Espejos. Capítulo 13.

Espejos.

Capítulo 13.

El intento.

Antonio lo primero que hizo al llegar a la vivienda fue darse un buen baño, le hacía falta. Se encontraba muy intranquilo ya que se esperaba una fuerte reprimenda que por lo que notó nunca llegaba. La espera tensaba más la situación. Tenía la ropa necesaria preparada en el baño, le recordaba cierto lugar que ya había estado con anterioridad. Al acabar su ablución se visitó con parsimonia, salió del cuarto de baño al encuentro de su amonestación.
-Otro universo, otra vivienda, otro inicio -pensó.
Empezó a buscar dónde se encontraba su semejante, después de una larga búsqueda lo encontró en la terraza que tenía la vivienda. Estaba tumbado en el suelo de la terraza encima de una especie de toalla tomando el sol, si es que la cúpula dejase filtrar los rayos ultravioleta para ponerse moreno. Había un asiento al lado de ese individuo, Antonio se sentó. Miró con parsimonia la persona tumbada a su lado, tenía los ojos cerrados y respiraba con serenidad. Antonio esperó.
Al poco rato de entrar la persona que acompañaba a Antonio alzó la cabeza abriendo los ojos, le miró detenidamente. Poco después se incorporó poniéndose de pies saliendo de la terraza al interior de la vivienda, Antonio sentado observó como se iba sin decir nada. Al rato regresó con uno de los mandos que manejaba el transportador, se lo tiró encima de malas maneras tumbándose de nuevo y cerrando los ojos, estaba enfadado. Antonio sin mirar a esa persona cogió el mando con las dos manos.
-Éso es tuyo, y lo debes de llevar siempre contigo -habló severamente-. Creo habértelo dicho anteriormente, a parte de otra serie de cosas, por lo visto debo de hablar en algún idioma que no entiendes.
-Aedeon … yo …
Aedeon levantó la mano pidiendo silencio, suspiró profundamente y siguió tomando el sol. Aedeon vestía solo con una pequeña tanga, Antonio que ya la conocía no se ruborizó por ese hecho. Tenía otros problemas en mente. Antonio se levantó de su asiento dirigiéndose hacía la balaustrada de la terraza, se guardó el mando en el pantalón y apoyando los brazos en el balaustre se quedó con sus pensamientos observando el panorama.
-Hablaremos mañana de todo lo ocurrido, por ahora ya has tenido bastante -escuchó a sus espaldas Antonio el comentario que le realizaba Aedeon.

