El crimen perfecto. Novela completa.

El crimen perfecto.

Capítulo 1 – Los hechos.


Emilio iba andando por la calle con aspecto desgarbado dirigiéndose hacía su oficina. Eran las seis y veinte de la mañana y el Sol estaba despuntando por detrás de los montes que veía al fondo de la alameda. Solo escuchaba el sonido de sus zapatos al andar tal era la quietud que había a esas horas en la ciudad. Llevaba las manos en los bolsillos de la gabardina, y tenía la cabeza ligeramente agachada mirando al suelo ensimismado en sus pensamientos. Sin previo aviso escuchó el chirrido de unos neumáticos de un vehículo que aceleraba inesperadamente. Inconscientemente su mente salió de sus pensamientos, se detuvo, levantó la cabeza y observó con esos ojos incisivos de dónde venía ese ruido. Descubrió un vehículo, un coche, que pasando rápido y furtivo por la calzada al lado de él se fue alejando a lo lejos por la alameda. Guardó en su portentosa mente el número de la matrícula, color del coche, modelo e incluso pudo ver quién lo conducía. Gracias a estas aptitudes y a otras sirvió durante toda su juventud en el cuerpo de policía como detective realizando cierta clase de trabajos para el ejercito como espía. Todo este trabajo durante años le hizo ser un hombre cauteloso y desconfiado, observador de los movimientos de cada uno y de todos. No sabía de la existencia de ningún enemigo personal, al fin y al cabo él realizaba su trabajo, pero gente resentida siempre dejaba por el mundo, y más él que se dedicaba a destapar trapos sucios. Sacándose las manos de los bolsillos agarró las solapas de la gabardina colocándolas verticalmente para taparse un poco más el cuello y la cara.

Manto de hojas.

-Las mañanas todavía son frías a pesar de la época del año -pensó para sí.


Se volvió a introducir las manos en los bolsillos de la gabardina y continuó andando. Caminó durante varios minutos llegando al portal dónde estaba su lugar de trabajo. Se colocó delante de la puerta de acceso al edificio, y en un pequeño tablero colocado en la pared al lado de la puerta pulsó la combinación numérica correspondiente para acceder al interior. Se encendió una pequeña luz verde en el tablero aceptando la combinación abriéndose la puerta ligeramente, Emilio empujó la puerta abriéndola del todo accediendo al interior del vestíbulo.


-Buenos días, señor Muñoz -escuchó Emilio nada más pisar el interior del portal.


La voz provenía desde la mesa de la conserjería que había dentro.


-Aquí tiene su correo señor Muñoz. Se le ha acumulado mucho, últimamente no viene demasiado por aquí -habló el conserje mientras la puerta de acceso se cerraba.


Emilio torciendo el gesto sin decir ni la más mínima palabra y sin mirar al conserje recogió el paquete de correos. Se lo introdujo en uno de los bolsillos de la gabardina dirigiéndose a los elevadores situados al fondo del vestíbulo.


-¡Que pase un excelente día, señor Muñoz! -escuchó Emilio a sus espaldas no haciendo ni el menor de los casos.


Cuando llegó al fondo del vestíbulo Emilio pulsó el timbre de llamada de los elevadores, dio un paso atrás y esperó a que alguna de las cuatro puertas se abriera. Finalmente una de las puertas se abrió accediendo al interior, pulsó el piso de su oficina y las puertas del elevador se cerraron. El elevador comenzó suavemente a ascender.


-¡Malditas máquinas del demonio! Están por todas partes, ya casi no hay trabajo para las personas. No me acostumbraré nunca a ellas -habló entre dientes enfadado en referencia al robot-conserje mientras el elevador ascendía hacía su piso.


El elevador se detuvo en su piso, las puertas se abrieron accediendo al pasillo del interior.


-Buenos días, señor -escuchó nada más ponerse a andar en su camino a la puerta de su oficina, un robot realizando labores de limpieza le saludó.


Emilio prosiguió hacía su oficina como si no existiera. Cuando llegó a su puerta sacó su tarjeta personal pasándola por el lector que estaba colocado en la puerta a modo de llave. Observó el rótulo de la puerta por enésima vez más.


Emilio Muñoz.

Detective privado.

N.º de licencia: 005689-A.


Siempre que accedía a su oficina leía el rótulo entrándole cierta nostalgia de tiempos pasados, y desde luego mejores. La puerta se abrió entrando con paso calmado al interior de la oficina guardándose la tarjeta en el mismo bolsillo de la gabardina. Una vez dentro cerró la puerta con una de sus manos de un portazo, pasó al despacho observando que estaba todo limpio. El cristal de la ventana se fue aclarando poco a poco iluminando el interior, se metió la mano al bolsillo de la gabardina donde llevaba el correo dejando el paquete encima de la mesa del bufete. Observó el bufete, ordenador, pantalla para llamadas, mueble archivador, butacas, todo estaba correcto, todo seguía en su sitio tal y cómo lo dejó hace algunas semanas cuándo se fue para trabajar en cierto asunto. Se quitó la gabardina dejándola en el perchero después se dirigió al baño. Cuando salió del baño se sentó en la butaca de su despacho encendiendo el ordenador, agarró el paquete del correo abriéndolo empezando a mirar carta por carta. Podía recibir las cartas por correo electrónico pero no le gustaba demasiado ver sus notificaciones por pantalla, lo consideraba algo impersonal. Durante un buen rato siguió ordenando el correo. Cuando acabó con todas las cartas se recostó sobre la butaca y miró por la ventana, solo vio edificios acristalados, impersonales, anodinos, monótonos.


Pasados unos minutos sonó el video-teléfono de llamadas de la mesa, le llamaban a la puerta del despacho. Toco la pantalla del teléfono mientras sonaba y la pantalla se encendió. Apareció un hombre calvo ya maduro, ciertamente grueso lo que no tapaba su gran corpulencia física flanqueado a sus espaldas por dos funcionarios de la policía con su uniforme de oficial, eran muy jóvenes.


-¡Pero será posible! -exclamó Emilio en voz alta.


Seguidamente pulsó un botón en el teléfono abriéndose automáticamente la puerta, los tres hombres del pasillo entraron. El hombre grueso que fue el primero en entrar se dirigió a Emilio con una enorme sonrisa y a grandes zancadas mientras el suelo retumbaba a su paso por su enorme peso.


-¡Emilio! -gritó el hombre grueso-. ¡Grandísimo hijo de perra, pero dónde te metes cabronazo!

Emilio se levantó de su asiento y extendiéndole la mano se dieron un fortísimo apretón de manos, los dos tenían los ojos húmedos de la emoción. Los jóvenes policías que se habían quitado los gorros al entrar se miraban con cara de sorpresa como no entendiendo nada.


-¡Ricardo! Pero que pierna se te ha roto, sinvergüenza. Siéntate, siéntate, ponte cómodo hombre -respondió Emilio ciertamente emocionado.


Ricardo se sentó crujiendo la butaca.


-Y estos dos pipiolos, ¿qué pintan por aquí? ¿Llevas escolta? ¿Te estás haciendo viejo? -preguntó Emilio con cierta sorna mirando a los jóvenes policías mientras se sentaba.

-No me seas capullo, Emilio –respondió Ricardo-. Ahora que me han ascendido a alguacil de la ciudad debo de llevar escolta. Así lo requiere el alcalde.

-Salgan fuera y espérenme -ordenó Ricardo a los dos policías cambiando el semblante a uno más serio.


Los policías no dijeron nada, se dieron media vuelta y salieron de la oficina. La puerta del despacho se cerró tras ellos.


-Bueno, bueno … ja, ja ,ja, ja -habló Emilio mientras los dos reían a la par a carcajada limpia ya que más que compañeros de profesión eran hermanos de sangre aunque no los hubiese parido la misma madre.

-Hace tiempo que no nos vemos –habló Emilio ya calmado de las risotadas-. Muchas misiones juntos, muchas investigaciones, tiroteos, persecuciones … y aquí seguimos. Con mucha barriga, canas y calvas pero seguimos vivos ¡Joder!

-Sí, así es cabrón. Vivitos y coleando, no como otros hijos de la gran puta que ya no lo pueden contar -respondió Ricardo con ese tono de voz grave que tienen los fumadores y bebedores empedernidos.

-¿Y qué tal te va en este nuevo trabajo? -preguntó Ricardo–. Llevas ya unos cuantos años por tu cuenta, tienes muy buen aspecto aunque tú siempre fuiste de los que se cuidaban. Nada de alcohol, tabaco o drogas, pero sí te cepillabas a todas las mujeres que se te ponían por delante ¡so mamón! Estabas hecho todo un Valentino y creo que todavía sigues con eso … ¿o no? - Ricardo miraba a Emilio entre divertido y emocionado.

-La edad no perdona a nadie Ricardo, ni a mi tampoco –respondió Emilio-. Ahora mi trabajo consiste en hacerme cargo de infidelidades, niños de papá y de mamá que escapan de sus casas, algún robo, investigación a particulares, …

-Para ti eso es pecata minuta Emilio –le interrumpió Ricardo-. Debiste seguir en el cuerpo de policía, nunca debiste de dejarlo … .

-Sabes que la política no me interesa, y una vez acabado mi servicio tuve que buscarme la vida. Mientras esas malditas máquinas no hagan nuestro trabajo aquí seguiré.


Se quedaron unos momentos en silencio.


-Bueno Ricardo –habló Emilio más serio y formal-. Coméntame qué es lo que te trae por aquí, no creo que sea una visita de cortesía.


Ricardo bajó un poco la cabeza pasándose la mano por la frente, tenia un gesto de preocupación y agobio.

-¿Algún problema personal, Ricardo? Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea, sin problemas.


Ricardo levantó la cabeza mirando a Emilio.


-No, no, no es nada personal -habló Ricardo pausadamente-. Es algo que atañe a las altas esferas de esta ciudad y del país.


Se detuvo un breve momento para tomar aliento.


-Ayer sobre el medio día recibimos una llamada de emergencia de una familia muy influyente, la familia Haro. Mandamos allí una patrulla y encontraron a los dos miembros principales de la familia muertos.

-Te refieres a Isabel Haro la única heredera de todos los bienes de la familia Haro y a su esposo Marcelo -habló Emilio sin inmutarse-. ¿Y qué pensáis que sucedió?

-Mira Emilio no lo tenemos nada claro -respondió Ricardo con un evidente tono de agobio-. No sabemos si fue un suicidio o un asesinato.


Emilio hizo un rictus de sorpresa cuando oyó esa afirmación, se llevó la mano a la garganta en un gesto reflexivo


-No te puedo dar más detalles de la investigación a menos que la aceptes, para eso he venido-dijo Ricardo-. Solo te informo que eres de las pocas personas que saben de este suceso. Estamos llevando el asunto con toda la discreción que podemos.


Ricardo se detuvo un momento carraspeando un poco.


-¿Quieres un poco de agua? Te veo nervioso -habló Emilio.


Emilio sin esperar respuesta alguna se levantó de la butaca dirigiéndose hacía la pequeña nevera que tenía en el bufete, abrió la puerta de la nevera extrayendo una botella de agua, se la ofreció a Ricardo. Luego se sentó en su butaca, y siguió escuchando a Ricardo.


Ricardo cogió la botella, la abrió y se la bebió de un trago, tiró el recipiente a la papelera del despacho, esperó un momento cogiendo aire.


-Gracias, Emilio. No es para menos. Tú no entiendes los tejemanejes de la política ni de la alta sociedad de este país. Si esta noticia llegase a la prensa antes de que tuviésemos las cosas claras las consecuencias podrían ser catastróficas. Se podría provocar un gran desequilibrio de mercado entre las multinacionales lo que llevaría a la bolsa a un crac financiero y a una gran recesión; se producirían grandes movimientos de poder y dinero entre las grandes fortunas; aparecerían políticos que querrán parte del pastel; enfrentamientos económicos entre países; ¡por no hablar de la escabechina que cierta clase de periodismo puede llegar a hacer de este asunto! -acabó gritando Ricardo visiblemente nervioso y alterado.

-Pero ¿tan solo con la muerte de esas personas? –preguntó Emilio visiblemente extrañado-. Ya se encargarán los herederos de llevarlo todo adelante, ¡no creo que sea para tanto!


Quiso Emilio zanjar así el problema levantando las palmas de las manos dando a entender que se desentendía del asunto, o eso creía.


-¡Ahí está el problema! No hay herederos formales, Isabel Haro ha fallecido sin hijos a pesar de ser una mujer que estaba en edad de criar, y sin testamento he de añadir, y son muchos los familiares indirectos que querrán sacar tajada del pastel. A parte de que dicha familia maneja la mayor empresa multinacional de fabricación de androides, lo cual complica más el asunto.


Hubo un momento de silencio entre ambos, Ricardo nerviosamente se quitaba el sudor de la frente con un pañuelo que había sacado del abrigo, mientras Emilio tenia la mirada perdida mirando a través de la ventana reflexionando en su cabeza los hechos que Ricardo le acababa de comentar.


-A ver, pensemos con calma –habló Emilio en voz alta– Tenemos por el momento como posibles sospechosos a probables herederos; políticos que quieren su parte de poder y votos; empresarios rivales que verían con buenos ojos que la principal empresa del mundo de fabricación de robots se disolviese o debilitase; enfrentamientos entre las familias de los dos muertos; y para acabar o continuar posibles y más que probables actuaciones ilícitas de agrupaciones anti-robots.


Ricardo guardándose el pañuelo en uno de los bolsillos de su abrigo iba afirmando con la cabeza todo lo que Emilio hablaba.


-Bueno, pues lo tenéis bastante crudo. Todos es cuestión de que os toméis vuestro tiempo y …

-¡Precisamente eso es lo que no tenemos! -exclamó Ricardo por sorpresa saltando de su asiento y abalanzándose sobre la mesa dando un manotazo encima de ella-. Solo disponemos de cincuenta horas más o menos.


Emilio no se alteró lo más mínimo por la respuesta de su amigo y antiguo compañero.


¿Por qué precisamente cincuenta horas? -preguntó Emilio.

-La Ley nos permite tres días, setenta y dos horas, de silencio administrativo en casos de sucesos violentos, y este caso lo es. Ya han pasado veinte horas más o menos, y el tiempo vuela. He venido para ofrecerte el caso para que lo resuelvas, pero si quieres hacerte cargo del caso deberá de ser ahora. Emilio se quedó pensativo unos segundos.


