó en el asiento y miró al frente, la pantalla de la olovisión de la sala principal estaba activada y la mujer que le había atendido en la sala de curas estaba mirándole. Antonio se quedó sorprendido por la situación. No sabía cuanto tiempo llevaba esa mujer observándole, sin duda fue ella la que hizo que entrase toda esa luz en la sala.
-¿Cómo se encuentra Aedeon? -preguntó Antonio compungido.
La respuesta de la mujer de la pantalla se demoró, le observaba con mucha cautela.
-Se encuentra grave ya que ha perdido mucha sangre -habló finalmente la mujer-. La herida con la que llegó es bastante seria ya que es una clase de herida realizada por un ser muy peligroso. No solo es la herida, es el veneno que llevan esta clase de criaturas. Deberá de eliminar paulatinamente el veneno y sanar las heridas. Esas bestias son muy peligrosas y dañinas, pero veo que usted llegó a sobrevivir sin ningún rasguño.
Antonio se agarró la mano que el anticuario le cogió, se empezó a percatar que esa mujer sabía más de lo qué él creyó en un primer momento. No era precisamente un médico ya que se refirió a esos seres como bestias, tal y cómo hizo Aedeon durante la huida.
-Deberá explicarme que fue lo ocurrido para poder saber que medidas debemos tomar -comentó la mujer.
-Creo que antes deberá de decirme quién es usted, y qué es lo que quiere de mi -dijo Antonio.
La mujer se quedó pensativa unos momentos.
-Espere, debo de consultar todo esto -y la pantalla se apagó.
Antonio se quedó cortado por la respuesta. Mientras, el estómago le recordó que no había probado bocado desde hace casi un día y otras partes el organismo le decían que el baño le esperaba. Pasaron un par de horas, intentó entrar en la sala de curas varias veces pero no pudo abrir la puerta de ninguna de las maneras. Fue a la habitación del espejo encontrándolo todo en orden, el espejo estaba funcionado con normalidad y no había ningún atisbo de invasión. Se dirigió a la sala principal, le dolía todo el cuerpo por la paliza que se dio durante la huida sobretodo la mano que le agarró el anticuario. Agarró las tabletas que controlaban el transportador y empezó a realizar los pertinentes ajustes, hora era que empezase a coger sus propias responsabilidades. Miraba la pantalla de vez en cuando pero seguía apagada. Se enfrascó de tal manera en su trabajo que no se percató que tiempo después la misma mujer le volvía a observar en silencio por la pantalla, Antonio se sobresaltó.
-He consultado su petición, y he recibido el visto bueno para poder informarle -comentó la mujer-. Mi nombre es Agurín, y soy la coordinadora principal de las actividades de nuestros agentes en los distintos universos.
-¿No pertenecé usted a este universo? -preguntó Antonio.
-Evidentemente, no -respondió Agurín-. Nuestra agente Aedeon acondicionó ciertas habitaciones de su vivienda allí para que en el caso de que ocurriese alguna emergencia contactase con nosotros, y no con las autoridades de ese mundo.
-Por eso nadie ha venido aquí, y ni siquiera han preguntado -razonó en voz alta Antonio.
-Sí, así es. Sería peligroso que la población de los universos se enterasen de nuestra existencia, o de lo transportadores. Aedeon nos ha hablado de usted, Antonio Tuinwe, y de sus progresos. Pero veo que todavía le queda mucho por aprender y entender -habló Agurín con tono de reprimenda.
Antonio ni se inmutó por el comentario.
-Me sorprendió lo ocurrido, y no supe cómo actuar. Creo que el aprendizaje es un poco lento, y no por mi culpa.
-Aunque no se lo crea, usted va muy deprisa, demasiado deprisa para nuestro parecer -habló Agurín muy ofuscada-. Aedeon ha corrido demasiados riesgos en su enseñanza, empezando en que usted no es ni por asomo la persona más apropiada para ser un agente nuestro. Le ha llevado por lugares que no debería de ir, y además ha sufrido experiencias que ninguna persona que empieza debe de sufrir. Aedeon ha contravenido muchas órdenes, ¿para qué? Para encontrase encima de una mesa gravemente herida, y su aprendiz en una sala totalmente despistado. Simplemente la salva ser quién es y hacer lo que hace. Ya es demasiado tarde para poder rectificar.
Antonio dejó hablar a Agurín a pesar de sus comentarios, se dio cuenta qué había muchas preguntas que debía de hacer a Aedeon si es que ella conseguía sobrevivir.
-No elegí este camino -respondió Antonio-. Si habría sabido las consecuencias de ésa adquisición no estaría aquí hablando con usted. Su organización, se llame cómo se llame, es bastante deficiente. Me ha comentado Aedeon muy por encima que fue lo que ocurrió hace algunos meses, y la verdad no entiendo cómo han conseguido salir adelante.