Antonio esa noche durmió profundamente y en condiciones. Al día siguiente durante el desayuno Aedeon se quedó mirándolo severamente, no le quitaba el ojo de encima. Antonio que conocía muy bien a su compañera no se atrevía a mirarla a la cara.
-Extraño tipo ese Manu -habló Antonio para romper el hielo poco después-. Tiene cambios de humor muy bruscos.
Aedeon seguía observándolo sin decir nada, Antonio siguió con su café.
-El café de este planeta tiene un sabor muy peculiar -dijo Antonio después de probarlo.
-No estamos en un planeta, si es que lo quieres saber. No todos los universos están capacitados para formar planetas -respondió Aedeon.
Antonio se sobresaltó brevemente al oír hablar a su compañera o maestra, ya no sabía que pensar. Siguió tomando el café.
-Manu es un gran profesional, de los mejores que tenemos. Hace su trabajo sin hacer preguntas, y sin plantearse nada de nada. Otro que no volverá jamás a ver a los suyos.
-¿Es de otro universo?
-Ajá. La verdad es que casi todos somos de otros universos. Tú eres de los pocos que todavía tiene posibilidades de ayudar a los tuyos, aunque no lo estás haciendo nada bien.
Antonio se quedó compungido por la afirmación de Aedeon, apuró su desayuno y salió de la cocina. Aedeon le siguió con la mirada, se levantó de su sitio y le siguió.
-No seas niño -dijo Aedeon mientras seguía a Antonio por la vivienda con tono severo y de reprimenda-. Todo lo que hago es para que puedas defenderte llegado el momento, lo que ocurre es que no me haces demasiado caso.
Antonio iba y venía por las habitaciones intentando eludir la reprimenda de Aedeon.
-Sigue el protocolo, y todo te será más fácil. Escucha lo que decimos, y no tendremos que estar pendientes de lo que haces.
Finalmente Antonio salió a la terraza dónde se quedo quieto mirando al horizonte.
-Aunque no te lo creas tuviste mucha suerte de que hubiera alguien vigilando ese transportador. Casi no lo cuentas y …
-¡Yo no pedí vivir así! -gritó un ofuscado Antonio a Aedeon dándose la media vuelta-. Jamás llegué a pensar que todo ésto existiera. Tan solo quería ser doctor en historia, y seguir con mi vida dónde estaba. Ahora ya no sé ni quién soy, ni en dónde estoy y ni lo qué va a ser de mi vida.
Antonio empezó a llorar sin emitir ni un solo ruido, solo le resbalaban lágrimas por la cara. Aedeon le miraba con firmeza mientras buscaba palabras para intentar explicarse.
-¡Yo no fui a vosotros! -chilló Antonio señalando con el dedo a Aedeon-. Vosotros vinisteis a mi con toda esta historia, ¿y cómo me lo agradecéis? Encerrándome durante no sé cuánto tiempo en una celda y llevándome de aquí para allá como un monigote. Si por mi fuera no estaría aquí, estoy involucrado en no sé qué clase de guerra perseguido por unos y por otros como si fuera la clave de algo.
Aedeon miraba con cara seria a Antonio.
-Todo ésto pudo no haberte ocurrido.
-¿Qué? ¿Cómo? -respondió Antonio descolocado.
-Antes de tu primer salto pudiste devolver el espejo, cómo tú lo llamas, a la tienda y todo ésto no habría sucedido.
-Pero …
-Sí -respondió Aedeon-. Te quedaste con el espejo durante mucho tiempo, nunca supimos demasiado bien para qué o por qué, y todavía seguimos sin entenderlo. Así que te vigilaba para saber de tus intenciones hasta que ocurrió el accidente del primer salto que hiciste, no el anterior. Al hacer ese salto te involucraste sin pretenderlo, y con los sucesivos saltos ya no había marcha atrás. Además sabiendo lo que sabes no podíamos dejarte solo en manos del enemigo. Creo que ya has visto de lo que son capaces de hacer.
Antonio no sabía a dónde mirar después de la explicación de la mujer, seguía llorando.
-Ahora resulta que la culpa es mía.
Aedeon no respondió, Antonio se sentó en la terraza en el mismo asiento en el que se sentó el día anterior cerrando los ojos. Aedeon decidió salir de la terraza y dejarle solo para que se desahogara.

-Creo que lo que tiene es una crisis -Aedeon habló a la pantalla-. Demasiada presión para tan  poco entrenamiento, no le culpo de lo qué le pasa. Al fin y al cabo no somos demasiados los que podemos aguantar tanta presión. Yo tuve que entrenarme durante años para poder adaptarme, y aún así me sigue costando mantener la cabeza serena.
-Sí, así es -respondió Agurin-. Por éso no nos gustó que decidieras llevar todo ésto a cabo. Debiste de llevarle al lugar de entrenamiento de los que tenemos por todos los universos y allí llevar a cabo su instrucción. Ahora la situación para él, que no para nosotros, es muy delicada.
Hubo una pausa en la conversación entre las dos que ya se alargaba por media hora, según el horario del universo dónde estaban.
-Corrígele sus errores, y ponlo en forma -dijo Agurín-. Le pondremos alguna misión para probar su valía, y el Consejo decidirá sobre él. No me pongas esa cara, es tu responsabilidad y debes de hacerlo. Además, son órdenes del Consejo. Bastante hemos tenido con ese correctivo que le hemos dado aunque él crea que fuera un juicio.
-De acuerdo, así lo haré -respondió Aedeon no muy animada-. Completaré el entrenamiento para luego ponerle en la prueba definitiva, si es que él acepta.
Se quedaron las dos mirándose a través de la pantalla durante unos segundos, finalmente y sin previo aviso la pantalla se desconectó. Aedeon se quedó unos momentos mirando la pantalla pensando, suspiró profundamente levantándose del asiento para ir a buscar a Antonio.