-Bien, de acuerdo. Pero la tarifa será el doble, por las prisas más que nada.

-Muy bien como quieras, no hay problema. –habló Ricardo más aliviado-. Venga, salgamos de aquí y vayamos a la mansión, no tenemos el más mínimo tiempo que perder. Para aprovechar el tiempo al máximo durante el viaje te daré todos los informes de los hechos, un coche nos espera.  -¿Por qué a la mansión? Allí ya no estarán los cadáveres, supongo.

-Así es, Emilio. Se encuentran en la morgue, pero las respuestas si las hay estarán allí.


Los dos se levantaron de sus butacas, Emilio con mucha tranquilidad y parsimonia cogió su gabardina poniéndosela. Se dirigieron hacía la puerta de la oficina, Emilio abrió la puerta dejando pasar a Ricardo en un gesto de cortesía y los dos salieron al pasillo donde esperaban los dos policías. La puerta de la oficina se cerró detrás de ellos dos apagándose todo en el interior de ésta, Ricardo indicó con un gesto a los dos policías que se colocasen detrás, seguidamente se dirigieron hacía el elevador. Cuando el elevador llegó a la planta entraron los cuatro, Ricardo y Emilio entraron primero los policías después. Cuando Emilio iba a pulsar el botón del vestíbulo Ricardo le apartó la mano, introdujo una llave en una ranura haciendo contacto, las puertas se cerraron y fueron bajando paulatinamente. Cuando pasaron del piso del vestíbulo el elevador siguió descendiendo aunque el indicador del elevador indicase el cero.


-Ahora ya sé para que sirve esa ranura -comentó Emilio socarrón.

-Casos de emergencia -respondió Ricardo.


El elevador se detuvo suavemente, se abrieron las puertas saliendo primero los dos policías después Emilio y Ricardo. Se encontraban en un sótano aparentemente vacío bien iluminado y ventilado. Anduvieron los cuatro varios pasos, finalmente se detuvieron. Emilio se encontraba expectante. De una curva ciega salieron dos coches que se acercaron silenciosamente, se pararon delante de ellos. Los policías entraron en el coche de delante, Emilio y Ricardo en el de detrás. Los coches se pusieron en marcha saliendo del sótano entrando en un pasillo largo y oscuro.


-Te paso todos los informes que tenemos.


Ricardo sacó unas carpetas de la guantera lateral del coche pasándoselas a Emilio.


-Ahí tienes todo lo que hemos conseguido de la investigación. Tienes tiempo de sobra para leerlo hasta que lleguemos a la mansión.


Finalmente los coches salieron a la calle por la salida de un garaje de otro edificio alejado varias manzanas del edificio dónde trabajaba Emilio, una vez en la rúe se dirigieron hacía la mansión. Durante el viaje a la mansión Emilio se leyó de golpe todo el informe memorizándolo todo hasta el más mínimo detalle, imágenes y fotografías incluidas. Se sorprendió mucho de todo lo que rodeaba al crimen.


-Muy extraño todo –comentó a Ricardo-, muy extraño.


Ricardo sin mirar a Emilio asintió con la cabeza. Cada vez que leía más del informe y se adentraba más en ciertos detalle sobre los hechos menos entendía. Se hizo una idea mental de la situación personal, económica y social de los fallecidos. Los Señores de Haro eran dos personas jóvenes, sanas, con aficiones muy similares. Ella, Isabel Haro, era la heredera y dueña de una de las más grandes fortunas del planeta y principal accionista de la multinacional Manufacturas Robóticas S.A., principal fabricante de robots del mundo. Él, Marcelo Trietse, era un ingeniero de prestigio diseñador de los principales modelos de robots que se usaban en el planeta, se trataba de una persona adinerada. Tenían una situación económica más que envidiable, profesionalmente a los dos les iba de fábula. No tenían hijos como le indicó Ricardo, y no habían dejado hecho el testamento ya que debido a su juventud no lo creyeron oportuno. Aunque esta fue una conclusión que se sacaron los investigadores.


Lo más extraño fueron los hechos. Los dos cadáveres fueron encontrados en una de las salas de la mansión por la secretaria de ambos ya que ella tenía una cita de trabajo para ese día, ella misma dio el avisó a la policía de lo ocurrido. Los fallecidos estaban sentados cada uno en un diván, tenían una postura relajada como si se habrían quedado dormidos. La autopsia reveló que habían muerto envenenados por la ingesta de alguna clase de veneno de última generación. Ya no se usaban los venenos clásicos como el arsénico o el cianuro, esa clase de venenos eran cosa del pasado. Los venenos de última generación eran difíciles de adquirir y peligrosos de manejar ya que eran bastante inestables incluso para el envenenador. Se hablaba incluso de que la nanotecnología había desarrollado alguna clase de nanorobot que mataba al ser humano sin dejar rastro, pero nunca se encontraron compuestos de ese tipo. El único rastro que dejaban estos venenos era los restos de su metabolización en el organismo, eran rápidos y limpios. Eso daba la pista al investigador de cómo había muerto la persona, pero no quién lo había hecho o con qué. No encontraron recipientes ni restos de veneno de ningún tipo en la mansión, ni siquiera había restos en las ropas o en la misma sala. Otro de los detalles que llamó poderosamente la atención a Emilio fue que cuando encontraron los cadáveres llevaban muertos aproximadamente diez días. Por lo demás, los dos vivían solos en la mansión. Emilio fue haciendo sus cábalas sobre el caso, y la verdad no tenía demasiado por dónde empezar. No comentó nada a Ricardo y esperó llegar a la mansión.


Una hora después de un viaje bastante cómodo los dos coches se detuvieron delante de un gran muro que tenia una no menos imponente y sobre adornada verja.


-Ya hemos llegado –habló Ricardo sin perder ojo de la verja–. Ahora esperemos a que nos abran las puertas para entrar.


Segundos después tal y como Ricardo explicó la gran verja se abrió por las dos hojas dejando pasar a los dos vehículos. La pequeña comitiva entró en un camino bien asfaltado que acababa en una mansión que se veía al fondo.


-¡Menuda pedazo casona tienen! -exclamó Emilio–. Parece más un castillo medieval que una mansión, demasiado grande para que dos personas vivan solas ahí.


Emilio empezó a memorizarlo todo, camino, jardines, puertas incluso los robots que realizaban labores de mantenimiento por la zona aunque él los mirase con mala cara. Finalmente los dos vehículos entrando en una pequeña plaza donde se detuvieron delante de la puerta principal de acceso a la mansión. Ricardo haciendo una señal a Emilio le indicó que bajase, Emilio así lo hizo y salieron los dos del vehículo casi a la vez. Emilio cuando bajó del coche estiró un poco las piernas dando unos pasos observando el imponente edificio que tenia delante, Ricardo se incorporó a su lado.


-Venga vamos, el tiempo apremia -dijo Ricardo ansioso.


Nada más dar unos pasos lo dos coches arrancaron sigilosamente, dieron la vuelta por la plaza y deshicieron el camino saliendo del lugar, Emilio giró la cabeza mientras andaba observando a los vehículos.


-¿Y tus muchachos no vienen? -preguntó Emilio.

-Si se ven por aquí personas uniformadas llamaremos demasiado la atención, esperarán en sitios resguardados. -respondió Ricardo-. Toda discreción en este caso es poca.


Continuaron con su breve caminata hacía la puerta de la mansión. Cuándo llegaron a la puerta no llamaron a ningún timbre, la puerta automáticamente se abrió asomándose un robot del servicio doméstico.


-Buenos días caballeros -habló el androide con un convincente tono humano-. Les comunico que los señores no están en estos momentos en la casa, y desconocemos cuando volverán. Si lo …

-¡Sebastián!


Se escuchó una voz femenina desde el interior de la mansión cortando la palabra al robot, el robot se quedó mudo y quieto.


-Deja pasar a esos caballeros, ya me encargo yo de las visitas -ordenó la mujer.

-Como quiera señora Goribar -respondió el robot.


Acto seguido el robot se apartó de la puerta dejándola totalmente abierta despareciendo por una de las puertas interiores del vestíbulo. Ricardo y Emilio se acercaron a la puerta viendo en el interior del vestíbulo de la entrada de la mansión a una mujer madura, pelo blanco, arrugas en la cara, ojos marrones, tez pálida, vestía muy recatadamente.


-Pasen, pasen caballeros, pueden entrar -habló la mujer-. Señor Zabala ¿ya ha regresado? Espero que traiga algunas respuestas.


Los dos detectives entraron en la mansión.


-Todavía no tenemos demasiadas pistas señorita Goribar. Permítame señorita, este señor es el detective privado y antiguo miembro de la policía Emilio Muñoz.

-Emilio esta señorita es Beatriz Goribar la secretaria personal de los señores de Haro.


Emilio extendió la mano a modo de saludo pero Beatriz Goribar solo agachó la cabeza en un gesto cortante, Emilio retiró la mano. Una vez dentro del vestíbulo y mientras se cerraba la puerta principal Emilio lo observó todo.


-Tengo entendido que usted encontró los dos cuerpos. ¿Puede decirme como sucedió? -preguntó Emilio mirando a Beatriz.

-Sí, sí. No hay problema alguno, pero antes pasemos a una de las salas estaremos más cómodos. ¡Sebastián! -llamó Beatriz al servicio.


Acto seguido apareció un androide similar al que se fue deteniéndose enfrente a unos pasos de la secretaria.


-Sí, señora -habló el androide.

-Recoja los abrigos de los caballeros, por favor -ordenó Beatriz.


El androide se quedó quieto esperando a que Ricardo y Emilio se quitaran los abrigos. Ricardo fue el primero en hacerlo entregándoselo al robot con toda soltura, en cambio Emilio estaba un poco despistado. Miraba al robot y éste le observaba sin la más mínima expresión.


-Emilio, quítate el abrigo y dáselo, hombre -le dijo Ricardo.


Emilio torpemente se quitó la gabardina y se la dio de cualquier manera al androide.


-Gracias caballeros, que su estancia en la mansión sea de su agrado -dijo el androide y pausadamente se retiró con las prendas.

-Y ahora caballeros, si son tan amables de seguirme -comentó Beatriz.

 Beatriz seguida por Emilio y Ricardo se dirigió a una de las puertas que había en el vestíbulo. La puerta se abrió por si sola, pasaron al interior entrando en un largo pasillo donde había otras tantas puertas que daban acceso a otras tantas habitaciones.


-Que lugar tan enorme –comentó Emilio-. Cuanto lujo.


Hacía la mitad del pasillo se encontraron con un robot también similar al anterior. Llegados a la altura del robot Beatriz se detuvo delante de la puerta que esta máquina flanqueaba, la puerta de doble hoja se abrió de par en par por si sola, los tres entraron.


-Siéntense dónde gusten –habló Beatriz en un tono cordial-. Pónganse cómodos están en su casa. ¿Quieren algo para beber? El viaje hasta aquí es un poco largo.

-Para mi agua, por favor -respondió Emilio casi sin pensar mientras miraba toda la estancia como buen detective.

-Yo prefiero una cerveza bien fresca -habló Ricardo que ya se había acomodado en uno de los divanes.


Emilio cuando acabó de verlo todo se sentó en una butaca bastante cómoda y grande. Beatriz recatadamente se sentó en una silla más discreta.


-¡Sebastián! -llamó Beatriz.


El androide que estaba en la puerta entró con total sigilo quedándose a unos pasos delante de Beatriz como el anterior androide.


-Sí, señora -habló la máquina.

-Una botella de agua y una cerveza bien fría para los caballeros. Para mi un té como de costumbre, por favor -mandó Beatriz.

-Sí, señora -respondió el androide que dándose la media vuelta salió de la sala.


Beatriz se dispuso mejor las gafas en su cara para poder ver mejor a los detectives


¿Qué es lo que quiere saber usted, señor Muñoz? -preguntó mirando a Emilio.


Emilio estaba sentado en la butaca totalmente relajado mirando con atención a la secretaria, no perdía de vista ningún gesto de la mujer.


-Antes de empezar -comenzó a hablar Emilio-, le comunico que a partir de este momento toda las investigaciones que realicemos mi compañero y yo serán grabadas para posteriores informes policiales.


Beatriz asintió con la cabeza dando su conformidad.


-Primero dígame su nombre, profesión y descríbame su trabajo, señorita -preguntó Emilio.

-Mi nombre es Beatriz Goribar y soy la secretaria personal de los señores de Haro … o era … -habló con cierto tono de angustia-. Mi trabajo consiste en preparar la agenda de los señores de Haro tanto personal, familiar como laboral. Trabajo; celebraciones; citas y entrevistas de lo que corresponda entre otros eventos.

-Descríbame con sus palabras lo que ocurrió el día que acontecieron los hechos, y tómese el tiempo que quiera para contarlo -volvió a inquirir Emilio con tono cordial.


Ricardo sin perder ojo de nada observaba a uno y a otro alternativamente. Beatriz se puso erguida sobre el asiento, se quitó las gafas colocándolas encima de la mesa de cristal que les separaba mirando a su interlocutor.


-Yo llegué puntual a mi cita que tenía con los señores de Haro ese día a las once de la mañana -relató Beatriz-. Llamé a la puerta principal, y me abrió uno de los androides. Ya sabían de mi llegada, después el androide me acompañó dónde estaban los señores. Cuando se abrieron las puertas de la sala un olor pestilente y nauseabundo salió de allí. No pude entrar del olor, tuve que alejarme de allí porque creía que me desmayaba -detuvo el relato un momento llevándose la mano a la boca-. Al rato y cuándo el olor fue más soportable pude entrar en la sala, y allí estaban …


Beatriz se puso la mano en la boca soltando un par de arcadas recordando los hechos, ni Emilio ni Ricardo movieron un solo músculo, ni siquiera pestañearon. Tan solo dejaron que Beatriz siguiera con su relato.


-Perdón, perdón -dijo Beatriz recomponiéndose levemente-. Totalmente mareada llamé a la policía, tardaron en venir. Luego se llevaron a los señores e hicieron todas esas pruebas que hacen ustedes, y también me interrogaron.


