Reencuentros.

En el parque.

Es agradable volver a encontrarse con ciertas amistades del pasado cuando ya han transcurrido muchos años, si es que nos reconocemos claro. Soy una persona curiosa, que no cotilla, y siempre intento conocer que es lo que han hecho antiguos compañeros de estudios o de trabajo. Uno ya tiene una edad, y si uno cumple años los de alrededor también. Charlar con compañeros de la escuela es algo verdaderamente especial, más que con amistades recientes. La escuela tiene ese halo de amistad que perdura por siempre, todos hemos envejecido, canas, calvas, alguna que otra operación, pero que yo sepa seguimos casi todos vivitos y coleando. Por aquel entonces en las aulas eramos legión, dos clases de cuarenta alumnos cada una divididos en una clase de chicos y otra de chicas. Nada que ver con los de ahora que apenas llegan a la docena entre niños y niñas, la baja natalidad de mi tierra la vamos a pagar caro.

Pues resulta que a cada cuál le ha ido de diversas maneras, lo único en común que he encontrado es que la mayoría se han casado varias veces con distintos números de hijos. Otro dato en común es que las segundas nupcias han sido con mujeres sudamericanas, vamos, que ni por un cortijo repiten con las autóctonas. No todos se casan, algunos solo viven arrimados. Lo del trabajo o del dinero es algo que es similar a todos, ninguno a conseguido grandes cantidades de dinero o grandes empleos. Absolutamente todos se han marchado o emigrado a otras ciudades e incluso países, pocos son los que se han quedado aquí. Lo que no ha cambiado es la forma de ser de cada uno de ellos, siguen con los mismos gestos y la misma forma de hablar. Lo que si encuentro en común es esa mirada perdida que tenemos todos los de nuestra generación, nos llamaron la generación perdida y no sin razón. Este no es el mundo para el que nos educaron, estudiamos en un mundo analógico para competir en un mundo digital entre otras circunstancias.

De compañeras o antiguas amigas me cuesta más saber, por alguna extraña razón no logro contactar con ellas, o no quieren saber nada de mi, me da lo mismo que lo mismo me da. Algunas ni me saludan por la calle, yo las miro e intento decirlas algo, pero pasan de mi. No sé, no entiendo cómo es posible desconectar de una persona y no saludar. Es algo que a mi personalmente se me escapa, por más que lo intento siempre tiendo a saludar o a mirar a la persona. Debe ser un efecto de fábrica. Lo que sí te das cuenta es que el tiempo pasa para todos. Sé que algunas han sido madres y que otras siguen solteras, pero poco más. Tampoco es algo que me quite el sueño.

Por supuesto que yo también comento mi situación, como dicen ellos el raro siempre anda igual, solo y a su aire. En fin, que es una alegría volver a veros a todos y a vosotros también.

Un saludo y hasta la siguiente entrada.

Lo más visto del mes