-¡Antonio! -gritó Aedeon cuando lo vio de pies en la entrada de la puerta de la habitación, se quedó ligeramente sobresaltada.
-¿Cuánto tiempo llevas ahí? -preguntó Aedeon.
-El suficiente para entender qué es lo que pasa -habló enfadado-. Así que soy una especie de error tuyo, por lo visto debiste de llevarme a otro lugar y no lo hiciste. Me pasa lo que me pasa única y exclusivamente por tu culpa. ¿Y por qué? Si se puede saber.
Aedeon por primera vez no se atrevía a mirale a los ojos, tenía la vista perdida en el suelo.
-¿No tienes nada que decirme?
Aedeon no respondió, seguía callada y con la cara triste. Dando unos pasos se dirigió hacía la entrada de la puerta que la ocupaba por enteró Antonio, le empujó a Antonio levemente y él para evitar males mayores se acabó apartando dejándola pasar. Sin decir palabra alguna Aedeon se fue a otra habitación.
-¡No soy tu monigote! ¿Lo sabes, verdad? ¡No soy tu experimento particular! -escuchó Aedeon a sus espaldas.
Ella no hizo el menor caso y cogiendo algunos enseres salió de la casa compungida y triste dejando a Antonio furioso. Antonio al ver salir a Aedeon sin dar explicaciones se encolerizó más todavía. Se sentó en la silla de la habitación de la consola golpeando furioso el mueble, el enfado le subía por momentos. Minutos después empezó a teclear órdenes para intentar conectarse con alguien, no consiguió nada.
-¡Persona no autorizada! ¡No autorizada para qué! ¿Por qué? -chilló con desesperación al ver el mensaje una y otra vez en la pantalla de la consola.
Antonio arremetió de nuevo con violencia contra la consola repetidas veces de la impotencia que sufría, a pesar de los golpes realizados la consola permanecía intacta. Se sentía profundamente traicionado por alguien en quién creía confiar. La sensación de que seguía siendo prisionero le embargaba profundamente y le ofuscaba. Cansado de tanto golpe y grito se echó hacía atrás en el asiento desesperado, cerró los ojos y buscó alguna salida. Casi sin percatarse de ello sintió en el bolsillo de la chaqueta el contacto con el mando de los espejos, y una idea le empezó a rondar por la cabeza. Se levantó rápido del asiento dirigiéndose hacía su habitación, se empezó a vestir con la ropa que encontró por los armarios. Cuándo creyó que estaba totalmente preparado metió la mano al bolsillo de la chaqueta sintiendo de nuevo el tacto del mando.
-¡Que no se me olvide! -pensó saliendo de la casa decidido a dar el siguiente paso.