Beatriz interrumpió su relato cuando el robot entró con las bebidas en la sala. Dejó la bandeja en la mesa, y sin peguntar nada a nadie repartió las bebidas en el orden correcto. Acto seguido retiró la bandeja.


-¿Desea algo más la señora? -preguntó el robot.

-No, puedes marcharte. Gracias -respondió Beatriz, y el robot se marchó.

-Y eso es todo, poco o nada puedo añadir sobre lo ocurrido al fin y al cabo no me encontraba aquí cuando murieron.

-¿Vivían solos los señores? -preguntó Emilio.

-Sí, totalmente solos. Ellos dos, sin ninguna otra compañía.


Ricardo empezó a beber de su vaso.


-¿Recibieron visitas los días anteriores a su cita?

-No, ninguna.

-¿Ni siquiera por sorpresa algún familiar, amigo, operario de mantenimiento?

-Los señores eran muy estrictos con las visitas –empezó a responder Beatriz-. No admitían a nadie que no estuviese invitado o tuviese cita, ni siquiera familiares. Rechazaban muchas visitas porque no les interesaban los charlatanes y advenedizos que lo único que buscan es prestigio personal. Si no hay cita no se les abre la puerta de la verja, y punto.


Emilio se quedó muy pensativo intentando entender la situación. Cogió la botella de agua y la abrió echando un trago. Viendo que no había más preguntas Beatriz cogió la taza de té, y con una enorme compostura y educación, sorbo a sorbo se fue tomando el té. Pasaron un par de minutos.


Emilio y Ricardo cruzaron una mirada, después de tantos años de trabajo juntos no tenían que decirse nada para saber que paso debían de dar. Emilio dejó la botella encima de la mesa mirando a Beatriz.


-Señorita Goribar, debo comunicarla que los señores de Haro fueron envenenados. Éso es lo que nos dice la autopsia, lo que coloca estos hechos en un acto muy grave … asesinato …-dijo Emilio marcando intencionadamente cada sílaba.


Beatriz se le quedó descompuesta mirando muy sorprendida con la taza de té en los labios.


También la comunico que los hechos ocurrieron unos diez días antes de que usted encontrase a los señores, y que todo lo que rodea a este asunto es tremendamente extraño.


Beatriz dejó la taza encima de la mesa rompiendo a llorar.


-¿Quién pudo hacer eso? ¿Por qué? ¿Para qué? -se preguntaba entre sollozos y lloros.


Emilio y Ricardo totalmente impertérritos dejaron que llorase mientras poco a poco apuraban sus bebidas. Beatriz se fue calmando pausadamente, Emilio seguía pensando.


-Además, ¿qué va a ser de mi? -habló Beatriz con angustia.

-Perdone, pero no la entiendo -dijo Emilio.


Beatriz alzó la cara llena de lágrimas mirando a Emilio.


-Este trabajo es lo único que tengo, cuando la noticia se sepa simplemente me quedaré sin empleo, y no creo que consiga otro por mi edad. Además, no sé hacer otra cosa -explicó Beatriz.


Emilio siguió pensando, Ricardo rompió el silencio.


-Señorita Goribar, nos gustaría visitar toda la mansión y los exteriores para hacernos una idea de la situación de la hacienda.

-Sí claro. Lo que deseen -respondió Beatriz mientras se limpiaba las lágrimas con un pañuelo.


Beatriz se levantó del asiento dirigiéndose a un panel con una pantalla que había en la sala, pulsó un botón y esperó. Apenas pasado medio minuto apareció un robot distinto a los anteriores.


-Sí, señora -dijo el robot.

-Sebastián, acompañe a los caballeros y enseñe absolutamente todo lo que quieran ver de la mansión de los señores -ordenó Beatriz al robot.


Beatriz suspiró sumida en la pena.


-Encuentren a los asesinos, por favor, se lo suplico. Aparte de ser mis jefes también eran grandes amigos y buenas personas -habló Beatriz mirando a Emilio.


Beatriz ciertamente descompuesta y acongojada por el dolor recogió sus gafas saliendo de la sala sollozando. El androide giró sobre sus pies mirando a Emilio y Ricardo, inclinó levemente la cabeza a modo de saludo.


-Caballeros soy su androide-guía. Les voy a enseñar todo lo que quieran conocer de la mansión y de la hacienda, por favor síganme -habló el androide con cierto tono femenino.


Emilio y Ricardo dejando sus bebidas encima de la mesa se pusieron de pie, el androide se dio la media vuelta empezando a caminar pausadamente, Emilio y Ricardo le siguieron.


Las campana de un enorme reloj de péndulo que estaba en la sala sonaron, eran las 11.00 horas de la mañana. Habían pasado veinticuatro horas desde que encontraron los cadáveres, quedaban solo dos días o tan solo cuarenta y ocho horas.


Revisado el 17 de febrero del 2021.


Capítulo 2 – Preguntas. 


El androide-guía andando pausadamente les fue mostrando la mansión.


-Como pueden ver caballeros –habló el androide–, en esta primer planta es dónde se encuentran las salas principales, recepciones, despachos, banquetes, celebraciones.


Emilio y Ricardo miraban todo con cara de asombro. Todo era de un lujo extremo, tenían salas de todo tipo y de todas clases, mobiliario modernista, vanguardista, clásico, e incluso de la antigua Roma y Egipto.


-Muchacho, ¿dónde encontraron a los señores? -preguntó Emilio al robot aunque ya lo sabía por los informes.

-Los señores están fuera de la hacienda en estos momentos. Sí quiere alguna cita con ellos su secretaria, la señora Goribar, puede concertarle una -respondió el robot deteniéndose.


Emilio se sorprendió por la respuesta. El androide reanudó el camino y continuó mostrando las salas mientras hablaba de su composición, estructura, mobiliario, lo decía todo con todo lujo de detalles.


-No sabes mucho de androides, ¿verdad Emilio? -preguntó Ricardo acercándose a Emilio. 

-¡Ni la más puñetera idea! -respondió Emilio encogiéndose de hombros.


Siguieron andando por la mansión con el robot-guia. La primera planta era un sin fin de pasillos, salas, despachos, salones y cuartos de baño como les comentaba el androide. Emilio observó que había ciertos robots, como él los llamaba, detenidos en los pasillos dando la apariencia de estar desactivados. Se paró justo enfrente de uno muy próximo a él mirándolo cara a cara, el androide no hizo ni el más mínimo gesto, tenía una cara totalmente inexpresiva.


-Muchacho, ¿qué le pasa a esta máquina? ¿Por qué no se mueve? -preguntó Emilio.

-Sí tiene alguna duda o problema con el funcionamiento de los androides pregunte a mantenimiento -respondió secamente el androide de una manera impersonal.


Emilio se encogió de hombros, y dejando de mirar al androide del pasillo siguió con el recorrido. También se fijó en que no todos los androides eran iguales, aunque todos tenían apariencia humana se les notaba ciertas diferencias de tamaño, longitud de extremidades y demás. Emilio señalaba ciertos robots a Ricardo, y él los miraba extrañado no entendiendo por qué Emilio le hacía ésa indicación. Dieron la vuelta a toda la planta volviendo al vestíbulo de la entrada.


-Por favor, si entran en este elevador interno podremos subir a la segunda planta -habló el robot solícito.


Los dos detectives pasaron dentro del elevador que ya tenía la puerta abierta, el androide entró junto con ellos. Emilio se sintió bastante molesto con la cercanía del androide. La puerta del elevador se cerró empezando a subir automáticamente con total suavidad y lentitud, era un elevador totalmente acristalado. Mientras subían los detectives veían todo el vestíbulo de la entrada con todo lujo de detalles, Emilio observó que había otros tantos elevadores en otros sitios del vestíbulo que solo llegaban a la planta superior ya que no había ninguna planta más por encima. También había dos escalera de mármol enormes que empezando por los lados del vestíbulo ascendían a la planta superior en una forma de abrazo circular. Cuando el elevador alcanzó la planta superior sonó una campanilla abriéndose la puerta, salieron los tres.


-Caballeros, por aquí por favor -habló el robot invitando a los detectives a que le siguieran.


Atravesando una puerta se introdujeron por un pasillo. La segunda planta era un sin fin de dormitorios y baños más refinados y completos que los de la planta inferior, también tenían distintos estilos y acabados, el lujo parecía no tener fin. Emilio y Ricardo estaban bastante abrumados por tanto lujo y decoración.


-Aquí te pierdes y no te encuentra nadie -comentó Emilio.

-Muchacho, ¿dónde dormían los señores? ¿Dormían juntos, separados? -preguntó Emilio.

-Las habitaciones como las salas son de libre elección -respondió el androide mientras caminaba.


-Los señores se dirigen a dónde les apetece, y luego los miembros del servicio les atienden.


-¿Discutían entre ellos, se llevaban bien? … ¿Se amaban?


Después de que Emilio realizase esa pregunta de improviso el androide se paró con las piernas juntas y el rostro inexpresivo, abría la boca y la cerraba levemente como queriendo encontrar las palabras. Emilio y Ricardo se sorprendieron por la reacción de la máquina asustándose ligeramente ya que la reacción no era muy humana.


-El comportamiento humano está fuera de mi capacidad y entendimiento, les ruego que esa clase de cuestiones las realicen a seres humanos -respondió el androide finalmente.


El androide siguió con la ruta, y Emilio sonriendo burlonamente empezó a sacar sus primeras conclusiones. Como ocurrió en la planta inferior dieron la vuelta volviendo a la zona del vestíbulo dónde estaban los elevadores.


-Muchacho, prefiero bajar andando por la escalera -comentó Emilio, y sin esperar respuesta alguna del androide empezó a bajar peldaños.


El androide no dijo nada siguiéndole, Ricardo poniendo cara de pocos amigos fue el último en ponerse en marcha. Llegaron los tres al vestíbulo de la entrada.


-Bien señores, ésto es lo que hay en la mansión y ahora …

-Un momento muchacho … -cortó Emilio al androide, Ricardo le miraba desconcertado.

-¿Nos puedes llevar a ver las cocinas, servicio de mantenimiento y demás? -preguntó Emilio.

-Sí señor, por supuesto. No es habitual esta petición, pero también les puedo guiar. Acompáñenme, por favor -respondió el androide finalmente después de un abreve pausa.


El androide reinició el camino pausadamente, los detectives le siguieron.


-¿A dónde quieres ir a parar Emilio? ¿Para qué esta inspección? -preguntó Ricardo levemente desconcertado.

-Mira Ricardo. Creo que no fue un suicidio, no hay motivos para ello. Sí los señores fueron envenenados se lo tuvieron que tomar de alguna manera involuntaria. Debieron de beber o comer algo que no les despertase ninguna sospecha y que tuviese el veneno, así que debemos de conocer como funciona el servicio de cocina y los fogones de la cocina.


Emilio hizo una pausa, Ricardo agachó la cabeza pensativo.


-Además la autopsia de los cadáveres nos indica que los restos encontrados en el estómago correspondían a alguna clase de almuerzo o cena luego el veneno fue ingerido con esos alimentos o quizás con las bebidas que acompañaban.


El androide les llevó hasta el fondo de la mansión, allí había una puerta diferente a las demás. Cuando el androide se detuvo delante de ella la puerta se deslizó a un lado pasando los tres al interior. El habitáculo era una especie de montacargas poco glamuroso, cuando se cerró la puerta automáticamente comenzaron a descender. En pocos segundos se pararon, las puertas se abrieron saliendo primero el androide seguido por los dos detectives. Entraron por un intrincado laberinto de pasillos dónde se oía el ruido de maquinaria, eran las entrañas de la mansión. Finalmente llegaron a una gran sala que tenia todo el aspecto de ser la cocina. El androide entrando a la cocina se apartó a un lado quedándose quieto, Emilio y Ricardo entraron dentro de la cocina repartiéndose entre los fogones, repisas, mobiliario y demás. No había ninguna clase de actividad, solo vieron los elementos necesarios para el normal funcionamiento de la cocina, no había ningún androide. Emilio algo decepcionado le hizo una señal a Ricardo volviendo a la entrada de la cocina.


-Muchacho, ¿hay más cocinas aparte de ésta? -preguntó Emilio dirigiéndose al androide.

-Sí señor, las hay -respondió el androide . ¿Desea usted verlas?

-No, no, con esta me vale. Otro asunto muchacho, ¿cómo funciona el servicio y la cocina aquí?

-Para cualquier tipo de cuestiones o dudas sobre la logística de la mansión diríjase al departamento pertinente.

-Bien, bien, muchacho … bien. Ahora volvamos al vestíbulo.


El androide se puso en movimiento seguido por los detectives, y deshaciendo el camino anterior volvieron exactamente al punto de partida.


-Ahora señores acompáñenme al exterior de la mansión.


La puerta de la entrada se abrió sola saliendo el androide seguido poco después de los detectives. El androide con un gesto amable pidió a los detectives que se subieran a un vehículo pequeño que estaba situado justo enfrente de la entrada, los detectives accedieron. El androide-guía se subió al volante arrancando el vehículo eléctrico, poco a poco fue llevando el vehículo por los exteriores de la mansión. Mientras lo dirigía comentaba los pormenores de la hacienda. Era un lugar enorme se componía de jardines, plazas, fuentes, merenderos, pequeños lagos e incluso tenían un pequeño zoológico. Todo estaba perfectamente preparado para cualquier visita, los androides deambulan por la hacienda realizando sus tareas de mantenimiento. Una vez realizada la visita los tres volvieron al sitio de partida entrando en la mansión.


-Espero que el recorrido halla sido de su agrado. Deseo que tengan una estancia agradable en nuestra mansión, señores -habló el androide agachando la cabeza a modo de despedida.

Seguidamente el androide se retiró por uno de los pasillos quedando solos los dos detectives en el gran vestíbulo de la entrada.


-Bueno Emilio, ¿qué conclusiones sacas después de este enorme paseo? -preguntó Ricardo un poco cansado.

-Pues bien Ricardo, creo que visto lo visto es normal lo que sucedió a los señores de Haro -respondió Emilio socarronamente.

-¿Normal? -exclamó Ricardo con un gesto de sorpresa.

-Sí, fijate.


Emilio girando sobre si mismo abrió los brazos intentado abarcar toda la mansión.