Antonio realizaba críticas muy duras intentando conseguir más información de la que disponía ya que sabía que a Aedeon no conseguiría sonsacarle nada a menos que ella quisiese.
-Mire señor Tuinwe -respondió Agurín conteniéndose mucho el enfado-. Llevamos en esta lucha mucho más tiempo del que usted puede llegar a contar, todo ésto se inició mucho antes de que su raza pisase su planeta. Los universos que han caído en manos de estos depredadores son incontables, y cualquier perdida por nuestra parte es casi insustituible. Usted todavía está muy lejos de llegar a ser uno de nuestros agentes ya que se requiere muchos años de su vida para alcanzar dicha categoría, y aunque hemos llegado a un punto de equilibrio todavía nos queda mucho que pelear … pero me estoy desviando del tema.
Agurín haciendo un gran esfuerzo se calmó, miró su consola observando unos datos que no llegaba a ver Antonio, le picaba la curiosidad.
-Ahora dejémonos de reprimendas mutuas, y cuénteme que fue lo qué pasó para llegar a esta situación -ordenó Agurín-. No se olvide de omitir ningún detalle.
Antonio le contó todo lo ocurrido con todos los detalles que pudo, también respondió a todas sus preguntas. Agurín observaba casi sin pestañear, Antonio se encontraba ligeramente confuso ya que era la primera vez que daba un informe de ese tipo. Una hora después acabó su relato y las preguntas de Agurín.
-Sin duda sabían dónde encontrarles -habló Agurín-, y además por lo que me ha contado creo que el objetivo era usted. Supongo que querrán captarle para su causa, todavía es una persona vulnerable. Debe de tener precaución con lo que hace. Si no han llegado a ese lugar es que no les han localizado todavía, pero visto lo visto en cualquier momento puede suceder.
Antonio preocupado por las palabras de Agurín asintió con un gesto de la cabeza.
-Ahora permanezca dónde está -ordenó Agurín-. No se mueva de ese mundo y espere a que Aedeon se reponga si es que ella lo consigue, intente no preocuparse demasiado por ella. Le informaré de lo que ocurra. Descanse, lo necesita. Hasta la siguiente conexión.
La pantalla de la olovisión se apagó dando paso a los programas locales, Antonio se quedó mirando la pantalla resignado, quizá ese fuese el estado más perdurable en él, la resignación.

Desde otro lugar en otro universo en una sala de situación indescriptible hablaba el anticuario, o alguien muy parecido a él. Se le notaba la cara fuertemente golpeada, y una de los brazos muy deteriorado. El sistema de curas le estaba regenerando el brazo mellado y recomponiendo su imagen de ser humano.
-Espero que dentro de poco tenga que dejar de usar esta apariencia -habló el anticuario- Me resulta muy desagradable.
Sonó una voz indescriptible con un idioma indescifrable para el oído humano por la zona dónde él estaba. Se encontraba colérico y enojado.
-Siguiendo con el informe del intento de captación del individuo humano -habló el anticuario-, logramos localizarlo mediante la típica triangulación de los rastros que dejan los viajes por el transportador. Cuándo estuvimos seguros dónde hallarle fuimos en su búsqueda y captación. El dispositivo fue el de siempre en estos casos. Creíamos que se encontraba solo y estuvimos a punto de lograrlo, pero se encontraba acompañado por uno de los agentes del enemigo. Me enfrenté al agente, creo que era una mujer, y salimos mal parado los dos. Los ayudantes no fueron todo lo diligentes que debían de ser, y los humanos consiguieron escapar a través del transportador. Debemos de ser más intolerantes con los errores e incompetencias de nuestros ayudantes. La disciplina es básica en todo nuestro funcionamiento. Si habrían llegado antes tendríamos al hombre con nosotros, y a uno de sus agentes eliminado.
La misma voz volvió a escucharse por el lugar.
-No pudimos seguirlos -respondió bajando el tono de la voz-, inutilizaron el transportador en su huida. Pueden estar en cualquier lugar, debemos esperar a que se vuelvan a mover. Ahora será más complicado convencer al hombre para que pase a nuestro lado. Los vínculos afectivos entre humanos son muy fuertes, y sobre todos los que se refieren a las relaciones entre macho y hembra.
Esa voz gutural volvió a sonar, de nuevo.
-Les hemos hecho mucho daño, pero se recuperarán. Ahora estamos a ciegas ya que han eliminado a todos los infiltrados que teníamos, cambiaremos de táctica. No soy partidario de vigilar el transportador de este hombre en su universo de origen, puede regresar por cualquier parte y en cualquier lugar. Sabéis que es muy complejo la infraestructura necesaria para un solo ser, cómo he comentado anteriormente debemos de esperar.
La voz volvió a hablar durante un largo rato mientras el anticuario, o lo que fuera, escuchaba con atención. Cuando llegó el silencio a ese lugar el anticuario se quedó flotando en el lugar, quieto y en silencio, curándose la heridas esperando el momento de su regreso.

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