Al salir del edificio sintió el aire puro y limpio del lugar, era algo que le rodeaba desde que llegó allí. Sin hacer caso a nada, y sin haber aprendido la lección, empezó a caminar sin rumbo buscando un transportador resuelto a realizar su plan. A pesar de que veía personas por lo que le parecía una calle decidió no preguntar a nadie y buscarlo él mismo, no debía levantar sospechas. Así que con un paso que el definía como firme se encaminó en su búsqueda, una búsqueda que no sabía a dónde le iba a llevar. Después de mucho deambular por todas partes, y no encontrar nada, se le ocurrió la idea de ir a un lugar elevado para observar mejor. Intentó acceder a algún vehículo de los aparcados para ir más rápido, pero no pudo abrir ninguno. Frustrado, eligió a lo lejos una especie de colina que dominaba la zona decidiendo finalmente dirigirse hacía allí. Después de mucho caminar consiguió llegar a la cima de esa especie de colina sin edificios, la vista era buena. Miró durante un buen rato por los alrededores buscando algún espejo. Finalmente y por dónde se ocultaba el sol de ese lugar vio uno. Sin dudarlo un solo momento se dirigió hacía allí con paso acelerado.
Minutos después llegó a la zona del transportador con la respiración acelerada por el esfuerzo realizado. Estaba sudoroso y le latía el corazón en la cabeza. Se colocó en frente del espejo, era enorme quizás el más grande que él habría visto jamás. Se quedó unos momentos hipnotizado mirándolo, veía como fluctuaba el cristal como los demás y la imagen que reflejaba.
-No te asustes. Es un espejo como los demás, pero algo más grande -pensó para si.
Se sacudió un poco la cabeza saliendo de ese leve trance que siempre le producía ver esa clase de espejos regresando a lo que estaba haciendo. Miró a su alrededor y no vio a nadie, se sacó el mando del bolsillo y sujetándolo entre las dos manos empezó a teclear. Sabía lo qué tenía que teclear así que fue rápido. Finalmente y una vez tecleado todo se quedó mirando al espejo saboreando el momento. Pulsó la tecla de activación del mando esperando conectar el espejo y ser lanzado más allá, pero no pasó nada. Miró al cristal que seguía fluctuando cómo si nada, esperó algo más creyendo que tardaba por alguna circunstancia desconocida para él.
-¡Nada! ¿Pero qué demonios pasa? -gritó.
Borró las instrucciones introducidas reiniciando de nuevo el proceso, pero seguía en su sitio. Preocupado por lo que él consideraba un error incomprensible empezó a obcecarse en su situación, no se percató de que alguien con paso lento se acercaba. Nervioso tecleaba sin cesar.
-¿Puedo ayudarle en algo, señor? -escuchó a alguien detrás de él.
Antonio reconoció esa voz varonil, era Manu. Con el mando entre las manos giró levemente la cabeza viendo la figura de ese hombre vestido de negro que parecía absorber la luz que emitía la estrella. Manu le miraba con una sonrisa sarcástica sabiendo que no se podía mover de ahí, tenía las manos dentro de los bolsillos de una especie de gabardina que le llegaba hasta los tobillos. Antonio dándose por vencido agachó levemente la cabeza, desconectó el mando guardándoselo en el mismo bolsillo de dónde lo sacó. Se giró y se quedó mirando de frente a Manu.
-No puedes moverte de este planetoide -habló poco después Manu-. No tienes todavía la autorización pertinente para poder marcharte. ¿Por qué te crees que te han dejado solo?
-Entonces sigo siendo un prisionero -habló Antonio con frustración.
-No, hombre no. Puedes moverte con entera libertad, pero tendrás que seguir con la instrucción. Sé que es duro, pero no te queda otra. Cuándo antes acabes el entrenamiento antes podrás salir de aquí.
Manu miraba a Antonio cómo el que no tiene remedio.
-¿Qué puedo hacer?
-Bueno -respondió Manu agarrando con fuerza a Antonio por los hombros-. Conozco ciertos locales dónde la bebida es buena, y la compañía mejor. ¡Venga Antonio, vayámonos!
Antonio sin decir nada se dejó llevar por ese hombre empezando a caminar juntos. Avanzados unos pasos miró hacía atrás de soslayo al transportador que reflejaba una especie de sonrisa despectiva, como si la máquina se estuviese riendo de él. La sensación para Antonio fue extraña.