-Esta hacienda es enorme, ya dentro de la mansión el aislamiento es brutal y del aislamiento exterior ni hablemos. Está bastante claro que los robots no tienen ni idea de lo que ha pasado dentro de la mansión con los señores, siguen funcionando como si estuviesen todavía con vida. Estas máquinas creen que los señores han salido al exterior a alguna cita, éso indica que algún robot de la hacienda vio marchar los cadáveres creyendo que los señores se iban de viaje o a algún otro sitio. Creo intuir que un robot no sabe lo que es la muerte de un ser humano, aún así deberíamos de hablar con algún técnico experto en robots.

-Tenemos en el departamento algún que otro técnico que sabe sobre AN-DROI-DES –habló Ricardo remarcando cada sílaba de la última palabra-. Puedo contactar con ellos, pero ya sabes cuanto más sigilo tanto mejor.

-De acuerdo, de acuerdo, pero dejémoslo para más adelante.


Hubo un momento de silencio entre ambos, mientras Emilio miraba el lugar intentando encajar las primeras piezas de este intrincado puzzle.


-Deberíamos de volver a hablar con la secretaria para limar más pormenores de la vida de los señores –habló Emilio mirando a Ricardo-. Hábitos, amigos, citas, visitas y saber por qué durante diez días nadie apareció por la hacienda.


Emilio se quedó mirando para todos los lados.


-¿Dónde están las máquinas ahora? -se preguntó Emilio en voz alta.

-Emilio y Ricardo miraban a su alrededor sin ver a ningún androide, estaban solos en el vestíbulo.

-¡Ves! Cuándo necesitas un robot nunca aparece -comentó con rabia Emilio.

-¡Hola! ¿Hay alguien por ahí? ¿Alguien me escucha? -gritó Emilio.


Ricardo le miraba entre divertido y sorprendido, un androide apareció de uno de los pasillos dirigiéndose hacia los detectives.


-Aparecen desde cualquier lado -comentó Emilio.

-Dígame caballero, ¿qué es lo que necesita? -preguntó el androide deteniéndose solo unos pasos delante de ellos.

-Me gustaría hablar con alguna persona –habló Emilio-. ¿Se encuentra todavía la señorita Goribar en la hacienda? Me gustaría volver hablar con ella.

-Sí señor. Espere un momento que pregunto dónde está la señora y si puede recibirles.

 El androide se quedo quieto unos momentos con la mirada perdida, los detectives no entendían lo que pasaba.


-Por favor caballeros, acompáñenme -habló el androide saliendo de una especie de estado de trance.


El androide comenzó a caminar hacía uno de los pasillos, Emilio y Ricardo con aspecto cansado y aburrido volvieron a seguir al androide, seguidamente les guió a la sala dónde se encontraba Beatriz. Era otra sala totalmente distinta a la primera con una decoración basada en la madera incluido el mobiliario. Entraron los tres a la sala.


-Hola de nuevo, caballeros -saludó Beatriz algo más animada y calmada desde la última vez que la vieron-. ¿Qué tal la visita por la mansión? ¿Han conseguido llegar a alguna conclusión?


Beatriz estaba sentada en una silla delante de la consola de la sala, apretó un botón de la consola apagando la pantalla. Se puso de pies e invitó a los detectives a sentarse en unos butacones de madera forrados por fuera que estaban en el centro de la sala.


-Sentémonos aquí caballeros, estaremos más cómodos. ¿Quieren lo mismo para beber?

-Sí, sí, por favor -respondió Ricardo mientras los dos se sentaban.

-Sebastián, una cerveza y agua para los señores, y un té para mi como de costumbre, por favor -ordenó Beatriz al androide que se había quedado en la sala.


El androide se dio media vuelta y se marchó como en la vez anterior.


-¿Y díganme? ¿Qué creen qué fue lo que paso? -preguntó Beatriz con gesto de preocupación.

-Antes de llegar a conclusiones erróneas debemos de hacerla ciertas preguntas -respondió Emilio.

-Ustedes dirán qué es lo que quieren saber y en qué puedo ayudarles -habló Beatriz.

-Para empezar, ¿qué clase de relación tenían los señores entre ellos? ¿Dormían juntos? ¿Se amaban? ¿Discutían? -preguntó Emilio.

-Se amaban -respondió secamente Beatriz, se la notaba incómoda por la pregunta.


Emilio abriendo las manos y mirándola con los ojos abiertos volvió a incidir sobre las preguntas.


-¿Dormían juntos? ¿Cenaban juntos? ¿Estaban a menudo los dos en la mansión?

-Lo que queremos saber, señorita Beatriz, es que clase de vida marital llevaban los señores de Haro –intervino Ricardo cortando a Emilio la pregunta-. Aunque entendemos que le incomode esta clase de cuestiones debe de comprender que debemos de atar todos los cabos posibles.


Beatriz se notaba verdaderamente molesta con estas cuestiones.


-Lo entiendo, pero yo personalmente nunca he entrado en los asuntos de alcoba de los señores –Se quitó las gafas, se encontraba acalorada-. Tenía, ... bueno ...  sigo teniendo un contrato de confidencialidad sobre estos asuntos que se alargará durante diez años más. Las presiones que una tiene que aguantar de cierta clase de prensa son enormes.


Se quedó mirando a los dos investigadores, ellos se la quedaron mirando sin decir nada, Beatriz continuó.

-Delante mio nunca discutieron de nada, ni siquiera del trabajo. Yo venía aquí, y simplemente realizaba mis labores para después marcharme. –Se encontraba incómoda-. Nunca me preocupé de la vida intima de ellos o de lo que ocurría en las habitaciones, nunca vi discusiones de pareja ni nada por el estilo, no me interesaba.

-¿Qué clase de horarios tenían? -preguntó Emilio.

-Los que tenemos todos habitualmente, pero podían variar dependiendo de la clase de agenda que tuvieran.

-¿Familiares, amigos? -preguntó Ricardo.

-Los señores eran muy recatados en sus relaciones exteriores y por su posición desconfiados. No tenían mucho trato con otras personas incluso familiares, quizás era yo la que más tiempo pasaba con ellos.

-Tenían amantes alguno de los dos, o quizás los dos -Emilio interpeló.

-No, que yo conozca no.


Beatriz seguía removiéndose en el asiento incómoda por las preguntas.


-¿En qué estaban trabajando cuándo fallecieron?

-Nada en especial, el trabajo habitual que tenían los señores.

-¿Solían trabajar en equipo? Sabemos que el señor diseñaba androides, y que se casó con una mujer que precisamente maneja una multinacional que fabrica androides.

-Por supuesto, el señor estaba metido de lleno con sus modelos de androides, solo vivía para ello. Los dos estaban encantados con el trabajo que tenían. La señora a veces desde la mansión otras veces desde las fábricas manejaba la empresa de manufactura de androides dando su aprobación o desaprobación para la fabricación de cuál o tal modelo. No trabajaban juntos en el sentido literal del término, no eran un equipo.

-¿Siempre fabricaban los modelos del señor? -preguntó Ricardo.

-Éso ya es un tema interno de la multinacional que manufactura los androides, deberían de hablar con ellos. Yo solo soy la secretaria personal. Conozco el trabajo de los señores, pero no de los resultados.


Emilio se cruzó de piernas  recostándose sobre la butaca quedándose pensativo. Cuando Emilio volvía a la carga con el interrogatorio el androide del servicio le cortó entrando con las bebidas, las repartió correctamente dejándolas encima de la mesa de madera que estaba en la sala.


-¿Desea alguna cosa más, señora? -preguntó el androide que siempre se dirigía a Beatriz.

-Nada más, Sebastián. Puedes marcharte, gracias -ordenó Beatriz secamente, el androide se marchó.


Emilio siempre se sorprendía por estos diálogos con las máquinas, todo lo guardaba en su mente para posteriores preguntas.


-¿Qué me puede decir de esos diez días que estuvieron los cadáveres en la sala? ¿No vino nadie a ver lo que pasaba? ¿No llamó nadie? Permítame señorita comentarla que es muy extraño que nadie sospechase nada o que nadie se extrañase por la ausencia de los señores -razonó más que preguntó Emilio.


Beatriz antes de responder cogió la taza de té, la dio un par de vueltas con la cucharilla y tomo un sorbo, volvió a dejarla la taza sobre el platillo con un porte exquisito.

-Como le he comentado nunca se abre la puerta a personas que no tengan invitación. Si durante esos diez días alguien se hubiese acercado a la verja sin invitación se le hubiese dicho que concertase una cita con los señores para otro día. Las órdenes eran estrictas en ese sentido y no había nunca ninguna excepción, ni siquiera conmigo.

-¿Quién dictaba esas órdenes? -preguntó Ricardo.

-Los señores, por supuesto.

-¿Nadie comunicaba a los señores quién venia sin cita? ¿Quién llamaba? -preguntó Ricardo.

-No, nunca. Además los androides tenían instrucciones de no comunicar nunca nada a los señores.


Beatriz volviendo a coger la taza seguía bebiendo del té sorbo a sorbo. Emilio y Ricardo se miraban pensativos.


-Señora, ¿por qué los androides no dieron la voz de alarma sobre lo que pasaba con los señores? -preguntó Emilio perspicaz.


Beatriz se quedó con la taza en la mano, mirando a los detectives desconcertada.


-Pues … … no había caído en ello … …  no lo sé … no había pensado en ello … -decía Beatriz confundida- … no soy experta en androides … deberían de preguntar a alguien que supiese del tema -acabó respondiendo Beatriz alterada y nerviosa por la pregunta.

-Para acabar por el momento señorita Goribar –habló Emilio muy despacio –, ¿tenia usted alguna clase de relación íntima con alguno de los señores? ¿O quizás con los dos?


Ricardo empezó a beber de su vaso de cerveza totalmente impertérrito por la pregunta, le dio un buen trago. Beatriz poniéndose totalmente colorada por la pregunta tardó en responder.


-Yo tan solo soy la secretaria personal de los señores. Me dedicaba plenamente a mi trabajo y con total profesionalidad … -habló Beatriz con lágrimas en los ojos.

-Responda a la pregunta señorita Beatriz -intervino Ricardo interrumpiendo a Beatriz por sorpresa.

-¡No! ¡Con ninguno de los dos! -respondió Beatriz alterada.


Los tres se mantuvieron en silencio durante unos minutos, Emilio estaba pensativo, Ricardo miraba el lugar, Beatriz tenia la cabeza agachada con la mirada perdida en el suelo.


-Por ahora no tenemos más preguntas señorita Beatriz -habló Ricardo acabando con el interrogatorio.


Beatriz se puso las gafas y visiblemente molesta a paso rápido se fue de la sala, Ricardo y Emilio se quedaron solos. Emilio empezó a beber de la botella de agua, Ricardo apuraba su vaso.


-¿Qué piensas de esta mujer, Emilio?


Emilio se relajó en su butaca recostándose, se quedó pensativo unos momentos cogiendo aire.


-Creo que no tiene nada que ver en este asunto, podemos empezar a descartarla aunque tendré que indagar más sobre la vida de ella, puede que tenga más respuestas de las que cree -razonó Emilio en voz alta.


Los dos se quedaron un buen rato en silencio.


-Por cierto, ¿cuándo comemos? -preguntó Emilio-. Empiezo a tener hambre, creo que deberíamos salir de esta mansión e ir a almorzar a algún otro sitio aunque estemos lejos, luego volveremos.


Ricardo negó con la cabeza echando el último trago a su vaso.


-De eso nada amigo –habló Ricardo con una sonrisa amplia en la cara-. Nos quedaremos en esta mansión todo el tiempo que nos permita la ley, y ya sabes cuánto es. Te lo comenté, incluso nos quedaremos a dormir, si es que no solucionamos el caso antes. Está todo arreglado con la señorita Goribar, ella también se quedará hasta el final.

-¡Vaya! Entonces tendremos que hacerlo todo aquí, incluso ir al baño. ¿Por cierto, por dónde se va al excusado? ¿Lo sabes? -habló Emilio con cara de sorpresa.

-Pues mira si en esta casona no tienes baños … ja, ja, ja, ja … -empezó a reír Ricardo-. Sal al pasillo y pregunta a un androide, anda … ja, ja, ja, ja, ja.


Emilio se levantó del butacón saliendo al pasillo, allí estaba un robot que le acompañó a uno de los baños.


Antes del almuerzo Ricardo y Emilio se encontraban en la cocina observando el movimiento de los androides. Emilio vio una oportunidad para conocer como funcionaba la organización de la cocina y el servicio de la mansión, y no la perdió. Los detectives se colocaron en la puerta de la cocina, lugar desde él que no molestaban, y desde dónde podían observarlo todo. Detrás de ellos y en apariencia desconectado se encontraba el androide-guía. Dejaron mucho espacio para que todo funcionase con fluidez, por otro lado Emilio observó que no había ningún otro ser humano en la cocina a excepción de ellos. Solo un fogón estaba siendo ocupado por un androide ya que no se necesitaba más para preparar el almuerzo para los tres comensales, Emilio, Ricardo y la señorita Goribar, que había accedido a almorzar junto con los dos detectives a pesar de los interrogatorios sufridos por parte de ellos.


Un androide que tenía una forma diferente a los demás estaba situado delante del fogón, tenía un gran control y precisión sobre lo que cocinaba. La zona central del fogón estaba compuesta por tres fuegos de distintos tamaños ocupados por distintas cacerolas, sartenes y ollas. La zona de la derecha del fogón estaba ocupada por distintos recipientes para realizar la comida que cada cierto tiempo eran rellenados por otro androide. La zona de la izquierda del fogón estaba ocupada por los alimentos crudos, una vez elaborado el plato era colocado en un armario situado en otro lugar de la cocina. Poco tiempo después, un androide del servicio retiraba el plato que era llevado a otros lugares para ser posteriormente servido entre los comensales. Ricardo lo miraba todo con cara de aburrimiento sin entender demasiado bien por qué estaban allí. Emilio no perdía de vista ningún movimiento de los androides. Cuando se acabó todo el movimiento en la cocina Emilio entró para hablar con el androide-cocinero. Se acercó a la maquina y tocándolo con el dedo en el hombro le preguntó.


-Muchacho, ¿de dónde rellenáis los recipientes? -preguntó.


El androide ni se movió del sitio, ni respondió. Emilio se fijó en la cara y se dio cuenta que no tenía una forma facial definida, no podía hablar, ni escuchar tan solo ver por esos ojos, si es que se podían definir como ojos. Emilio se arrascó la cabeza no entendiendo nada volviendo dónde estaba junto con Ricardo, finalmente el androide-chef se retiró del sitio con todo sigilo. Segundos después aparecieron cuatro androides que limpiaron de arriba a abajo toda la zona de trabajo.


-Muy interesante, muy interesante -masculló Emilio entre dientes.


Lo dejaron todo perfectamente limpio como si nada hubiese pasado allí. Emilio hizo un gesto a Ricardo retirándose de allí acompañados por el androide-guía que no se había movido desde que llegaron a la cocina. Minutos después llegaron a la sala donde se iba a celebrar el almuerzo, Beatriz todavía no había llegado.


-Caballeros, disfruten del almuerzo -dijo el androide-guía cuándo llegaron a la sala retirándose después.


Emilio y Ricardo no reconocieron la sala, había tantas salas en la mansión que hacía tiempo dejaron de contarlas. La sala no destacaba demasiado respecto a otras, era una sala pequeña en comparación con otras dominada en el centro por una mesa circular. Tenía tres servicios encima de la mesa para tres comensales con el mismo número de sillas, no había nada más en la sala. Mientras esperaban estuvieron dando pequeños paseos por el lugar mirando unos intrincados y extraños dibujos en la pared. Minutos después Beatriz entró acompañada por uno de los androides del servicio.


-Caballeros, gracias por esperarme. Han sido muy amables -habló Beatriz que les sonreía ampliamente, llevaba un vestido color azul mar algo más atrevido y ligero.

-Podemos sentarnos, ocupen ustedes primero los lugares que deseen en la mesa -solicitó Beatriz a los detectives muy amablemente.


Los dos detectives se sentaron con cierta torpeza ya que al no tener un sitio asignado no sabían muy bien que lugar ocupar, Beatriz ocupó el sitio que quedaba libre. Beatriz estaba radiante y con una enorme sonrisa, Emilio la miraba muy extrañado por los cambios de humor de la mujer. Empezaron a entrar androides del servicio que con una enorme precisión se repartieron por la sala empezando a repartir las viandas y a escanciar los vasos con lo que había pedido cada comensal. No les faltó de nada, la precisión y limpieza en su actuación fue absoluta. Emilio se sorprendió por la tremenda calidad y exquisitez de los platos.


-Para ser hecho por un robot son unos platos magníficamente elaborados –comentó Emilio entre bocado y trago-. El vino es de lo mejor que he probado nunca.


Beatriz con unos modales tremendamente refinados le sonreía vivamente.


-Me alegra que le guste, señor Muñoz -comentó un momento después.


Ese pequeño comentario fue suficiente para entablar una animosa conversación entre Beatriz y Emilio. Ricardo también disfrutaba del almuerzo, pero el manejo de las mujeres era cosa de Emilio no perdiendo el menor detalle de la conversación. Charlando y charlando Emilio supo que Beatriz era hija de un militar fallecido en combate, la madre de ella peleó mucho para sacar a sus cuatro hijos adelante. No había conocido otro trabajo más que el de secretaria aunque Emilio llegó a la conclusión de que el trabajo que realizaba era bastante más amplio que el de una simple secretaria. Era soltera y no tenía hijos, y por edad ya no los iba a tener. No quiso dar explicaciones sobre su vida sentimental, era algo que la turbaba. Entre plato y plato Emilio también contó pormenores de su vida personal y profesional, pero en algunos detalles supo callarse ya que no podía hablar de sus tejemanejes con los gobiernos de turno. Soltero, sin hijos reconocidos, y también sin intención de tenerlos, su trabajo de toda la vida había sido ser detective, y ahora trabajaba por su cuenta sin ninguna clase de seguridad en el futuro. Se sintió muy identificado con ella. Ricardo en silencio siguió observando. Beatriz le pidió a los dos algunos pormenores de la investigación, se la notaba muy interesada.


Los androides empezaron a servir los postres, café solo para Ricardo, fruta variada para Emilio y para Beatriz un té en una taza más grande que las anteriores. Emilio siguió hablando mirando la fruta que sujetaba con una mano como buscando la inspiración en la piel de esa manzana roja sin mácula alguna, Beatriz como siempre bebía de su taza sorbo a sorbo mientras escuchaba.


-Pensamos mi compañero y yo que el envenenamiento se produjo en algún momento durante la elaboración de los platos o durante su posterior traslado –habló Emilio-. Hemos descartado el suicidio ya que no encontramos motivos para ello.


Beatriz tenia los ojos abiertos como platos mirando embelesada a Emilio, Ricardo observó con ojos de sorpresa el comentario de Emilio ya que él no sabía nada de ese razonamiento.


-Creo que será difícil encontrar pistas concretas de cómo sucedieron los hechos ya que los robots lo limpian todo como la patena no dejando rastro de nada. Lo he observado en la cocina, y supongo que lo mismo ocurrió con la sala dónde encontraron los cuerpos de los señores. A parte que mis conocimientos sobre robots es nulo, esa parte probablemente la trabajaré junto con Ricardo a la tarde desde alguna de las salas realizando alguna video llamada -habló desviando su mirada a Ricardo.

-Tienen la mansión a su entera disposición, cualquiera de los androides de servicio le indicará como se usan las consolas -respondió Beatriz.

-De todas formas señorita …

-Por favor, llámeme Beatriz … Emilio … -cortó dulcemente Beatriz.

-De acuerdo … Beatriz … -respondió Emilio mirando a Beatriz con una sonrisa, Ricardo le miraba como diciendo “¡Ya empezamos!”.


Hubo unos minutos de silencio mientras los tres apuraban el postre.


Al acabar los postres los androides retiraron toda la cubertería no dejando absolutamente nada sobre la mesa, posteriormente se retiraron dejando a los tres comensales solos. Emilio preguntó a Beatriz sobre la manera de manejarse con los robots, Ricardo seguía en silencio observando.


-Bueno, Emilio –respondió Beatriz muy animada-. El señor de la casa, Marcelo Trietse, me enseñó que las ordenes debían de ser claras y concisas. Las frases deben de ser simples cómo si se hablara a un niño pequeño de unos siete años, y que la educación aunque hablase con androides no estaba de más.


Emilio se quedó pensativo por la información de Beatriz. La comentó sobre los distintos tipos de robots, siguió insistiendo sobre esa palabra, que había en la mansión.


-Los modelos de cada androide, que es como se denominan, cumplen cada uno con su función. Dependiendo de su trabajo se les construye de una manera u otra.

-¿Fabricaba aquí sus propios modelos de androides el señor? -preguntó Ricardo que había salido de su silencio.

-No, no los fabricaba, solo los diseñaba para después pasar todos los modelos a la señora que los enviaba a su empresa -respondió Beatriz muy seca.

-¿Usaban aquí los prototipos de rob … androides diseñados por el señor? -preguntó esta vez Emilio.

-No lo sé –respondió Beatriz quedándose pensativa-. Las cuestiones de fabricación y distribución es trabajo de otras personas con las que yo no tengo ninguna clase de relación. Deberían de contactar con otras personas, pero creo que les puedo proporcionar los informes necesarios que intercambiaban la empresa con la señora y viceversa.Emilio y Ricardo se miraron dando por concluida la charla, se levantaron los dos a la vez.

-¿Se van ya? -preguntó Beatriz sorprendida.


-Sí, Beatriz. Debemos ir a descansar para luego ir a una sala y empezar a hacer alguna llamada para seguir indagando sobre robótica. Nos vendría muy bien esa información sobre la empresa de la señora, y también sobre el registro de visitas de los últimos treinta días a la mansión de los señores. Si eres tan amable -pidió Emilio.

-Con la información de la empresa y la señora no hay ningún problema, pero los registros de las visitas siempre son borrados -habló Beatriz levantándose de su asiento con una enorme sonrisa.

-¿Por qué? -preguntó Emilio.

-Lo ordenaban los señores, total era absurdo guardar esa información. No se hace ninguna clase de lista con ellos -respondió Beatriz con ingenuidad.

-Vengan, yo les llevaré a una de las salas -invitó Beatriz que salió por la puerta de la sala de banquetes.


Ricardo se acercó a Emilio poniéndole la mano encima del hombro.


-¡Siempre serás un cabronazo con las mujeres! ¿Así que estabas oxidado, eh?


Emilio sonreía por el comentario saliendo los dos de la sala siguiendo a Beatriz que había salido muy rápido.Los detectives dejaron pasar unas cuantas horas para descansar convenientemente cada uno por separado. A eso de las seis de la tarde estaban los dos sentados enfrente de una consola de una de las salas de la mansión que les había enseñado Beatriz con anterioridad. Para evitar problemas con el manejo de la consola un androide se encargaba de la conexión. Beatriz les dio los informes necesarios de la empresa de la señora y de los androides fabricados anteriormente solicitados por Emilio que los dejó encima de la mesa de la consola..


-¿Qué? ¿Empezamos ya? -preguntó Emilio.

-Por mi parte ningún problema -respondió Ricardo.

-Androide, contáctanos con esta dirección. Después márchate, ya te volveremos a llamar si es necesario -ordenó Ricardo al androide.

-Sí, caballero -respondió el androide.

Poco tiempo después de la conexión la pantalla se iluminó apareciendo una persona tremendamente joven del departamento de policía, Emilio se quedó asombrado de su juventud.

-Conexión realizada -dijo el androide que levantándose del asiento se marchó.


Publicado el 10 de abril del 2019.


Revisado el 21 de febrero del 2021.

El crimen perfecto.


Capítulo 3 – Sobre robótica.


Emilio y Ricardo se quedaron mirando la pantalla observado al funcionario de policía. Era una persona muy joven y delgada, pelo largo amarillo más que rubio hacía un lado de la cara, ojos azules, nariz pequeña y chata, labios finos. Tenía la cara redondita dándole un aspecto de puerilidad a su mirada o por lo menos esa era la apariencia, vestía con el uniforme de policía reglamentario.


-Antes de comenzar con las preguntas debo recordarla, agente, que esta conversación está siendo grabada para el sumario de la investigación en curso -empezó hablando Ricardo.


El agente no dijo nada, ni hizo ninguna clase de gesto.


-Agente díganos su nombre y especialidad, por favor -preguntó Ricardo.

-Helena Bechat, especialista en programación informática y robótica, señor -respondió con firmeza la agente con una voz todavía inmadura.

-Agente, supongo que la habrán informado sus superiores de nuestra situación y de la investigación en curso –siguió hablando Ricardo mientras la agente asentía con la cabeza-. Le presento a Emilio Muñoz detective privado y antiguo detective de la policía. La vamos a hacer formular ciertas preguntas sobre robótica en general y sobre androides en particular ya que tenemos ciertas dudas sobre el funcionamiento de estas máquinas.


La agente no respondió esperando con parsimonia las pertinentes preguntas.


-Agente Bechat, ¿en qué situación se encuentra la fabricación de robots? -preguntó Emilio.

-Señor Muñoz, para empezar debemos de utilizar el termino androide -respondió la agente Bechat-. Un robot puede ser un horno, una nevera, un microondas, una lavadora, al fin y al cabo los robots no son más que máquinas que ejecutan una serie de instrucciones determinadas y fijas, y que sustituyen a la mano de obra humana. La diferencia con los androides es que a estos les damos apariencia humana, aunque ésto no es necesario, mediante un esqueleto de metal sujeto con una serie de cables que hacen las funciones de los músculos y recubiertos de piel para dar un mejor aspecto. Además los androides realizan operaciones más complejas que los robots y …

-De acuerdo, de acuerdo -habló Emilio interrumpiendo a la agente – ¿Qué ha querido decir con lo de apariencia humana?

-Los androides no son personas son máquinas –explicó la agente haciendo una leve pausa-. Máquinas a las que les podemos dar el aspecto o la forma que queramos dependiendo de su trabajo, solo los androides que interactúan con seres humanos tienen apariencia humana ya que a los seres humanos nos resulta más cómodo interactuar con androides de aspecto humano.

-Comprendo, ¿Cómo se fabrica, modela o cómo quiera decirse un androide?

-Señor Muñoz, los androides se fabrican en varias piezas separadas en distintas fábricas del planeta para luego ser ensambladas en las empresas matrices. Tenga en cuenta que no es lo mismo fabricar el cerebro de un androide que fabricar una pierna, no es lo mismo un androide de servicio que un androide que trabaja en minería, son especialidades distintas.

-Bien, ¿y la competencia entre las multinacionales del sector? ¿Nos puede explicar algo al respecto?

-Señor Muñoz, la competencia entre las multinacionales que fabrican androides hoy en día es feroz. Supongo que se habrá dado cuenta que cada día hay más androides realizando tareas humanas sustituyendo mano de obra humana lo que conlleva muchos problemas sociales. A parte que la cantidad de dinero que se juegan estas empresas es inmensa tanto en el sector privado como en el público -respondió la agente.

-Acláreme algo más sobre esa exposición que acaba usted de hacer agente Bechat.


La agente atusándose el pelo con la mano miró a un lado intentando buscar las palabras adecuadas, pasó un minuto.


-Mire señor Muñoz, desde hace más de una década la investigación en I.A. “Inteligencia Artificial” ha dado grandes pasos lo que conlleva a una mejora de los androides -habló Bechat pausadamente y vocalizando con cuidado para que se la pudiese entender-. Los androides cada vez ejecutan más acciones y mucho mejor, tienen mejor capacidad de aprendizaje si es que se puede afirmar que un androide aprende, claro. Además la mano de obra robótica, término que he comentado que no es correcto, está sustituyendo en casi todas las facetas a la mano de obra humana.


La agente hizo una pequeña pausado mirando a Ricardo y a Emilio alternativamente esperando alguna pregunta, prosiguió después.