Varias horas después los dos caminaban por la calle dando tumbos volviendo a la vivienda de Aedeon. La encontraron en la entrada del edificio, parecía que llevaba mucho tiempo esperando.
-¡Hola, guapa! -gritó Manu a pocos pasos de ella con un tono de embriaguez bastante considerable.
Aedeon les miraba a los dos impertérrita, no se sorprendía de lo que vio, no dijo nada.
-¿Qué haces esta noche, cariño? -volvió a preguntar Manu lanzándola besitos con los morros.
Antonio estaba sorprendido de lo que estaba viendo, nunca pensó que Manu pudiera actuar de semejante manera.
-Ven aquí cariño … hagamos un pequeño trío con Antonio- espetó Manu a la cara de Aedeon con un Antonio que no sabía dónde meterse.
Cuándo Manu se acercó lo suficiente intentando abrazar a Aedeon por las caderas, Aedeon le soltó un guantazo que Manu esquivó con soltura y bastante chulería.
-Uhhhh … pero que humor tenemos esta noche, señorita -habló Manu que por si acaso dio dos pasos tambaleantes hacía atrás conocedor de las malas pulgas de ella, Antonio seguía quieto en su sitio.
-Vamos Antonio, ya te has divertido bastante por hoy, y ya va siendo hora de empezar el trabajo -habló Aedeon.
Antonio se estaba empezando a reír por los comentarios y los gestos obscenos de Manu hacía Aedeon, al poco comenzó a caminar siguiéndola con cierta dificultad.
-Hasta pronto, preciosa. Ya sabes que te quiero -gritó Manu alzando la mano-. Antonio, suerte campeón. ¡Tú si que vales!
Manu se alejó del lugar canturreando muy desafinadamente y haciendo curvas por la calle.
Antonio y Aedeon llegaron a su vivienda perdiéndose ella rápidamente por su habitación, Antonio sin decir ni palabra se fue a la suya. Sabedor de lo que había intentado hacer era mejor no tentar a la suerte.

Al día siguiente y como dictan las normas Antonio se levantó tarde con una fuerte resaca, dolor de cabeza y sed era lo que tenía. Estaba dando vueltas con una cucharilla al café que tenia en su taza, era su desayuno. Se encontraba solo en el comedor de la vivienda, de improviso Aedeon entró con furia.
-Toma -habló Aedeon lanzándole a la mesa un par de pastillas empaquetadas-. Si te las tomas ahora se te pasarán los efectos de lo de ayer. ¡Y lo qué hiciste y con quién estuviste me importa muy poco!
Antonio la miró con esa cara que tienen los que han tenido una noche larga. Cogió las pastillas que Aedeon le tiró encima de la mesa y se las tomó con un trago largo de café de su taza.
-Cuando te recuperes te espero en la terraza. Hasta que no estés en condiciones no vengas -ordenó Aedeon desapareciendo del comedor.
Antonio la hizo caso y se fue a la habitación, pasada media hora no tenia ningún resto de la resaca. Se encontraba nuevo y totalmente despejado, extrañado por los efectos de las pastillas se dirigió a buscar a Aedeon. La encontró en la terraza, estaba de pies mirando la cúpula.
-No aprenderás nunca, ¿verdad? -preguntó Aedeon en tono de reprimenda sin mirarle lo más mínimo, Antonio no respondió.
-No puedes salir de este lugar -habló Aedeon-. Uses el mando que uses no podrás salir mientras el Consejo quiera. Los mandos tienen un dispositivo de lectura de ADN que nos indica quién lo está usando, y a dónde viaja. Tus datos hace tiempo que están en los bancos de datos del Consejo, y con éso controlamos a los nuestros.
Aedeon se había girado dejando de mirar la cúpula observando a Antonio.
-¿Por qué? -preguntó Antonio.
-Te lo he repetido varias veces, ¿quieres que te lo vuelva a decir?
Antonio agachó la cabeza sin responder.
-Eres demasiado impulsivo, lo haces todo sin ninguna planificación. La última vez saliste de casa sin el mando, buscando no sé muy bien el qué. Te dije que probablemente nos vigilaban aunque no nos diésemos cuenta de ello, y para ir a peor te diriges a tu casa. ¡Hogar dulce hogar! ¿Tengo que decírtelo todo? No pudiste pensar que estaban allí esperándonos a los dos, o a alguno de nosotros.
El tono de voz aumentaba por momentos.
-Ahora hemos perdido uno de los transportadores, probablemente estará controlado por el enemigo. Nos estarán esperando, solo nos queda un transportador en tu mundo …
Aedeon avanzó con cara furiosa mirando fijamente a Antonio con sus ojos azules.
-¡Y si lo perdemos definitivamente despídete de tu mundo! -espetó a la cara de Antonio.
Antonio miró a Aedeon fijamente quedándose desconcertado. La vio mucho más joven y con los ojos de color azul, los recordaba marrones.
-Pero nos queda el otro -habló tímidamente Antonio desviando la mirada.
Aedeon le seguía mirando cómo se mira a un niño que no entiende nada, tenía los brazos en jarras.
-Cuanto más controlemos un planeta tanto mejor -explicó Aedeon-. Si controlamos todos los espejos, o transportadores, que posee un planeta los acabaremos echando de ese mundo. Desconocemos que habrán hecho con el espejo ya que no podemos acceder a tu vivienda, y acercarnos demasiado seria muy peligroso. No sabemos si sigue en dónde estaba o se lo han llevado a otro lugar. Teóricamente en este momento ellos controlan dos espejos, nosotros uno. Si perdemos ese uno perdemos tu mundo, así de sencillo. No volverás jamás. Es así como trabajan, luego cogen alguno de esos espejos para llevarlo a otros planetas dónde habrá otros seres para ir expandiéndose como una enfermedad que no tiene cura. Todos los habitantes de tu planeta acabarán desapareciendo, y tu mundo llegará a ser colonizado por ellos. Además tu raza no está expandida por otras estrellas de tu universo, si tu mundo cae tú serás el único que quede.
Pasaron unos momentos de la arenga de Aedeon, Antonio ante semejante avalancha de información estaba totalmente abatido, sentía como le temblaba todo el cuerpo. Aedeon siguió acechándole sin compasión.
-¿No podríamos ir a planetas cercanos al mio para viajar a él después? -preguntó Antonio inocentemente.
-¡No! -respondió una enfadada Aedeon-. Para éso ese planeta debería ser compatible con tu sistema orgánico, y tienes que tener en cuenta que te deberías trasladar con seres de ese planeta si es que se puede. Además, ¿cómo vas a viajar a tu planeta? No hay posibilidades de usar naves espaciales, no habéis desarrollado esa tecnología en esa galaxia de tu universo. Fuera a parte que tu universo se expande muy aceleradamente, es una clara anomalía que tuvo que ver con el nacimiento de tu universo.
Antonio se quedó confundido escuchando las explicaciones de Aedeon. Se sentó con la cabeza agachada apoyando los codos en las pantorrillas y sujetándose la cara con las palmas de las manos. Empezó a sollozar.
-¡Deja de comportate como un crio! -gritó Aedeon empujando a Antonio del asiento, casi le tira.
Aedeon se fijó en Antonio que seguía en esa postura, bufó más que suspiró por verle así. Se sentó en el asiento de al lado sin perderle de vista. Pasaron algunos minutos, Antonio recuperó la compostura.
-No sirvo para héroe -habló Antonio con voz firme.
-Tampoco nos hace falta que lo seas, solo queremos que hagas tu trabajo y que lo hagas bien. Te damos a elegir, o te quedas aquí por siempre sin posibilidades de salir o te preparas para la lucha. No hay más opciones, y ésto es definitivo -habló Aedeon bajando el tono de voz.
-¿Así? ¿Sin más? -preguntó Antonio que no se esperaba esa invitación.
Aedeon asintió firmemente con la cabeza. Transcurrió un rato mientras Antonio pensaba la decisión.
-Prefiero luchar a quedarme aquí. Empecemos … -habló Antonio finalmente.
Y Aedeon sacando una especie de tableta electrónica que tenía debajo del asiento dónde estaba ella sentada comenzó con paciencia a instruir a Antonio, la última y definitiva vez aunque ésto él no lo sabía.