-Todo esto no es del agrado de la mayoría de los seres humanos del planeta ya que ven cómo su puesto de trabajo es sustituido o amenazado por mano de obra mecánica. Desde prácticamente el mismo momento de empezar a aparecer ciertos modelos de androides empezaron a formarse agrupaciones humanas en contra de los “mecanos”. Hombres y mujeres que luchaban por la dignidad de la persona y por el mantenimiento del empleo. Algunas agrupaciones pasaron a la acción violenta empezando a realizar actos de sabotaje a multinacionales que elaboran “mecanos”. El término “mecano” es un término despectivo que utilizan estas asociaciones respecto a los androides, e incluso respecto a empresas que equipan a las multinacionales para su proceso de elaboración. Son una clase de agrupaciones que cada día van a más en sus actividades, y cada vez mejor organizadas. Por culpa de todo ésto las fábricas de manufactura de androides son lugares blindados dónde casi nadie puede entrar. Todo lo que ocurre en estas empresas se lleva con un secretismo total, pocas personas tienen acceso a lo que ocurre dentro -concluyó la agente.

-¿Qué clase de fechorías pueden cometer las multinacionales de androides contra quién sea o lo qué sea? -peguntó Emilio.

-Espionaje industrial, robo de patentes, soborno a empleados de la competencia, ofertas hostiles de acciones en el mercado de valores sobre otras multinacionales, fichajes por sorpresa de ciertos ingenieros de empresas también de la competencia, sabotajes. La rivalidad es feroz, mucho dinero está en juego.

-¿Todo eso puede llegar a incluir el asesinato?


La agente se quedó un momento pensativa.


-Podría ser. Hay acciones de sabotaje o accidentes en las fábricas que llevan a la muerte a seres humanos que se podían calificar de homicidios por la forma en que se producen. Otras clase de muertes extrañas como los suicidios o accidentes de carretera o similares también suceden. Supuestos homicidios como los que ustedes están investigando ahora a tan alto nivel no suceden, desde luego nada de todo esto es fácil de demostrar ante un tribunal.

-Bien, bien -habló Emilio-. Ahora pasemos a hablar más sobre los androides.

-¿Qué quiere saber en concreto, señor Muñoz? -preguntó la agente muy animada con una leve sonrisa-. Debo decirles que el campo de la robótica hoy es muy amplio.

-¿Qué clase de androides se fabrican ahora? ¿Cuáles son los más demandados? -preguntó Emilio mientras Ricardo observaba sentado sin intervenir lo más mínimo.

-¿Hoy en día? No hay una demanda especial en ninguna clase de tarea, se fabrica prácticamente para todo tipo de trabajo -respondió Helena.

-¿Qué me puede usted comentar sobre la memoria de los androides?

-Los androides no tienen memoria propiamente dicha como los humanos señor Muñoz, es un error bastante común. El cerebro de los androides no es de ninguna de las maneras similar al cerebro humano. El cerebro humano es de una complejidad que aún no la hemos igualado, y todavía nos queda muchísimo para intentar acercanos lo más mínimo. No se deje llevar por la literatura o el cine de ficción de siglos pasados, eran demasiado imaginativos. Aunque la complejidad del cerebro de los androides ha aumentado significativamente no son cerebros propiamente dichos, siguen siendo placas compuestas por nano circuitos y nano procesadores repartidos por la cabeza y el tronco, acopladas con cables y conectadas a discos de almacenamiento dónde llevan su programación y la ejecutan.

-¿Los androides recuerdan lo qué han hecho o lo qué haya pasado ese día o los anteriores?

-No, la estructura interna de la “memoria” no está modelada para eso, todavía no.

-Vaya. Esa programación, ¿se puede modificar? -preguntó Emilio.

-Por supuesto.

-¿Dónde?

-Solo desde las fábricas dónde elaboran los androides, hay que llevarlos de vuelta a las fábricas y que los modifiquen.


-¿Se puede ordenar a un androide que mate a un ser humano?


La agente se quedo callada mirando con cara de sorpresa por la pregunta, tardó en responder.


-Bueno, pensándolo un poco -habló con cautela-, teóricamente sí. Pero la I.A. no ha avanzado tanto como para matar seres humanos, por lo menos a propósito.

-Explíquese agente Bechat -intervino Ricardo que llevaba todo el rato en silencio.

-Bueno señores, es bastante complejo de explicar. Un androide no puede matar a un ser humano porque no saben lo que es la muerte o la vida, no son conscientes de su existencia como nosotros. Se puede programar a un androide para que cuide una piedra, y lo hará hasta que la piedra desaparezca, pero no sabe lo qué es éso. Se necesitan grandes cantidades de líneas de código para explicar qué es un ser vivo o un ser no-vivo y ni siquiera nosotros tenemos una definición clara de lo qué es estar con vida. Los árboles y las plantas tienen vida y no se mueven, por ejemplo.


Emilio se quedó pensativo con esta respuesta mientras la agente Bechat hacía una pausa.


-Por éso los androides de la mansión no reaccionaron cuando pasaron los días, y vieron a los señores de la mansión inertes en sus butacas -razonó Emilio en voz alta como llegando a una aclaración que ya había intuido anteriormente.

-Probablemente señores -habló la agente-. Miren, todavía no se han diseñado androides como doctores o enfermeras, detectives o militares ya que los androides son lógicos pero no razonan. Es decir, siguen ciertas pautas de programación previamente asignada y las ejecutan, y cuando se salen de su programación se bloquean o les cuesta funcionar …

-Por eso cuándo pregunté a un androide sobre ciertos asuntos de la vida de los señores de Haro se detuvo o me respondía que fuese a otro departamento con las preguntas.


La agente se quedó un momento callada intentando comprender lo que Emilio decía.


-Sí, claro -respondió la agente intentando coger el hilo a la conversación-. Tienen que buscar en su programa algo que les haga seguir funcionando correctamente, y además no entienden ningún comportamiento humano, amor, tristeza, enfado, odio, y por supuesto no saben lo que es la muerte. Por lo que usted me comenta y lo que he podido leer en los informes que tenemos en comisaria los androides de la mansión seguían con su rutina porque en su programación no había ningún programa que les dijes que los señores de Haro estaban muertos o que les sucedía algo anormal. Todavía no se han desarrollado esa clase de androides, serán los androides de la siguiente generación. Androides capaces de percibir emociones humanas -acabó de hablar la agente con un tono ciertamente emotivo.


Emilio se quedó pensativo.


-Lo que me quiere decir agente –razonó Emilio–, es que a pesar de todos los modelos de androides que hay en esta mansión, ¿ninguno fue consciente de haber matado a los señores o de que hubiesen muerto, ni siquiera por causas naturales?.

-No, ninguno. Además les vuelvo a insistir que todo el trabajo de un androide depende de la programación que tenga, no puede salirse de ella. Éso es totalmente imposible.

-¿Puede un androide equivocarse en su tarea asignada? -preguntó Emilio.

-Los androides no se equivocan nunca –respondió la agente–, simplemente ejecutan un programa. Si se equivocan es que el programa o el diseño estaba mal realizado.

-Pero un androide que trabaja de cocinero puede equivocarse a la hora de sazonar un plato aderezándolo con otra sustancia de apariencia similar que sea perjudicial para el ser humano sin que la máquina lo sepa o lo sospeche -razonó Emilio.

-Los androides ni saben ni sospechan, y cómo le he comentado antes todo depende del modelo de androide, si las sustancias son similares y nadie le comenta nada seguro que la utilizará. No fabricamos modelos de androides dotados con el sentido del gusto o del olfato. Tampoco tienen sensores del calor, todo eso se realiza mediante aparatos externos al androide -acabó de decir la agente, Ricardo se rascaba la cabeza pensativo.

-El androide de la cocina de la mansión tenia el rostro poco definido sin boca, ni orejas y además no era capaz de articular palabra alguna. Solo tenia una especie de ojos en la cara y unos brazos especializados para la elaboración de los platos -habló Emilio recordando su paso por la cocina de la mansión.


La agente Bechat seguía pensando el razonamiento anterior, tardó un poco en responder.


-Ese modelo que usted me describe es específico para cocina, con que tenga esas herramientas es más que suficiente.

-¿Y por qué no se equipa a todos los modelos de androide con ojos, boca y demás sentidos humanos en su trabajo?

-Cuanto más específico y complejo sea el trabajo del androide más recursos y memoria interna utilizará y menos recursos internos quedarán para otras tareas . Todavía no hemos llegado a fabricar una especie de androide con capacidad total para todo. Se les diseña y programa para su trabajo, y no se les añade nada más de lo que vaya a realizar si no es totalmente necesario. Por eso ese androide-chef no le respondió, casi toda su programación se basa en cocinar no incorporándole el habla ni el oído. Los androides actuales como testigos no sirven porque solo funcionan para su cometido, no son como las personas que interactuamos con casi todo. A parte que como ustedes sabrán la ley no permite a un androide presentarse como testigo en un juicio ni ser acusado de ninguna clase de actuación ilícita.

-Si, sí. Lo sabemos agente -respondió Emilio con parsimonia y muy reflexivo.


Hubo una pausa larga en la conversación, la agente permanecía en la pantalla a la espera de nuevas preguntas o dudas. Mientras, Emilio pensaba sobre las últimas respuestas y Ricardo parecía absorto.


-Hemos encontrado androides que parecían desactivados, ¿por qué se les encuentra así? -preguntó Emilio mirando a la pantalla

-No están desactivados del todo, señor Muñoz –respondió la agente-. Simplemente se encuentran en una especie de desconexión activa que les permite ahorrar energía. Siguen en conexión conectados por dentro aunque den la sensación de estar apagados cómo diría una persona que no conoce nada de androides. Todo esto se realiza para que el androide no esté dando vueltas por el lugar sin ningún sentido.

-En conexión por dentro, ¿qué quiere decir con éso? -inquirió con tono de duda Emilio.

-Miren señores –respondió rápidamente la agente Bechat-. Todos los androides están conectados entre ellos mediante una red inalámbrica con un dispositivo de emisión-recepción de señales. Lo que uno hace, sabe, ve o habla lo saben todos los demás. Además que las instrucciones que se dan a un androide se pasan después a todos, es una manera de ahorrar trabajo por nuestra parte.

-Pero, ¿éso que me acaba usted de contar es de dominio público? ¿Lo saben las autoridades? -oreguntó Emilio algo desconcertado por la información de la agente.

-Sí, claro -respondió Helena con total calma-. Es algo que siempre va en las instrucciones de uso de los androides.

-¿Se puede interferir la señal?

-Claro, como cualquier otra señal. pero bajaría el rendimiento de trabajo de los androides ya que las ordenes tardarían en llegar a todos los androides -respondió la agente.

-Entiendo -habló Emilio con cara de preocupación.

-Una última pregunta agente, se trata de una curiosidad –comentó Emilio mientras la agente le miraba fijamente-. Me he encontrado en esta mansión a una mujer, concretamente a la secretaria de los señores, que se dirige a los androides con educación y cortesía y además les llama Sebastián como si fuesen mayordomos o algo por el estilo. ¿Qué opinión le merece?


La agente se quedo pensativa unos segundos buscando la respuesta adecuada.


-Las instrucciones que se deben dar a los androides deben de ser sencillas y concisas, claras y contundentes –respondió la agente-. No deben de generar dudas en el androide para que su trabajo sea lo más eficaz posible. La comprensión que tiene un androide de lo que se le dice es muy limitada y puede afectar a su funcionamiento. Lo de llamarlos o bautizarlos con un nombre u otro es cuestión de cada uno, pero más bien es por comodidad humana ya que para el ser humano resulta más cómodo referirnos a los androides con nombres propios. Por ponerle un ejemplo muy claro se está fabricando cierto modelo de androide que se está haciendo muy popular entre las personas. Se trata de un androide de piezas intercambiables que recibe todo tipo de nombre … son los androides sexuales … si es que lo quiere usted saber.


Emilio se quedó sorprendido con la respuesta final arqueando las cejas.


-Bien, de momento no tengo más preguntas -habló Emilio.


Hubo un pausa mientras Emilio ordenaba papeles.


-Quiero recordarla agente que la investigación sigue bajo secreto, y que no debe de decir nada fuera de lo que es el ámbito policial hasta que se levante el secreto del sumario -habló Ricardo que era el que llevaba los asuntos policiales.

-Esté en permanente contacto, gracias -ordenó Ricardo.

-De nada señores. Espero haberles sido de gran ayuda en la investigación -habló la agente Helena Bechet, seguidamente la pantalla se desconectó.


Emilio se quedó serio y con el rostro grave, miraba las hojas dónde había anotado ciertas ideas con un bolígrafo mientras hablaba con la agente. Aunque quedaba todo grabado a él le gustaba tomar ciertos apuntes o anotaciones de lo que se le iba ocurriendo mientras preguntaba.


-¿Qué piensas de todo ésto? -preguntó Ricardo con cara de preocupación mirando a Emilio.

-No lo sé, Ricardo. No lo sé, me parece un embrollo muy grande. Tengo que hacer alguna pregunta más al servicio de la casa o a Beatriz para aclarar ciertos funcionamientos internos del servicio y luego ya veremos, pero te aseguro que va a ser casi imposible encontrar culpables.


Emilio tenía el rostro muy serio y grave, Ricardo se le quedó mirando con cara de extrañeza, empezaba a encontrase ciertamente abatido.


-¡No me jodas, Emilio! -gritó Ricardo- ¿Por qué cojones piensas eso?


Emilio estuvo pensativo unos momentos, parecía que no había escuchado a su compañero.


-Mira Ricardo –habló Emilio pausadamente-. Estamos en una situación dónde los únicos testigos son los androides, y éstos no tienen ni idea de lo que ha ocurrido. Además no nos sirven para nada, no se ha encontrado restos de ninguna sustancia venenosa en ningún sitio y tampoco en las ropas de los señores; no hay ninguna clase de registro de visitas a la mansión; la cantidad de personas interesadas en la muerte de los señores es enorme por lo comentado por la agente Helena Bechet. Va a ser complicado encontrar a los culpables de todo esto.

-¡Pero bueno, joder! -gritó Ricardo muy alterado- ¡Algo encontraremos en algún momento!

-No sé, Ricardo. No sé.


Durante las horas posteriores Emilio se quedó leyendo los informes de los señores de Haro que había solicitado a la secretaria Beatriz, Ricardo mientras tanto se quedó dando vueltas por la mansión. Leyendo esos informes Emilio no encontró nada anormal. Todos los protocolos utilizados para la aprobación o rechazo para la  fabricación de androides eran exactamente iguales, los informes cubrían los últimos cinco años que era lo exigido por ley.


-¡Muchacho! -gritó Emilio mientras seguía ojeando los informes.


Un androide del servicio entró por la puerta parándose al lado de Emilio.


-Sí, caballero. Dígame -respondió el androide.

-Traeme algo para beber -le dijo Emilio.

-¿Lo acostumbrado para el caballero?

-Sí, sí … lo de siempre … -respondió Emilio quedándose pensativo por la respuesta del androide.

El androide se dio media vuelta saliendo de la sala a hacer su cometido. Al de unos minutos el androide u otro similar, ya que los androides del servicio eran todos exactamente iguales, entró con la botella de agua dejándola suavemente encima de la mesa que tenía Emilio junto a él. El androide se quedó quieto junto a Emilio con la cabeza mirando hacía el vacío de la sala. Emilio aprovechó para observar al androide con detenimiento mientras abría la botella y bebía de ella.

-Muchacho, ¿quiénes traen los suministros de comida y bebida a la mansión? -preguntó después de dar un largo trago a la botella.


El androide tardó en responder.


-Para cuestiones sobre el funcionamiento del servicio o de la logística de la mansión diríjase a otras secciones -respondió automáticamente el androide.

-Sí, sí, claro muchacho. Márchate muchacho … márchate -habló Emilio cómo dando por sabido que le iba a responder de esa manera.


El androide sin decir una sola palabra y en total silencio salió de la sala.


Poco tiempo después Beatriz entró por la puerta sentándose recatadamente enfrente de Emilio.


-Hola de nuevo, Emilio -dijo Beatriz. ¿Cómo va la investigación?


Emilio se quedó sorprendido por la inesperada visita de Beatriz.


-Poco a poco Beatriz. Ya hemos acabado con la llamada, y ahora estoy estudiando toda esta información.


Beatriz que no llevaba gafas se había maquillado ligeramente mirándole con una espléndida sonrisa.


-Beatriz … -dijo Emilio dejando los papeles encima de la consola de la sala.

-¿Sí? Dime Emilio -respondió Beatriz embelesada.

-Me gustaría hacerte más preguntas sobre la organización del servicio en la mansión.

-Ningún problema Emilio … dime.

-Los suministros de comida, bebida y mantenimiento ¿quién los trae? ¿O quién se encarga de su manipulación, traslado, almacenamiento y demás?.

-Las empresas suministradoras de alimentación y mantenimiento del servicio de la mansión, por supuesto.

-¿Y quién se encarga de su control?

-Los androides.

-Ummmm, me refiero al control de los suministros o enseres que llega a la mansión. Por lo que he aprendido esta tarde de androides supongo que alguien supervisaría los recibos o las mercancías.

-¡Ah! Sí, por supuesto. Todo era supervisado por el señor, recibo a recibo. No quería que nadie sacase ventaja de su trabajo con los señores. Discutía hasta el más mínimo céntimo y no por racanería, algunos se creían que por ser quienes eran podían cobrarle cualquier precio.

-De acuerdo, ¿y dónde están esos recibos?

-Siempre se destruían pocos días después de que trajeran el pedido, se comprobaba el encargo, se pagaba y se destruía el recibo o el albarán. Solo queda el total del gasto en la cuenta, nada más. Era una norma de los señores, ya sabes cuanto más dinero tienes más raro eres.

Emilio se quedó pensativo con la respuesta. Cogió los papeles y los siguió leyendo, Beatriz en silencio y algo cariacontecida se levantó del asiento retirándose.


Llegando la hora de la cena se volvieron a juntar los dos detectives y Beatriz en otra sala. Los androides como siempre realizaban su trabajo con gran precisión, repartieron los platos de comida pertinentes a cada comensal que previamente habían solicitado cómo era la costumbre en esa mansión. Beatriz llevaba un liviano vestido de noche que sorprendió a los detectives, Emilio y Ricardo seguían con sus trajes con corbata. Emilio y Beatriz conversaban entre ellos sobre anécdotas de sus trabajos y vidas, Ricardo se mantenía al margen aunque no perdía un solo detalle de la conversación. La cena fue ligera y distendida para los tres, después de la cena se retiraron a otra sala para pasar lo que quedase de la noche, los androides les llevaron unas copas.


-Emilio, ¿puedes comentarme algo sobre lo que habéis descubierto durante la tarde? -preguntó Beatriz.

-Bueno, Beatriz -respondió Emilio-. Esta tarde con la información que hemos recopilado sobre los androides y las multinacionales que los fabrican más la información de los señores y sus empresas hemos llegado mi compañero y yo a unas cuantas conclusiones.


Emilio paró el razonamiento bebiendo un sorbo de su copa sin alcohol de color rojo fresa, se quedo mirando la copa reflexivo.


-¿Y bien? -preguntó Beatriz impaciente sacando a Emilio de sus reflexiones.

-¡Ah, sí! Perdona Beatriz estaba pensando en el caso –respondió Emilio como despertándose de un sueño–. Lo primero comentarte que descartamos totalmente el suicidio. La situación en la que vivían los señores, y los proyectos profesionales que tenían a largo plazo con algunos modelos de androides y con sus empresas me indican que la muerte no entraba dentro de sus planes.

-Entonces, ¿qué ocurrió? -preguntó Beatriz sorprendida por el razonamiento mirando a uno y a otro detective.

-Tranquilidad Beatriz, tranquilidad -respondió Emilio pausadamente-. Lo segundo era empezar a descartar sospechosos, y la primera persona que hemos descartado has sido tú, Beatriz.


Se quedaron Emilio y Ricardo mirándola fijamente, Beatriz se sintió incomoda por la respuesta.


-Entiendo, entiendo -dijo susurrando Beatriz quitándose unas lágrimas que le brotaban de los ojos, lo hacía con cuidado ya que iba maquillada.

-Gracias, gracias -habló mientras gimoteaba Beatriz.

-No las merecemos –respondió secamente Ricardo-, solo hacemos nuestro trabajo.


Beatriz dejó de gimotear cortada por la respuesta.


-Resulta complicado encontrar a un culpable ya que no podemos culpar judicialmente a un androide –siguió razonando Emilio mirando el techo de la sala-. Los únicos restos encontrados del veneno se encuentran en el estómago de las victimas, y no hemos encontrado más restos de ninguna clase en ningún otro lugar de la mansión, ni en la cocina, ni en el almacén …


Beatriz miraba a Emilio más tranquila pero sorprendida por el razonamiento.


-¿Entonces? -preguntó Beatriz.

-A parte hay que añadir que no podemos situar a nadie en la escena del crimen durante esos días ya que los androides no guardan ningún registro de quién estuvo durante los últimos veinte días en la mansión.


Ricardo le miraba con cierto grado de preocupación.


-Pero creo llegar a entender lo que ocurrió. Lo que no tengo tan claro es el quién o el por qué ya que hay demasiados intereses en todo esto -concluyó Emilio.


Los tres callaron durante largo rato apurando sus copas.


-Creo que mejor me retiro a dormir –habló Beatriz rompiendo el silencio-. Ciertamente es muy tarde ya.


Beatriz se levantó del asiento despidiéndose solo de Emilio yéndose a su habitación. Emilio y Ricardo se quedaron un rato más sumidos en sus pensamientos.


 -Mejor nos vamos a alguna habitación a dormir. Quizás con el sueño las cosa se aclaren -comentó Emilio.

 -Ve tú. Yo me quedaré por aquí todavía algo más -respondió Ricardo.


Emilio acompañado de un androide se dirigió a una de las habitaciones en la planta de arriba dejando a Ricardo solo en la sala con un claro gesto de preocupación.


Revisado el 21 de febrero del 2021.

El crimen perfecto.


Capítulo 4 – Conclusiones.


La noche fue bastante ajetreada para Emilio, tuvo una serie de sueños extraños protagonizados por androides. De vez en vez se despertaba sobresaltado por esos sueños. Durante toda la noche se repetía un sueño en el que veía a los androides como una gran fuerza silenciosa conectados entre ellos conspirando contra los gobiernos del planeta Tierra. Otro sueño consistía en caminar por toda la mansión solo encontrándose unicamente con distintos androides que no respondían a sus órdenes por más que él les mandaba; seguidamente soñó que estaba en compañía de una persona perfectamente humana que en cierto momento de intimidad entre los dos se mostraba como androide … era Beatriz. Todo esto fue provocado por la situación vivida en la mansión, la tremenda soledad de ésta y su aversión a los androides. Finalmente acabó despertándose.


Cuando abrió los ojos se dio la vuelta sobre si mismo en la cama mirando a la ventana, el Sol estaba en lo más alto.


-¡Por Dios! ¿Pero qué hora es? -se preguntó sobresaltado.


Se incorporó de inmediato sentándose en el bordillo de la cama bostezando ruidosamente. Se puso de pie todavía somnoliento dirigiéndose hacía el baño que tenía en la misma habitación, llevaba un pijama que le habían dejado los androides que le atendieron, andaba descalzo. Había elegido una habitación pequeña con ventanas al exterior.


-¡Maldita sea! ¿Por qué no me habrán despertado? -se volvió a preguntar cerrando la puerta del baño.


Cuando salió del baño se dirigió dónde dejo la ropa la noche anterior, la encontró perfectamente planchada, limpia y ordenada; y los zapatos en el suelo totalmente limpios y lustrosos. Se percató que los androides habían entrado a la habitación, pero no le molestaron en absoluto ni siquiera para despertarlo, no entendía nada. Se vistió con calma, la corbata no se la puso guardándola en uno de los bolsillos del pantalón. Una vez vestido echó un vistazo a la habitación por si se olvidaba de algo y salió. Se encontró con un androide en la puerta de la habitación nada más salir.


-Muchacho, llévame a dónde esté mi compañero -ordenó al androide.

-Sí, caballero -respondió el androide poniéndose en marcha, Emilio le siguió.


El androide le llevó a la planta inferior a una de las salas dónde se encontró a Ricardo y Beatriz hablando toscamente, los dos entraron.


-¿Por qué nadie me ha despertado antes? -preguntó Emilio secamente y con cierto enfado al entrar en la sala.


Ricardo y Beatriz cortaron su conversación observándole sorprendidos.


-Buenos días, Emilio –habló Beatriz-. ¿Has dormido bien?

-Sí, sí, muy bien … buenos días -respondió Emilio.

-¿Qué hora es? -preguntó Emilio de nuevo.

-Son ya las doce y treinta y cinco minutos de la mañana –respondió Ricardo mirándose el reloj de su muñeca–. Necesitabas descansar, demasiado ajetreo por eso decidí no molestar.

-Vaya, ya lo siento. El tiempo se nos hecha encima pero antes alguien me puede decir, ¿por qué no me ha despertado nadie? -preguntó Emilio impersonalmente.

-Sebastián, ¿por qué no le han despertado antes al señor Muñoz? -preguntó Beatriz mirando al androide con el que había entrado Emilio a la sala.

-El caballero nos dijo al entrar en la habitación que nadie le molestase hasta levantarse al día siguiente, y así lo hicimos -respondió el androide con esa voz impersonal que tenían los androides del servicio.

-Vaya, veo que debes de afinar más con el trato al servicio Emilio –comentó Beatriz sonriente–. No especificaste a qué hora querías que te despertasen, y los androides así actuaron.


Emilio se sentó en una de las butacas, se rascó la cabeza como queriendo entender lo que le decía Beatriz y con un gesto de asentimiento dio a entender que comprendía el error.


-¿Puedo desayunar aquí mismo? -preguntó Emilio.

-Por supuesto Emilio –respondió Beatriz–. Sebastián, atiende al caballero y trae lo que pida para su desayuno.


Emilio pidió al androide lo que quería para desayunar y el androide actuó en consecuencia sin decir la más mínima palabra.


-¿Has llegado a alguna conclusión en la investigación, Emilio? El tiempo se nos acaba, dentro de poco tendremos que dar la noticia del crimen -habló Ricardo algo nervioso.

-Bueno a decir verdad creo que he llegado a la solución de lo que ocurrió, pero a partir de aquí serán tus muchachos los que deban de buscar más pruebas … incluso al posible culpable -respondió Emilio.

-Explicate, Emilio -habló Ricardo enderezándose sobre la butaca poniendo todo el interés que podía, Beatriz le miraba atentamente con los ojos muy abiertos.

-Bien, para empezar los señores de Haro murieron envenenados, éso está bien claro. Hemos descartado el suicidio, las pruebas nos indican que tenían planes de futuro tanto profesionales como personales; la persona que encontró los cadáveres, Beatriz aquí presente, era el único ser humano que tuvo contacto con los hechos …


Beatriz se puso colorada.


- … también la descartamos ya que no podemos demostrar que fuese ella la que utilizando a los androides o usando otros métodos envenenase a los señores.


Beatriz se colocó bien las gafas, se encontraba algo turbada. Un androide entró por la puerta con la bandeja de desayuno para Emilio, la dejo encima de la mesa que estaba enfrente de Emilio, el androide se quedó quieto.


-Puedes irte, Sebastián -ordenó Beatriz, el androide obedeciendo la orden se marchó.


Emilio se incorporó sobre su asiento y empezó a servirse, café, tostadas, mantequilla, fruta variada, miró al azucarero con atención pero no lo tocó. Ricardo y Beatriz miraban embobados como se servía y empezaba a comer el desayuno. Pasaron un par de minutos, observando cómo Emilio desayunaba. Emilio levantó la cabeza y con un gesto comentó que continuaba con el razonamiento.


-¡Perdón, perdón! Es que tenía apetito, ¿dónde estaba? ¡Ah, sí! Cómo iba diciendo, no podemos demostrar que todo esto lo hiciese un ser humano ni que fuese un accidente ya que los señores no construían aquí sus propios modelos de androides … -Emilio paraba su razonamiento para tomar un trago de café o un bocado.

- … la única manera de que fuesen envenenados es que alguien suministrase una sustancia, alguna clase de veneno de aspecto similar a algún aderezo que se emplease en cocina de tal manera que el androide-chef lo confundiese con el aderezo autentico, y sin ninguna clase de control lo vertiese en la elaboración del plato. Como nos dijo la agente Bechat los androides no huelen, no tienen gusto luego se tienen que creer que lo que les suministran es lo auténtico y además no hacen preguntas, son la herramienta perfecta para cometer un crimen.