Pasaron los meses. Antonio había dejado ese comportamiento pueril para ser un hombre más maduro para la causa. De vez en cuando Manu aparecía para ver los progresos que hacía, pero Antonio llegó a la conclusión que éso lo hacía más para cortejar a Aedeon que para saber de sus progresos. Aunque tanto en éso como en muchas otras cosas estaba totalmente equivocado.
-¿Conoces mucho a Manu? -preguntó Antonio después de una visita de él.
-Bastante -respondió después de un rato de silencio.
-¿Tú y ese hombre … ? -preguntó con cara de interés Antonio.
-Solo fue mi primer y único instructor durante largo tiempo -respondió Aedeon suavemente-. Todavía le queda esa especie de protección que tienen los maestros con sus alumnos. Se preocupa por mi, nada más. Además es un solitario, no le verás nunca con mucha compañía ni la misma durante mucho tiempo.
Antonio se quedó pensativo por lo que hablaba Aedeon.
-No sé. Hacéis buena pareja …
-Ni hablar, y además mi vida no es asunto tuyo -gritó Aedeon a la cara de Antonio que se quedó mudo durante un buen rato.
-Estamos aquí para tu entrenamiento no para hablar de la vida de los demás. Además, he recibido cierta notificación del Consejo … quieren vernos. Dentro de unos días debemos de estar en su sede, así que vete preparándote.
Antonio asintió con la cabeza nervioso por la noticia.

Dos días después los dos estaban de pies en el centro de una sala perfectamente cuadrada, lo que llamó la atención a Antonio. Estaba claro que ese lugar tenía una cantidad ingente de salas, pasillos, habitaciones que él no podía abarcar. Miró a Aedeon buscando información en algún gesto, pero ella totalmente inexpresiva miraba al frente. La encontró ciertamente hermosa ese día. Antonio se encontraba expectante por lo que pudiera pasar.
-¡Agentes! -escucharon los dos una voz que no sabían de dónde venía.
-Estudiando los informes que nos han llegado hemos alcanzado el consenso unánime de aprobar la incorporación de Antonio Tuinwe a nuestro departamento. Aún así la misión que le encomendamos deberá de hacerla con la supervisión de su instructora. Si después demuestra la actitud y aptitud pertinente para el servicio se le dejará a su discreción.
Antonio lanzó un suspiro de alivio, Aedeon le miró reprobando su actitud. Antonio se calló quedándose con una gran sonrisa en la cara mientras la sala permanecía largo rato en silencio.
-La misión consistirá en regresar al universo de origen de Antonio Tuinwe, a su planeta concretamente, e intentar inutilizar los dos transportadores del enemigo para quedarnos con nuestro transportador intacto -siguió hablando la voz-. De esa manera expulsaremos al enemigo de ese mundo pudiendo dejar libre una amplia región de sus amenazas.
Antonio sintió como se le erizaba el vello por la misión a realizar, era su primera misión sin ningún género de dudas y debía de darlo todo. Aedeon escuchaba sin inmutarse.
-Dentro de cuatro días partirán a dicho lugar, recibirán más información cuando lleguen a sus viviendas. Suerte.
La sala se oscureció quedando una luz que iluminaba la salida, sin más comentarios que realizar los dos se marcharon del lugar.

Cuatro días después una vez estudiado toda la información y realizado los preparativos los dos se encontraban en la sala del espejo principal del Consejo esperando su turno y dispuestos para partir. Antes que ellos había alguien que se marchaba.
-¡Cuidate mucho! -gritó Aedeon a la persona que partía.
-Sabes que lo haré -respondió Manu guiñando un ojo, tenía un semblante serio y concentrado.
Poco después el transportador se activó llevándose a ese hombre a algún lugar entre los universos, llegaba el turno de Antonio y Aedeon. Esperaron el tiempo pertinente para que el transportador se estabilizara, se situaron enfrente del espejo. Aedeon tecleó las instrucciones en el mando como de costumbre, segundos después el espejo se activó tragándose a los dos. Antonio volvió a sentir esa sensación de vértigo que le producían estos viajes, volvía a su mundo.

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