Emilio mientras razonaba estaba jugueteando con la cucharilla del azucarero moviéndola por aquí y por allí, cogiendo azúcar y volviendo a verter el contenido dentro, removiéndola en un sentido y luego en el otro. Ricardo dio un bote sobre el asiento poniéndose de pie. Beatriz también botó sobre el asiento, pero por el movimiento tan brusco que hizo Ricardo llevándose las manos al pecho del susto. Ricardo se colocó delante de la mesa dónde desayunaba Emilio apoyándose con las manos observando lo que hacía Emilio con el azucarero, Beatriz miraba la escena sin entender nada.


-¿Quién me asegura que esto es azúcar? -preguntó Emilio mientras miraba el azucarero– Si observamos con detenimiento parece tener una apariencia similar, mismo granulado, mismo color.


Emilio con el dedo indice de la mano derecha toco suavemente el azúcar del azucarero y se lo llevó a la lengua.


-Incluso tiene el mismo sabor, parece azúcar.


Ricardo le miraba con los ojos abiertos como platos, alguna gota de sudor se le empezaba a asomar en la frente.


-Pero claro, el día de los hechos quién sabe que sustancia vertió el susodicho androide cuando cocinaba porque no hemos encontrado nada en ninguna parte. Deberíais de mirar más a fondo en la alacena y hacer más pruebas a más androides aunque han pasado muchos días desde los hechos y a saber dónde puede estar todo. Es una buena pista, quizás os lleve al culpable -sentenció Emilio.

 -Te … te … tengo que … hacer alguna llamada … -dijo Ricardo tartamudeando–. Ahora mismo … regreso … no os mováis de aquí.


Ricardo salió casi a la carrera de la sala, Beatriz se quedó mirándole entre sorprendida y divertida. Emilio con la vista perdida siguió apurando el desayuno.


A media tarde estaban los tres en el vestíbulo de la entrada, como siempre eran Beatriz y Emilio los que charlaban animosamente mientras Ricardo daba vueltas pensativo e intranquilo por el vestíbulo.


-Gracias por resolver el caso -habló Beatriz a los dos detectives con los ojos húmedos–. Una vez que esto salga a la luz pública tendré que dejarlo todo, y estar durante algún tiempo desaparecida.

Beatriz tenía el semblante triste. Llegaron dos coches a la plaza de la mansión, del primero se bajaron dos policías uniformados que se quedaron custodiando los vehículos, seguidamente un androide del servicio entró por la puerta.


-Caballeros sus vehículos han llegado -habló el androide.


Emilio tendió la mano a Beatriz que ella la estrechó con fuerza.


-¿Volveremos a vernos? -preguntó Beatriz mirando embobada a Emilio.

-Estaremos en contacto Beatriz, no te preocupes -respondió Emilio.


Se quedaron mirándose a los ojos unos momentos, Ricardo pasando por detrás de Emilio le dio una palmada en la espalda a este.


-Vayámonos Emilio, tenemos mucho trabajo –dijo Ricardo.


Emilio soltó la mano de Beatriz.


–Señorita Goribar, estaremos en contacto informándola sobre la investigación.

-Caballeros que tengan un buen viaje de regreso a sus hogares -habló Beatriz despidiéndose.


Emilio cuando salia por la puerta le dio una palmada en el hombro al androide de la puerta.


-¡Hasta la vista muchacho! -dijo.

-Que tenga un agradable viaje caballero -respondió el androide totalmente impertérrito.


Los detectives finalmente salieron a la plaza entrando en el último vehículo, los dos policías hicieron lo mismo entrando en el primero. Pocos segundos después la comitiva se puso en marcha saliendo de la pequeña plaza mientras se cerraban las puertas de la mansión con Beatriz dentro.


-El caso no está acabado ni mucho menos. Hemos encontrado el probable cómo, pero no el quién, ni siquiera el por qué -comentó Emilio para si mismo dentro del coche.


Minutos después ya estaban en el camino de vuelta a casa.


Antes de que acabara el plazo de silencio que la ley permitía la policía emitió un comunicado relatando el suceso esa misma noche, Emilio estaba en su domicilio preparándose para ir a dormir cuando la noticia se dio por todas las cadenas del país. Se quedó muy sorprendido por la celeridad en dar la noticia ya que tenían de plazo hasta las once horas de la mañana del día siguiente, no entendió los motivos de esta actuación aunque en el fondo le daba igual.


La rueda de prensa se realizó por sorpresa ante los escasos medios de comunicación allí congregados ya que no sabían de que trataba el asunto. El portavoz oficial de la policía perfectamente uniformado acompañado por otros policías tanto uniformados como de paisano entre los que estaba Ricardo empezó a exponer los pormenores de los hechos acaecidos. La muerte de los señores de Haro; la causa de la muerte por envenenamiento; el tiempo transcurrido desde los hechos y cuándo se encontraron los cuerpos; y para acabar las distintas vías de investigación que llevaban para encontrar a los posibles culpables. No hubo posteriores preguntas porque cogió a todos los periodistas congregados por sorpresa. La rueda de prensa fue rápida y concisa, cuando acabó todas las televisiones siguieron con su programación habitual aunque eso solo duró unos minutos, Emilio apagó la pantalla y se fue a dormir.


Al día siguiente y sin nada que hacer Emilio se encontraba sentado en la butaca de su oficina como de costumbre habiendo ya ordenado su correo. Respondió a algún que otro mensaje y leyó alguna oferta de trabajo que le pedía alguna familia descontenta con su hijo o algún esposo preocupado por la fidelidad de su mujer. Se encontraba relajado y contento por como llevó el asunto, miraba a la pantalla del televisor que tenía en la oficina ya que la noticia del día trataba del fallecimiento de los señores de Haro que él había investigado. La conmoción provocada por el suceso fue enorme, la multinacional más grande dedicada a la fabricación de androides sin su accionista mayoritaria, la señora de Haro, estaba al borde de la desaparición o la quiebra; las dos familias de los fallecidos nada más salir la noticia empezaron a enfrentarse por la herencia; la bolsa fluctuaba al alza o a la baja dependiendo de los rumores de quién estaba implicado en la supuesta trama a lo que había que añadir a todos esos programas televisivos que trataban esta clase de noticias luctuosas sin ningún tipo de conocimiento o criterio, el ruido era ensordecedor. Emilio veía todo este vaivén de noticias desde la butaca de su oficina totalmente impertérrito.


Mientras miraba toda esta catarata de sucesos, conspiraciones, rumores y noticias el vídeo-teléfono sonó, miró la pantalla y vio a su viejo amigo sonriente, Ricardo.


-¡Hola, viejo lobo! -habló Ricardo nada más descolgar el teléfono.

-¡Hola, viejo bribón! -respondió Emilio.

-El alcalde y el cuerpo de policía de la ciudad te mandan saludos y todo su agradecimiento por la ayuda prestada. Tus emolumentos ya han sido ingresados en tu cuenta -habló Ricardo.

-Gracias. Para posteriores investigaciones ya sabéis dónde me podéis hallar -respondió Emilio.

-De eso quería hablar contigo Emilio. El alcalde y algún que otro investigador policial ha creído conveniente ofrecerte un puesto de investigador o de detective en la policía.


Emilio puso cara de asombro por el ofrecimiento.


-Ya sabes porque me fui de allí …

-Tranquilo, tranquilo, ya sé de tu animadversión a la política -cortó Ricardo a Emilio-. Te encargarás solo de tu trabajo de investigador, nada más. No tendrás interferencias de nadie que no sea la policía, claro. Tendrás una buena paga, una oficina más grande, seguridad en tu trabajo.

-Me lo pensaré aunque no te prometo nada -respondió Emilio secamente y no muy convencido.

-Por cierto ¿cómo va el asunto? ¿Tenéis ya a algún sospechoso? Tengo bastante claro que la rueda de prensa que disteis ayer a la noche fue un poco improvisada.

-Sí, así es -respondió Ricardo bajando el tono de voz y cambiando el gesto-. Los señores de Haro llevaban sin aparecer casi quince días y ciertos rumores empezaban a asomar por todas partes. No te puedo comentar mucho de lo qué estamos investigando, pero si te puedo decir que tuviste razón en una cosa.

-¿Cuál? -preguntó Emilio vivamente interesado.

-Va a ser muy complicado encontrar a los culpables –habló Ricardo con un gran tono de preocupación- Estos malditos androides se encargan de casi todo y sin ninguna supervisión humana, se ha delegado en todo sobre estas máquinas. Si hay implicación de alguna persona va a ser muy complicado encontrarlo. Creo que en unos cuantos días daremos alguna novedad para que la prensa esté un poco más tranquila y pueda seguir exprimiendo este asunto … en fin … es lo que hay.

Hubo un momento de silencio entre los dos.


- Bueno muchacho, ya te llamaré en un par de días dándote mi respuesta… hasta pronto Ricardo.


Emilio colgó el teléfono, mientras continuaba viendo las noticias con total parsimonia.


Días después Emilio contactó con Ricardo dando su aprobación para el nuevo puesto de investigador en la policía con varias condiciones entre las que estaba la de seguir como detective privado por libre cuándo quisiera. También otra condición era qué ya que iba a tener una oficina más grande, según le comentó Ricardo, probablemente iba a necesitar a alguien más para que le ayudase en las tares de gestión de los casos, atender al teléfono y demás, Ricardo no puso objeción a nada.


Un par de semanas después hubo una rueda de prensa multitudinaria en dónde iban a aclarar los pormenores de los hechos acontecidos en el crimen de los señores de Haro, y a exponer las conclusiones a las que habían llegado los investigadores.


-Bienvenidos todos, y gracias por venir -habló el portavoz oficial de la policía-. La rueda de prensa que ofrecemos se realiza para dar información sobre la investigación de las muertes de los señores de Haro acontecidas hace unas cuatro semanas, más o menos.


Hubo una pausa mientras ordenaba papeles, el silencio en la sala era absoluto.


-Conocen de sobra los hechos ocurridos así que abreviaremos un poco. -Hubo cierto murmullo en la sala-. Empezando por los hechos, los señores de Haro fueron envenenados hará unas cuatro semanas por la ingesta de una clase de veneno que no hemos podido identificar su procedencia. Dicha ingesta se produjo accidentalmente durante la celebración de un almuerzo o cena no encontrándose ningún rastro de dicho veneno en la mansión en la investigación inicial. –El murmullo iba en aumento–. Un poco de silencio, por favor, … … Gracias … … Investigaciones posteriores consiguieron llegar a comprender que fue lo que ocurrió para que se produjera semejante tragedia.


El portavoz detuvo el relato brevemente aclarándose la voz, se encontraba nervioso. Los periodistas de la sala observaban todo expectantes.


- Los investigadores que llevan la investigación han llegado a la conclusión que debido a una serie de hechos fortuitos llevaron a que cierta clase de sustancia que no debería acabar en la cocina de la mansión acabase allí siendo confundido por el servicio de androides de la casa como un condimento. No sabemos de dónde partió el envío de dicha sustancia ya que no tenemos ninguna constancia de dicha compra no pudiendo hacer un seguimiento veraz de dónde partió dicha sustancia. Por lo que podemos llegar a saber, dicha sustancia pudo haber sido utilizada como condimento por el androide-chef de la mansión ya que lo pudo confundir con algún otro tipo de condimento para sazonar los alimentos. Pudo haberlo confundido con la sal, por ejemplo. -Se empezó a oír un gran rumor en la sala-. Después dicha sustancia seria limpiada y eliminada de la cocina y de la alacena de la mansión por el mismo servicio de androides de limpieza de la mansión de una manera automática no dejando rastro de absolutamente nada, tan solo quedaron los cadáveres.


El clamor en la sala era ensordecedor.


-¡Silencio ! ¡Silencio!


Poco a poco se hizo el silencio en la sala.


-Gracias -habló el portavoz de la policía-. Para acabar no hemos podido determinar la implicación o culpabilidad de ningún ser humano en esta tragedia por lo que hemos decido que con las pruebas que tenemos archivar y cerrar el caso como muerte accidental por ingesta de veneno.


El escándalo que se organizó fue mayúsculo.


Emilio se encontraba viendo la rueda de prensa mirando el televisor sentado en la butaca de su lujosa nueva oficina. Miraba con atención y sin perder una sola palabra de lo que decía el portavoz de la policía, sentada recatadamente en la otra butaca de la misma oficina estaba su nueva secretaria que también observaba con interés la rueda de prensa.


-El crimen perfecto -dijo Emilio.

-No entiendo nada. Nadie tiene la culpa, todo ha sido todo un accidente -dijo la secretaria.

-Así lo parece y ésa es la impresión, pero si te das cuenta toda la ejecución del crimen la llevaron a cabo los androides. Unas máquinas que no son conscientes de su existencia ni de la de nadie, y que no pueden ser acusadas de nada porque no son conscientes de nada. Lo que pudo haber ocurrido es que en algún momento del transporte de los envíos una persona no identificada por la investigación intercambiara ciertas sustancias manteniendo los embalajes y las etiquetas originales. Después los androides mecánicamente fueron haciendo todo el trabajo. Primero, los androides llevarían la sustancia perfectamente embalada al almacén; después, llevarían la sustancia que se parecería a algún aderezo a la cocina. El androide-chef aderezó los platos con esa sustancia que sabemos que no la podría diferenciar de la original porque no huelen ni catan los aderezos. Los señores después se toman su almuerzo totalmente desprevenidos de lo que sucede provocando su muerte. Los androides al no saber que estaban muertos se limitaron a seguir con su trabajo programado. Mecánicamente limpiaron la cocina y todos lo enseres que fuesen necesarios; los embalajes del veneno los eliminarían pocos días después tirándolos como desecho sin saber de qué se trataba. Cuándo se hallaron los cadáveres todas las pistas estaban eliminadas siendo imposible encontrar al culpable, o culpables. Lo dicho, el crimen perfecto.


Emilio se quedó mirando a la secretaria.


-Si tú lo dices -respondió la secretaria.

-Por cierto, ¿tenemos alguna novedad, Beatriz?

-Inicias la primera reunión semanal con los detectives de la policía para asesorar sobre técnicas de investigación. Luego a la noche tienes una cena. -respondió Beatriz sonriente.

-¿Ah sí? -respondió Emilio extrañado– No recuerdo con quién.

-¡Conmigo! -respondió Beatriz que levantándose de la butaca caminó hacía Emilio.


Revisado el 21 de febrero del 2021.

Lo más visto del mes